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Lo positivo de la pandemia

22/03/2021 - 

En la enfermedad o la catástrofe, en el daño o la destrucción, siempre hay algo bueno, aunque una mayoría no lo veamos en un clic. A la ciencia en general, no solo a la de los desastres, le fascina las situaciones límite. Sí, a la ciencia le pone el lado oscuro de la naturaleza, pero desde la barrera, siempre que tenga el papel de observadora. Al margen está la publicación de resultados de investigación, en la que, como credo de las revistas científicas, se divulgan más los aciertos que los errores, aunque ambos signifiquen progreso científico. Así, la cosa científica, como el dolor o la muerte, atrae o repele. Ver desde lo científico lo positivo en lo adverso no es mindfulness o psicología positiva contemplativa que puedan practicar algunos de entre quienes investigan. En realidad, la vida es el gran laboratorio o trabajo de campo, en todo lo que implica de experimentación en directo, la ventaja de ahorrarse la simulación.

El genio científico de Leonardo supo ver en el cuerpo difunto la oportunidad de la anatomía (y más tarde el ejercicio forense). A través de la fiebre puerperal, que llevó a la muerte de miles mujeres parturientas, el obstetra Ignaz Semmelweis propuso el lavado de manos como hábito antiséptico fundamental para evitar propagar enfermedades en la asistencia clínica. El accidente de Chernóbil no solo relanzó la investigación en radioecología. De desastre nuclear ha pasado a laboratorio evolutivo sobre la biodiversidad y sobre posibles instrumentos para combatir enfermedades como el cáncer.  

'La clínica de Agnew', de Thomas Eakins.

A pesar de todas las pérdidas humanas, los cambios drásticos en el trabajo, la escuela o las relaciones personales, y el desgaste colectivo, la pandemia del SARS-CoV-2 no iba a ser menos en abrir cauces positivos para el conocimiento. Y los científicos se lo preguntan. De hecho, existe un género de publicaciones que desde hace meses se refieren al lado bueno del coronavirus. Entre los principales temas, no está que Suecia haya roto el mito de estado modélico nórdico ni que la esfera tuitera se haya convertido en una experta en trombos, sino la prevención de la gripe y la contaminación atmosférica.

No en vano, como dice Markus Gabriel, el filósofo alemán de moda, la pandemia ha demostrado que no siempre ponemos los aspectos económicos en primer lugar. Por ejemplo, la revista médica The Lancet ya avanzaba en un editorial de septiembre el posible “efecto positivo inesperado” de la pandemia, al advertir su “efecto enorme” sobre la investigación colaborativa y adaptativa, la publicación rápida de hallazgos e ideas científicas importantes y el interés público y el escrutinio de la investigación. Todo en el camino de utilizar la mejor ciencia para mejorar la vida.

“A pesar de las pérdidas humanas, los cambios drásticos y el desgaste colectivo, existe un género de publicaciones científicas que ensalzan el lado bueno del coronavirus”

Antes, en mayo, la British Medical Journal (BMJ) recogía el testimonio de médicos, investigadores y funcionarios de salud pública para quienes la pandemia ha brindado una ventana única para ver cambios importantes en el comportamiento humano, gracias a un público más dispuesto a aceptar y actuar en los mensajes de salud. Cuando aún no había llegado la segunda ola vírica, lo reflejaban entonces la fuerte disminución en las admisiones pediátricas por enfermedades respiratorias y de casos graves (no solo como efecto del distanciamiento social, si no por tomar en serio la higiene personal y otras medidas de prevención); la reducción de la contaminación del aire en las principales ciudades del mundo y de los accidentes de tráfico; o la mayor cooperación en el rastreo de contactos para las personas que dan positivo en la prueba del VIH, gonorrea y sífilis o la reducción en la incidencia de infecciones de transmisión sexual.

