Con los ecos de la investidura fallida resonando llega el baile del nombramiento-renuncia del ex-Ministro Soria para el Banco Mundial que, necesariamente, ha de traer cola por su inoportunidad y connotaciones. Los analistas políticos exprimirán ese limón pero el hecho es susceptible de un análisis paralelo que me resulta imprescindible para el que usaremos como herramienta el texto de Carlo Cipolla (Catedrático ya fallecido de Historia Económica en las Universidades de Pavia y Berkeley): Las leyes fundamentales de la estupidez humana, publicado en su librito “Allegro ma non troppo” (Crítica, 2010). Un texto de lectura fácil imprescindible para cualquiera que quiera protegerse de la estupidez de otros. Cipolla presenta una herramienta sencilla de análisis consistente en un cuadrante dividido en cuatro sectores en los que se clasifica a la gente en función del beneficio de sus acciones en cuatro categorías: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos. Para no extenderme innecesariamente, simplemente constataré que los estúpidos son aquellos (sic) que causan un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio (Tercera Ley Fundamental o Ley de Oro). Ciertamente puede cuestionarse parte de la premisa especulando con la idea de que la designación pudo tener un componente de cambio de cromos a uno u otro plazo pero a la luz de lo que se sabe fehacientemente el nombramiento debilitó interna y externamente a Rajoy y la renuncia pone el broche de oro al no resultar nadie, finalmente, beneficiado. Tiene reminiscencias este episodio con aquel barberiano del “Caloret” en el que la reflexión humanizante era si no tendría la ex-Alcaldesa algún amigo/a lo bastante próximo y sincero como para decirle que, sin cuestionar las cosas que se hubieran hecho bien, era momento de plegar antes de ser plegado.
Siguiendo con este análisis atípico, soy consciente, de la realidad política llegamos a dos corolarios relacionados con el contacto con el poder: a. el riesgo de un adormecimiento de la autorrepresión moral (coloquialmente algunos le llaman desparpajo); b. son escasos los amigos, si los hay, que actúan como tales. Mas corrientes son los compañeros de viaje tratando de sacar tajada. Deberían mirarse ésto los políticos y procurarse mas que un coach algún amigo. De nada, si siguen mi consejo.
Carece de sentido reescribir a Cipolla, mejor el homenaje citando textual el capítulo sexto de su tratado (Estupidez y poder) con leves modificaciones a efectos de brevedad: “En el seno de un sistema democrático, las elecciones generales son un instrumento de gran eficacia para asegurar el mantenimiento estable de la fracción de estúpidos entre los poderosos. Hay que recordar que, según la Segunda Ley, la fracción de personas que votan son estúpidas, y las elecciones les brindan una magnífica ocasión de perjudicar a todos los demás, sin obtener ningún beneficio a cambio de su acción. Estas personas cumplen su objetivo, contribuyendo al mantenimiento del nivel de estúpidos entre las personas que están en el poder”.
De lo anterior se podría colegir que el autor esta llamando tonto a Rajoy. No necesariamente. Por suerte, otra vez, viene en ayuda Cipolla cuando sustenta en apoyo de la Primera Ley que “personas que uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado se revelan después, de repente, inequívoca e irremediablemente estúpidas”. La vida es así y así son las cosas en discrepancia con la brillante parrafada de Iglesias en el debate: “por lo que fuimos somos y por lo que somos seremos”. Pues no. La línea de continuidad del binomio inteligencia/estupidez no es automática. Como poco hay que verla con hechos en la respuesta a los riesgos de la exposición al poder.
J.V. Sánchez-Andrés. Catedrático de Fisiología, UJI