Divinity. High class. Salidas a hoteles y domicilios, outcalls to hotels and flats, despedidas estriptis, número seis, cero, dos, etc… Alguien ha dejado la tarjeta en el cesto de mi bici y, lejos de ponerme cachonda, inflama mi vena abolicionista. Esta mañana he rescatado un perro perdido en el río y solo he tenido que llamar a la policía local para devolverlo a casa; una chica ha sido encantadora con mi pequeño drama y me ha pedido la ubicación, las características del perrete, ha activado un protocolo. Así de fácil. ¿Por qué no podemos rescatar con la misma facilidad seres humanos?, ¿qué hace nuestra comunidad con las mujeres víctimas de trata?
El pasado día 23 se celebró el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata y la mitad de las víctimas de trata, según la ONU, son mujeres y niñas. Pero no he visto que esta noticia copara los noticiarios. La opinión corriente es que no puede extinguirse lo más antiguo del mundo, aunque también lo eran la esclavitud, las ejecuciones públicas y las monarquías absolutas. O que las mujeres prostituidas lo hacen con libertad y esto choca con ese 90 % que, en las encuestas, contestan que cambiarían de oficio.
Melissa Farley, psicóloga que lleva cuatro décadas estudiando el destrozo psicológico que acarrean estas mujeres, ha establecido en 68% la prevalencia de estrés postraumático: el mismo síndrome que padecen los supervivientes de guerras, terremotos, violación o tortura. Sin embargo cobran por ello, se quejan los defensores de la legalización, ¿de qué podrían quejarse? Creen que si el oficio fuera tan devastador como estamos denunciando, no existiría desde el inicio de la Humanidad. A este argumento tramposo quizá haya que darle la vuelta: ¿acaso no existe desde siempre el asesinato?, ¿la mentira?, ¿el robo?, ¿acaso no es lícito perseguirlo, aunque no se extinga?
Discuto de vez en cuando este tema con hombres que se encogen de hombros, que hablan de un amigo de un amigo que sólo busca lejos de las prostitutas “amargadas” o de calle, ¿acaso hay alguna que no esconda amargura debajo de su sonrisa? Los puteros también han sido objeto de estudio psicológico y se perfilan como hombres con más narcisismo que empatía, de una masculinidad agresiva y con rasgos de misoginia; educados en la idea de que someter a una mujer es un rasgo de hombría. Con estos atributos es difícil que se inhiban a pesar de ver el miedo velado en la cara de una mujer a la que pagan.
En Países Bajos y en Alemania, donde se reguló la prostitución hace años, el estigma sigue pesando sobre ellas y el debate sobre la supuesta libertad con la que las mujeres se prostituyen sigue abierto. La alemana Ley de Protección de la Prostitución, de 2017, las obliga a registrarse y a someterse a revisiones de salud periódicas. Sin embargo, solo 25 mil lo han hecho (las nativas) y la cifra total se estima en 400 mil, la mayoría extranjeras e indocumentadas, que han sido traídas por las mafias desde la aprobación de la ley. El país entero ha seguido debatiendo sobre la idoneidad de esta norma y prepara un informe completo para el Parlamento que debe estar listo el año que viene. Los detractores aborrecen el mensaje de normalidad que se ha propagado entre los clientes y que ha hecho que sus prácticas sean más violentas y desinhibidas. Es un mensaje que incluye la idea de que el deseo de los hombres debe satisfacerse, como un derecho básico, e ignora que se cosifica a personas para este fin, o sea, se las mantiene lejos de sus derechos básicos.