Dentro del género “lo bueno de la pandemia” también se encuentran las encuestas a la población. El volumen 23 de European Societies, publicación sociológica editada por el grupo Taylor & Francis, incluye el estudio El lado positivo de la crisis. Los aspectos positivos de la pandemia de covid-19 según los polacos. A los encuestados que respondieron afirmativamente a la pregunta '¿Ve algún aspecto positivo de la situación tras la declaración de la pandemia?', que fue el 65,5% de la muestra, se les pidió en el cuestionario que formularan libremente esos aspectos positivos. Salieron nueve en total: revalorización individual (para repensar las prioridades vitales), reducir el ritmo de vida (más tiempo libre); nuevas habilidades y conocimientos; hábitos prometedores (optimización del trabajo remunerado; no desperdiciar alimentos, compras atentas, nueva división de las tareas del hogar; nuevas reglas de higiene colectiva); más tiempo de calidad para los familiares; otros beneficios personales como ponerse al día en el trabajo, estudios o en casa, sin necesidad de hacer lo que no le gusta (levantarse temprano, ir al gimnasio, conocer gente que no quiere); beneficios instrumentales (combustible más barato, más acceso disponible a plazas de aparcamiento, sin colas); fortalecimiento del capital social; una oportunidad para un cambio sistémico y beneficios ambientales.

Pero algunos de los encuestados escaparon a las categorías mencionadas, y ofrecieron respuestas ambivalentes. Estos son los ejemplos que comparten los autores del estudio: “Por supuesto, veo las ventajas. Aunque, personalmente, me frustra buscarlas. Este es nuestro mecanismo de defensa, tenemos que pensar que todo sirve para algo. De lo contrario, solo queda el nihilismo...”. “Cuando tanta gente se enferma y muere, ¿puede haber algo bueno? […] Por otro lado, estamos empezando a movilizarnos como sociedad para ayudar a los demás, a los más débiles. Y eso es bueno”. “La solidaridad social está aumentando. Me gustaría creer que el mundo se ralentizará y aprovecharemos este tiempo para pensar juntos qué futuro queremos construir, pero dudo que suceda”. ¿Se siente identificada/o?

También la divulgación se hace eco de la corriente positiva sobre las “bendiciones” de la pandemia. Hace unos días, la socióloga especialista en las interacciones entre tecnología, inteligencia artificial y sociedad, Zeynep Tufekci escribía una extensa tribuna en The Atlantic sobre las tres formas en las que la covid ha mejorado el mundo, los tres pilares de la ciencia aplicada a la salud que han coincidido con el coronavirus y van a quedarse.

El primero corresponde al desarrollo biotecnológico del ARN mensajero sintético (ARNm), en el que se basan vacunas como las de Pfizer-BioNTech y Moderna, y lo que permite producirlas en masa y descubrir cómo introducirlas en células humanas en cuestión de meses y no de años. El segundo se refiere a la infraestructura digital no solo en el trabajo, sino en la asistencia sanitaria remota, la telemedicina, tan reclamada en las zonas despobladas. Y la tercera es un guiño a la comunidad científica, el auge de la revisión abierta por pares y la ciencia libre de muros de pago, gracias al aumento en la colaboración y el intercambio de conocimientos auspiciado por la comunicación en red.

A escala local y en positivo, añadiría como factor diferenciador que la pandemia ha hecho que nos preocupe la falta de financiación en la ciencia, un problema que no suscita gran indignación hasta que llegan los vuelos internacionales con cargamento de vacunas importadas. El coronavirus también ha puesto a la ciencia en el discurso político, y además ha puesto rostro a algunos de nuestros científicos en materia vírica más destacados, como Fernando González-Candelas o Iñaki Comas, o a especialistas en medicina preventiva y salud pública como Salvador Peiró. La crisis sanitaria también está permitiendo debates de alto calado social, por ejemplo, la eutanasia. Sin una situación como la actual, cuando la gente cuestiona sus prioridades, con una mayor consciencia de que nada importa cuando falta la salud y con nueva perspectiva de la muerte, la confrontación entre la dignidad del final de la vida y las creencias hubiera dificultado aún más la tramitación de la ley en el Congreso. Lástima que el doctor Luis Montes no haya podido verlo.

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