VALÈNCIA (EP). València fue pionera en Europa en abastecerse de agua limpia y segura a mitad del siglo XIX, al mismo tiempo que empezaban a hacerlo ciudades tan importantes como París, gracias a la apertura en Manises de la planta potabilizadora La Presa, la única de Europa que lleva en funcionamiento desde aquella época, con más de 150 años de historia y que suministra agua las 24 horas del día y los siete días a la semana a todo el área metropolitana.
Su particularidad es reunir patrimonio industrial y proyectos de innovación, con antiguas decantadoras que se convierten en placas solares y naves centenarias que se preservan como testigos del pasado. En su entrada aún queda alguna de las casas en las que vivían los trabajadores. Un complejo de propiedad municipal y gestionado por Emivasa que abarca 13 hectáreas, enmarcado por pinares, el cauce del río Turia y el canal Turia-Júcar, de donde capta el agua que después transforma.
Con motivo de las conmemoraciones del Día Mundial del Agua, las instalaciones han abierto este lunes sus puertas para dar a conocer todo el trabajo que hay detrás del gesto cotidiano de abrir un grifo. En la visita han participado el presidente de la Entidad Metropolitana de Servicios Hidráulicos (EMSHI) y concejal del Ciclo Integral del Agua, Carlos Mundina; el consejero delegado de Global Omnium y director de Emivasa y Emimed, Dionisio García, y la responsable de La Presa, Pura Almenar.
Desde la potabilizadora salen 2.000 litros de agua al segundo, que se suman a los de la potabilizadora Realón de Picassent, para hacer llegar el agua potable a València y a otros 47 municipios de su área metropolitana pertenecientes a la EMSHI: en total, una población de cerca de 1,6 millones de habitantes que necesita 3.700 litros por segundo.
El concejal Carlos Mundina ha destacado cómo La Presa "ha sido capaz de ir adaptándose" a lo largo del tiempo, con procesos en los que se aplica "la última tecnología". Ha resaltado "el nivel de inversión que se ha hecho en modernización en infraestructuras para ser menos dependientes de fuentes externas" de electricidad y reducir tanto el consumo de la planta como sus emisiones de gases de efecto invernadero, en línea con el compromiso de la ciudad de llegar a un 85% de descarbonización en 2030.
"La planta está a la vanguardia en cuanto a tecnología, a la vez que ha sabido ir readaptándose desde un patrimonio industrial del siglo pasado a las tecnologías más modernas que ahora se aplican en el tratamiento del agua potable", ha puesto en valor.
En la misma línea, Dionisio García ha señalado que la potabilización del agua es un sistema "en constante evolución e inversión", gracia a la contribución de la ciudadanía en su tarifa, que permiten planificar a largo plazo. Además, ha destacado el plan de choque que Emimed ha puesto en marcha para que las plantas de Picassent y Manises estén interconectada dentro de dos o tres años.
Asimismo, García ha subrayado el compromiso de producir con placas solares el 35% de la energía que consume la planta "en el corto plazo", lo que permitirá "no solamente tener unos precios equilibrados, sino también no depender tanto de los vaivenes de los precios de la energía en el mercado", ya que el gasto energético supone el 30% de los costes del agua.
La Presa abrió sus puertas en 1856, en un momento en el que las epidemias y especialmente el cólera se transmitían por las aguas del alcantarillado, donde no había una independencia eficaz entre agua residual y agua para el consumo. Su desarrollo no ha cesado desde entonces y se han ido "solapando" tecnologías diferentes en ella a lo largo del tiempo.
Fue la herencia del canónigo Mariano Liñán, que legó 28.000 duros a su hermano con la condición de suministrar agua limpia a la ciudad, el detonante para que se decidiese impulsar la infraestructura. La herencia del clérigo se quedó corta pero fue el germen que llevó a crear una comisión para construir La Presa, con una inversión final de seis millones de reales y aportaciones de empresas y particulares.
Entre 1845 empezó a erguirse el azud y una balsa de decantación y durante distintas épocas fueron sucediéndose actuaciones y mejoras, en 1900 llegaron las canalizaciones a toda la ciudad y, poco a poco, las primeras bombas de vapor se convirtieron en motores eléctricos.
A partir de 1960 llegaron inversiones de vanguardia técnica en eficiencia energética, decantadores circulares y filtros más rápidos para atender al crecimiento demográfico, aunque en 1978 se puso en marcha una segunda planta para cubrir toda la demanda. Ahora, son las placas solares las que se han instalado en su paisaje y proporcionan el 20% del consumo total de la 'fábrica de agua'. "Hemos pasado de la época de cero comunicaciones a ser capaces de regular el sistema al segundo", ha destacado Pura Almenar.
La planta funciona como un sistema en forma de 'T' y está atravesada por canales que llevan el agua por todos los pasos del tratamienti, a través de un sistema de bombeo. Hay dos canales de captación que toman el agua del Turia o el canal del Turia-Júcar. La planta también tiene capacidad de captar aguas subterráneas en caso de emergencia, por si ocurriese algún problema de potabilidad en el Júcar o el Turia.
Primero, el agua pasa por una decantación para eliminar los elementos más gruesos (plásticos, peces, ramas) a través de balsas de distintas épocas, las más antiguas de los 70. Después, se filtra a través de carbón activo granular para eliminar las partículas más pequeñas. En la actualidad se pueden ver las obras de un nuevo decantador de 12 metros de profundidad y una capacidad de mil litros por segundo.
Seguidamente, se desinfecta el agua con cloro, como manda la normativa española, pero además La Presa añade un paso más al obligatorio por ley: un tratamiento más avanzado con luz ultravioleta que "elimina el 99% de cualquier bacteria que haya sobrevivido", ha detallado Almenar.
A partir de ahí, el agua ya limpia sale de La Presa a través de una sala de impulsión conectada con la red de alta presión, es decir, el sistema de cañerías que conecta las estaciones con los municipios, que cuenta con tuberías de hasta 1,6 metros de diámetro.
La Presa, ha detallado su responsable, es una planta de vertido cero, por lo que los fangos y el agua sucia procedentes de sus procesos van a un centro donde se homogeneizan y centrifugan. Hay un 3% de agua que no se emplea, pero regresa a la cabecera de la planta, mientras que el fango se destina a la agricultura.
El presidente de la EMSHI y concejal del Ciclo del Agua ha insistido en lanzar un ""mensaje de tranquilidad y de seguridad" sobre el abastecimiento, porque a pesar de que la sequía está afectando a algunos puntos de España, las cuencas del Júcar y el Turia están "en un momento de normalidad" y las plantas "garantizan una calidad y una cantidad de agua a todas las poblaciones".
Dionisio García ha asegurado que, a pesar de que es una situación de normalidad, "no podemos dormirnos en los laureles" y "hay que seguir invirtiendo, concienciando a la gente de que el agua es un recurso precioso, sin agua no hay vida y la tenemos que cuidar muy bien y de una forma sostenible por nosotros y por los que vendrán".