En el modelo opuesto, el de países como Suecia, Francia, Irlanda, Rumanía, Croacia y Lituania, se prohíbe la prostitución y se castiga al cliente. Parece el modelo que gana hegemonía y el Parlamento Europeo ya aprobó en 2014 una resolución en la que calificaba la prostitución como “contraria a la igualdad de género y a los derechos humanos”. El hecho de que la inmensa mayoría de clientes sean hombres y la inmensa mayoría de prostituidas mujeres enseña la cara de la enorme desigualdad de género que impera todavía hoy y la forma desquiciante en que hemos normalizado todo esto. Margareta Winberg, la ministra sueca de igualdad que promulgó en el 99 su ley que penaliza a los puteros y no a las prostitutas, da una respuesta muy sencilla cuando se le pregunta cómo dieron el paso: “muy fácil, porque en nuestro Parlamento hay más de un 50% de mujeres”. Su modelo incluye tres ejes: desincentivar el consumo con sanciones a puteros y empresarios, proteger a las mujeres y educar en igualdad.
Nosotros, sin embargo, no tenemos ley alguna, ni abolicionista ni reguladora. La prostitución no es, por tanto, legal ni ilegal. En su reciente estudio La Prostitución en la Comunitat Valenciana, el sociólogo Antonio Ariño da unas cifras terribles: el análisis de los anuncios en internet revela un Corredor Mediterráneo de la prostitución, con unas 13 mil mujeres activas en nuestra Comunitat (100-120 mil en España). Sigue presente en la calle y en los clubs (164 locales de alterne valencianos en 2021), si bien aumenta en los pisos y las plataformas digitales. Y los “clientes recientes” (me duele el eufemismo de “varones consumidores de prostitución”, o “clientes” en vez de puteros) se cifran entre el 4 y 6 %. Ariño nos recuerda cómo la visión capitalista e individualista de la prostitución reduce la cuestión nuclear a un intercambio privado y consentido donde “comprador y vendedor están de acuerdo en la transferencia” y pone el acento en esta forma de blanquear lo que, en realidad, es un acceso a los cuerpos de mujeres empobrecidas, a la coacción por dinero, o sea, el sometimiento de las vulnerables.
Por mucho cartel de “Municipio libre de Violencia de Género” que se ponga a la entrada de cada pueblo, la realidad es que ni la policía, ni los gobiernos ni los juristas toman gran interés y mantienen abiertos los clubs con letras de neón, las webs que anuncian los pisos con coordenadas exactas e incluso asociaciones de empresarios de puticlubs. Llegué a pensar que el desapego hacia esta tragedia era porque en cada hombre había un putero: Ariño arroja unas cifras sorprendentemente bajas, un 80,6 % de los varones sostiene que nunca ha pagado por el sexo (encuesta del 2021).
¿Cómo puede ser, pues, que para ese 20 % de clientes, 115 mil estimados en nuestra Comunitat, se permita segar tantas vidas?, ¿es solo porque mueve dinero? Estamos en un enorme burdel del que todos apartamos la vista, ¿qué tiene que pasar para que el tema se ponga en el centro del debate? Después de hablar hasta la hartura de los vientres de alquiler, de Ana obregón y del consentimiento, ¿no estamos preparados para debatir esto? No es un tema menor, interpela a toda la sociedad, revisa los roles de género aprendidos y los derechos humanos, pero lleva demasiado tiempo a la espera.
El perrete que he rescatado esta mañana en el río se llamaba Freddy. Era un lanudo temblón que lloraba en la esquina del pipi can, donde alguien lo había llevado a la espera de que su amo apareciese. No era una víctima de trata, ni venía de Nigeria, América ni Asia. No debía dar masajes ni atender una barra americana, tampoco permanecer allí bajo la coacción de un ritual vudú ni amenaza de muerte. Lo he acariciado hasta que ha aparecido su dueña. Después he llamado a la local para desactivar mi aviso. Su dueña se recuperaba del susto y él movía la cola. Tenía derechos, tenía papeles y hasta una Ley de Bienestar Animal. Todo estaba en regla.
Si estás siendo víctima de violencia, el teléfono 016 atiende a las víctimas de todas las violencias —de la física a la psicológica, la sexual o la trata—, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 52 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico [email protected] y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.