VALÈNCIA. La historia como arquitecto de Rafael Tamarit (Ruzafa, 1939) nace en una esquina. En concreto en el chaflán de las calles Císcar y Burriana. Allí, sentado en la entrada del humilde negocio de motocarros de sus padres, observaba absorto la construcción de un edificio en la acera de enfrente. Ese mismo local ardería hasta los cimientos cuando Tamarit llevaba apenas un año en Madrid, desplazado para estudiar Arquitectura, en un incendio que causaría la muerte de su padre.
Fue el hermano Andrés, uno de sus profesores en el colegio Hermanos Maristas de València, quien vio las posibilidades que atesoraba un adolescente Tamarit y animó a sus padres a apoyar la decisión de Rafael de trasladarse a Madrid para iniciar los estudios de arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (ETSAM), que por aquel entonces duraban la friolera de ocho años: dos años de Ciencias Exactas, curso preparatorio de dibujo y los seis años de carrera. Casi nada.
Tras el fallecimiento de su padre, Rafael debe contribuir a la economía familiar y a la viabilidad de su estancia en Madrid, así que comienza a dibujar viñetas humorísticas que vende a diversas revistas de la época, como Don José. En la capital, tras estar su primer año en una residencia universitaria, pasa los siguientes cursos en un pequeño apartamento en la Gran Vía, con Massiel y Concha Piquer como vecinas.