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Que la suerte os acompañe...

5/01/2017 - 

“Suerte para cada uno de vosotros y vuestras familias en 2017. Suerte para todos en 2017”. Así concluía el presidente de la Generalitat Ximo Puig su discurso de fin de año. Por supuesto nuestro presidente se refería a “buena suerte”, pero lo cierto es que ese deseo para el año que ahora comienza no deja de transmitir cierta incertidumbre e inquietud sobre un futuro en el que parece que no podamos hacer mucho. Y es que simplemente recorriendo las acepciones de la palabra “suerte” en la RAE, observamos que es un concepto relacionado con la fortuna o la casualidad, sin que se haga referencia a una acción planificada o dependiente de la voluntad del individuo.

La mitología grecorromana cuenta que Tyje, llamada Fortuna en Roma, era la divinidad que encarnaba el azar. Se la representaba con los ojos vendados, y empuñando un timón pues guíaba la vida de todos los seres humanos, presidiendo todos sus acontecimientos vitales, y distribuyendo según su ciega voluntad, los bienes y los males. Su culto en Roma se institucionalizó por Servio Tulio, en el siglo VI a.C., precisamente como agradecimiento al permitirle dejar de ser un simple esclavo y convertirse en el sexto rey de Roma.

Claro que creer sin más en la buena o mala suerte para explicar lo que sucede y nos sucede, es asumir que no tenemos control alguno sobre sobre nuestro destino y que, por tanto, no tenemos responsabilidad alguna sobre los resultados. Frente a esta posición, incluso los propios romanos, sin renunciar a sus tradiciones, evolucionaron hacia la convicción de que el individuo sí tenía cierto margen de maniobra. Así, se cuenta que el propio Julio César, al ser sorprendido por una fuerte tempestad en alta mar, le dijo a su piloto: “¿Por qué temes? Llevas a bordo a César y su Fortuna”.

En esta línea, el psicólogo Richard Wiseman, autor de El Factor suerte, realizó un estudio durante diez años, a lo largo de los cuales analizó más de 1.000 sujetos agrupados en dos bloques según se consideraran afortunados o desafortunados. Sus conclusiones fueron que la suerte no era simple azar o destino, sino que se relacionaba directa y positivamente con cuatro factores que todos podemos aprender y aplicar:

  • Maximizar las oportunidades, lo que implica no solo estar abierto a nuevas situaciones, sino aprovechar la interacción con otros entornos y personas que dichas situaciones generan. Sin necesidad de recurrir al horóscopo, las personalidades extrovertidas, con bajo nivel de ansiedad y curiosas, tendrán más posibilidades de encontrarlas y sacarles partido.
  • Hacer caso a la intuición, pero entendiendo la intuición como expresión destilada de la experiencia que cada uno va adquiriendo en la vida, y de la que no siempre somos conscientes. Frente a la parálisis por análisis de algunos, este aprendizaje automático da especial buen resultado en la toma de decisiones y en especial en la gestión de las relaciones personales. “Si se piensa demasiado, nunca se hace nada” que diría el mafioso marsellés interpretado por Kad Merad, cuando Jean Reno duda en liquidarle en el filme 22 balas.
  • Desarrollar una actitud optimista: el pensar que las cosas saldrán bien incrementa las posibilidades de lograrlo, porque una actitud motivada potencia nuestras capacidades (innatas o adquiridas), y proporciona la constancia requerida para impulsar las acciones necesarias para lograr los objetivos.
  • Gestionar positivamente la adversidad: en efecto, no todo sale bien siempre, pero no es lo mismo hundirse en la autocompasión y deprimirse, que extraer las lecciones de la experiencia, ser flexible, y convertir el fracaso en aprendizaje preventivo. O como diría Edison: “no fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”.

A la vista de lo expuesto, quizá nuestro muy honorable presidente se refería a estos cuatro factores, cuando cual jedi nos deseó que la suerte nos acompañara. Y si así fuera, que cada cual los concrete en la hoja de ruta personal que le guíe con el mejor criterio en este 2017. ¡Feliz año nuevo!

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