En el peor momento, ¿qué espera el lector de nosotros? Saquemos buen provecho de esta inflexión, porque las sensibilidades están a flor de piel y será mejor que pongamos las cartas sobre la mesa antes de otro año complicado
2020 nos ha envejecido y, por favor, ahórrense la pantomima de que la vejez solo trae cosas buenas. Creo que podemos contar como excepciones a aquellos que, en este nuevo escenario de relaciones hechas trizas, no se sienten apocados y hasta perdidos. Hay toda una escala de grises, sin duda, pero para el sector hostelero ya sabemos que el negro predomina: Conhostur ha publicado esta semana la cifra al pie de este horrendo ejercicio, con una caída del 44% para el sector.
Los malos tiempos también lo son para la lírica. Escribir sobre el comer y el beber en estas circunstancias no es sencillo. Y no me fijo en las inevitables desinversiones publicitarias; apunto a la labor que un periodista gastronómico asume, que suele ser responsable. Si lo que publicamos ha de arrojar luz en la oscuridad, si lo que aportemos tiene que ver con informar y agregar valor añadido a aquello que los lectores pueden ahorrarse con nuestro trabajo, ¿cómo medir la crítica y equilibrar el oficio con la empatía por el destrozo empresarial?
A menudo a estas reflexiones se llega desde una situación externa, con cierta distancia. En este caso desde un tuit (ni siquiera desde la crítica). El periodista Vicent Marco, en cuyos libros ha hecho una labor de recopilación antropológica muy interesante sobre placeres gustativos valencianos, publicó este mensaje hace tan solo una semana. No creerás lo que sucedió a continuación (o sí).
En el tuit ya transpira el amor que Vicent ha tenido por el Bar Alhambra desde hace años, entre otros asuntos por una cuestión de vinculación al barrio. También se intuye que lo que quiso decir tenía que ver con aquello a lo que durante años miles de comensales han buscado en ese templo de lo honesto: tortillas con un sabor y untuosidad al alcance de muy pocos. De hecho, al alcance de unos propietarios que dedicaron su vida a ese arte sin ínfulas más allá de la recopilación de cariño de sus clientes.
Marco no pidió solo una, por supuesto. Alabó el servicio y, como respuesta, recibió un buen número de respuestas afeándole el flaco favor que le hacía a los nuevos propietarios con el tuit. Una serie de tuits conectados por una fascinante realidad: el anonimato.
Es un tuit, pero con el agotamiento mental al que llegamos para clausurar este 2020 les aseguro que no es cualquier cosa. ¿Cuál es la posición idónea? ¿Qué esperan de nosotros? ¿Les interesaría leer un medio que manifieste que, dado el caos económico del sector, inicia una dejación de funciones a la espera de tiempos mejores? ¿Y creen que, de volver a una antigua normalidad (aproximada), será necesaria esa labor para –no sé– cribarles y echarles una mano desde el bagaje?
Habrá algún perfil anónimo de Twitter que a estas alturas del artículo pensará que aquello que hacemos es irrelevante. Sin embargo, lo verdaderamente irrelevante en este ámbito y en cualquier otro es el silencio. La nada, el encogimiento de hombros, la sumisión a las circunstancias, está llamada a la dejación de funciones. Un local abierto al público, como lo es un periodista que da la cara, está abierto (nunca mejor dicho) al pensamiento.
Si a su parecer el tuit de Vicent Marco es irrespetuoso, hagan la fórmula inversa. Imaginen que los nuevos propietarios del Alhambra o los de cualquier otro establecimiento dejan de tener clientes pasado un tiempo. Es posible que a nadie haya tenido el ánimo de enfrentarse –con nombres y apellidos– a una experiencia. Y puede, no sé que pensaran, que este y otros muchos mensajes hayan fomentado una desaparición que –me consta– el autor del mensaje no desea.
A este annus horribilis le quedan cuatro telediarios. Ustedes deciden con sus lecturas y con su inquietud qué tipo de futuro quieren con este tipo de actitudes. No le tengo un excesivo apego al oficio, así que aclárense y hágannos saber qué tipo de periodismo gastronómico les apetece para 2021. En silencio, no lo olviden, cargamos con las relaciones internas del sector al que –como ya he dicho– le cuesta encajar que el lector está por encima de todo. Cada viernes, a primera hora, alguna compañera sabe de lo que hablo. Pero si de veras creen que esta guía hedonista ha de ejercer el lacayismo y encogerse de hombros, avísennos. Conociendo al personal de la casa, intuyo que cerraremos antes de asumir la pobreza de su actitud.