El pasado fin de semana se celebraron las primarias para elegir al secretario general de los socialistas valencianos y el presidente Ximo Puig se impuso a Rafa García, candidato que la nueva dirección nacional veía con mejores ojos
Estoy convencido que la noche del domingo Ximo Puig y algunos de sus acólitos más representativos durmieron más tranquilos que los días previos. El resultado favorable en el proceso de primarias en el PSPV-PSOE les ha dado un balón de oxígeno, ha mantenido y reforzado su legitimidad como President de la Generalitat y lo más importante, lo coloca en una posición favorable para ser el candidato de los socialistas en las próximas elecciones autonómicas. ¿Ya estamos con elecciones? Pues sí, porque las tenemos a la vuelta de la esquina, se acaba de cumplir el ecuador de la legislatura y este tercer año tendrá un cierto aroma (o tufillo) pre-electoral, y lógicamente el último año de legislatura será plenamente electoral. Todo ello si no hay un adelanto electoral que servidor no vislumbra pero más de uno por ahí cree que así puede suceder, especialmente si las tensiones botánicas aumentan.
En los últimos meses la democracia interna se ha convertido en un sello de calidad para no ser acusado por los nuevos censores de enchufismo, amiguismo o elección “digital”. Esta semana le tocó al PSOE valenciano. Imagino, máxime en estas fechas, que muchas personas pensarán que las cosas de la política interna de las formaciones es un tema menor y sobre todo muy aburrido. Y sinceramente creo que aciertan pero sólo en parte, porque la realidad es que lo que sucede un calurosísimo domingo de julio en las ‘casas del pueblo’ de nuestra Comunitat determina el futuro del partido que rige la vida de los cinco millones de habitantes de este territorio. Ahí es nada.
Y si es bueno y necesario saber quien es el líder político que eligen los militantes del partido que ostenta el gobierno de la Generalitat, más todavía en estos tiempos donde se imponen liderazgos personalistas. No es el mismo PSOE si lo lidera Puig que si lo lidera García. Teóricamente debería dar igual porque el partido, su historia y su “pensamiento” político estarían por encima de uno u otro líder, pero cada vez más las personas imponen su particular (y a veces peculiar) manera de entender la realidad que les rodea y en consecuencia toman decisiones que se ajusten a su cosmovisión, aunque ésta pueda chocar frontalmente con postulados que tienen un notable éxito como la democracia representativa o la economía de mercado. Una buena prueba de ello y del viraje hacia postulados antisistema del PSOE de Sánchez fue el cambio de opinión ante el Acuerdo comercial entre la UE y Canadá.
La situación es curiosa y engañosa. Los partidos nuevos venían a solventar los problemas y regenerar la democracia –es su manera eufemística de decir “queremos derrocar la democracia representativa que garantiza la mesura y el equilibrio”–; los partidos antiguos se ponen las pilas [sobre todo el PP porque el PSOE lleva tiempo celebrando primarias] y a la hora de la verdad, la participación de las bases y el voto electrónico o físico nos dejan una situación que puede resumirse en mayor fragmentación dentro de los partidos, mayor polarización de la sociedad y aumento de posturas radicales en partidos que aspiran a ser mayoritarios.
La prueba clara y directa la tenemos en estas primarias, el candidato alternativo a Ximo Puig fue el actual alcalde de Burjassot, Rafa García. Un político que aparenta un perfil serio y moderado y que pese a ello utilizó en la campaña y en el encorsetado debate que ambos candidatos protagonizaron a nivel interno, el término ‘plurinacionalidad’. Una palabra o más bien un constructo más del vocabulario podemita que van sacando cuando les conviene generar un foco de debate –recuerden casta, trama,…–. El candidato del PSPV lo utilizó porque su secretario general a nivel nacional, Pedro Sánchez también lo utiliza para ser más pablista que Pablo. Creo que un PSOE escorado a posturas que bailan al son de lo que quieren los radicales nacionalistas no es lo que necesita ni el socialismo ni España. La figura de Ximo Puig, como la de otros líderes regionales del PSOE, mantiene la esperanza de un partido serio y constructivo, que parece no ha renunciado a todo lo positivo que la España democrática ha significado desde 1978.