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cofundador de finest portfolio ideas

Rafael Carrau: «Más de un cliente ya paga por tener su dinero en el banco»

Como buen aficionado a la fotografía de animales, sabe tener paciencia. Por eso es de los que tiene los pies en el suelo a la hora de asesorar a sus clientes sobre cómo invertir mejor su dinero.

| 14/11/2018 | 5 min, 29 seg

VALÈNCIA.- Rafael Carrau Criado (València, 1962) estaba predestinado a estudiar Derecho y trabajar en la abogacía, tal y como habían hecho antes su bisabuelo José María, su abuelo Pablo y su padre Ignacio. Un apellido valenciano con abogados de cuarta y quinta generación que «no pesa porque es un orgullo y una responsabilidad, y si asumes tus retos profesionales con naturalidad, lo podrás hacer más o menos bien pero podrás dormir tranquilo». Tal y como reconoce a Plaza, dudó entre estudiar Derecho o Periodismo, pero «en aquella época no había dónde hacerlo en València por lo que la decisión resultó fácil». 

Licenciado en Derecho, abogado y asesor financiero, este amante de la fotografía de animales en la naturaleza —«especialmente en Bronchales (Teruel) donde me escapo siempre que puedo»— comenzó a trabajar en el despacho familiar hasta 2002, cuando decidió irse a una pequeña cooperativa de crédito llamada Crèdit Valencia. En ella no solo participó en su nacimiento sino que fue una de las claves de su despegue: «Fue un reto que me plantearon y acepté tras quince años de ejercicio profesional muy satisfactorio; era un cambio profesional interesante y realmente disfruté realizándolo».

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Fue entonces cuando se cruzó en su camino Vicente Carpio —«un magnífico fichaje que hicimos para dirigir la gestión de la tesorería de Crèdit Valencia y que demostró ser un gran profesional»—, cuya vida laboral va paralela a la suya desde hace casi dos décadas por cuanto compartieron la aventura del Grupo CRM. Posteriormente, y tras la fusión con Cajamar, ambos salieron y se embarcaron en la puesta en marcha de Finest Portfolio Ideas, una firma valenciana de asesoramiento financiero en pleno despegue. «Vicente es una persona en la que siempre se puede confiar y un excelente profesional de la gestión de tesorería», reconoce este aficionado a la pesca de la trucha, el golf y la escritura —ha publicado dos libros: el ensayo Qué es la nación (2006) y el trabajo Compliance para pymes (2016)—.

Como experto abogado reconoce que el sector ha cambiado mucho en Valencia en los últimos tiempos. «Hay grandes profesionales del Derecho, pero ahora hay demasiada masificación; las grandes empresas abusan imponiendo condiciones miserables a muchos abogados para la llevanza de pleitos y eso acaba perjudicando a la abogacía y a la justicia». Asimismo, advierte de que los masivos pleitos provocados por los productos bancarios —preferentes, subordinadas, cláusulas suelo…— «han degenerado la calidad de la justicia y la de todos los profesionales que en ella intervienen, porque ha provocado que la mayoría los llevasen como si fueran una máquina de hacer churros (las demandas, las contestaciones y las sentencias). Y eso no es bueno ni tiene sentido alguno». De ahí que recomiende, desde su dilatada experiencia, diseñar procedimientos específicos que solucionen los pleitos masivos.

Rafael Carrau —junto a su inseparable Vicente Carpio— fundaron en 2013 Finest Portfolio Ideas. «Estábamos convencidos de que el asesoramiento financiero iba a crecer, pues la banca había cambiado para mal en la relación con el cliente. Los antiguos directores de banca eran los asesores financieros de los clientes. Con la optimización por objetivos de las oficinas bancarias, pasaron a convertirse en ‘colocadores’ de productos», explica. Posteriormente, Finest Portfolio Ideas se convirtió en agente de Tressis SV. «Nos ofrecían las mejores herramientas, unos magníficos equipos detrás y la mayor autonomía posible a la hora de realizar nuestra función como agentes con los clientes», justifica. 

El ahorrador ha de ser consciente de que si quiere ahorrar, deberá mantener en el banco la tesorería necesaria para atender sus pagos, y pasar el resto a vehículos de ahorro o de inversión

Desde su larga experiencia en la city local tiene claro que en València hay mucha cultura financiera porque «al ahorrador valenciano le gusta invertir en bolsa y en otros instrumentos. En mi etapa en banca me sorprendió ver la intensa actividad que tenían algunos clientes que no hubiera imaginado como inversores». Asimismo destaca el gran trabajo realizado por la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros (FEBF) —«lleva muchos años aportando valor»— y la intensa actividad que en València están desarrollando «alternativas financieras como las lanzaderas, fondos de capital riesgo, bussines angels o crowdlending. El espíritu fenicio de los valencianos se nota en en la city local».

Ante la pregunta de si llegará un día donde los españoles tendrán que pagar por tener su dinero en el banco, es tajante: «Ese día ya ha llegado porque entre la situación actual de los tipos de interés y las comisiones que se pagan, más de un cliente bancario está pagando por tener su dinero allí. Al fin y al cabo, una cuenta es un servicio de domiciliación de recibos y de custodia de fondos, y los servicios se pagan. El ahorrador ha de ser consciente de eso y, si quiere ahorrar, deberá mantener en el banco la tesorería necesaria para atender sus pagos, y pasar el resto a vehículos de ahorro o de inversión».

Para terminar se muestra preocupado con la situación política actual por «la dependencia de apoyos tanto nacionalistas como populistas. Los nacionalismos de hoy en día no están por la labor de construir sino al contrario, son destructivos; mientras que los populistas demuestran que se guían por ideas trasnochadas y que han generado mucha pobreza en el mundo».  

La ‘tasa Tobin’ española

VALÈNCIA.- El nuevo impuesto a las transacciones bursátiles anunciado por el Gobierno y su socio Podemos es «un tremendo error» para Rafael Carrau. «Va a perjudicar al pequeño ahorrador que pagará cada vez que compre y venda una acción. Los grandes ahorradores preferirán operar en otros mercados. El populismo lleva a decisiones irreflexivas que no aportan ningún valor real».

* Este artículo se publicó originalmente en el número 49 de la revista Plaza

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