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AMORES DE VERANO

Ramon Marrades y Juanma Baixauli: ¿turismofobia o adicción al turismo?

El director estratégico de La Marina de València y el empresario turístico propietario del Grupo Gheisa protagonizan la conversación. Bullying inmobiliario, fobia al guiri, los planes de la ciudad para atraer visitantes, cruceristas...

9/07/2017 - 

VALÈNCIA. Alegría, comienza la tercera edición de Amores de Verano, entrevistas a dos para descifrar las claves (más o menos) de cuestiones que nos oprimen. 

Los dos primeros invitados son Ramon Marrades, director estratégico de La Marina de València, y Juanma Baixauli, empresario turístico propietario del Grupo Gheisa. Dos de las voces más reconocidas para afrontar el debate encarnizado sobre las diferencias entre ser una ciudad de turismo o una ciudad con turismo. 

Lugar: el edificio Veles e Vents. Hora: 11 de la mañana. Tras un trayecto hasta la base del Alinghi en el que los que van a conversar se entrecruzan con turistas en bicis biplazas y con un hombre con riñonera, el debate prende. En los preliminares cuentan de dónde proceden sus inquietudes. En el nudo se intensifica el razonamiento sobre cómo hacer que la convivencia local de una ciudad maride con el ritmo visitante. En el postrero jiji-jaja nos cuentan sus planes (turísticos) para este verano. Porque todos somos guiris.

¿De dónde viene lo vuestro?

Juanma Baixauli: Desde principios de los ochenta he viajado mucho y muchas veces solo. Entonces trabajaba de peón caminero, haciendo caminos, aislado en el monte, con diecinueve y veinte años. Pero lo que me gustaba era viajar. Me ofrecí a una agencia para colaborar con ellos en los viajes, quería poder viajar. Acabé la carrera y me fui durante 105 días a África haciendo 19.000 kilómetros desde aquí hasta el Golfo de Guinea. Fue un viaje salvaje. Luego convertí esa aventura por África en una manera, también, de transportar material de las ONGs. En ese viaje de tres meses yo peté, me dio tiempo a pensar mucho. Al volver decido montar Viajes Gheisa.

Ramon Marrades: Siempre he sentido una especie de fascinación por ese invento tan extraño que es que los humanos decidamos vivir juntitos. Al principio era una fascinación más ligada a las culturas musicales y a la identidad adolescente. El ‘click’ vino cuando quise estudiar economía, por cosas como las que cuenta Isaac Asimov en sus libros de la Fundación, lo que él llama la psicohistoria. Lo que cuenta Asimov es que cuando la humanidad es tan grande llega un momento en el que puedes predecir el futuro a través de la estadística. A varios amigos nos llaman mofándose los psicohistoriadores. Luego me di cuenta que eso de predecir el futuro es totalmente mentira y los economistas son buenos explicando fenómenos pero lo demás se acerca bastante a la brujería. Justo al final de la carrera me meto en la sociología urbana, porque si unes cultura, economía, arquitectura, etc. te aparecen las ciudades. Estudié economía urbana con Josep Sorribes como profesor, que es el mestre, dándome cuenta que la ciudad es el gran invento de los humanos. 

¿Qué es lo que más os atrae del turismo?

Juanma Baixauli: Me fascina que pudiendo estar siempre en el mismo sitio hoy la gente se mueve a lugares distintos para resolver necesidades diferentes que en su territorio no tiene resueltas. Y no sólo para ir de vacaciones, claro. El turismo es camaleónico, se mimetiza con cualquier movimiento: idiomas, cultura, música, gastronomía, sanidad… Eso es lo que más me apasiona: por qué eligen un lugar y no otro. Entonces me pregunto: ¿por qué deben venir a mi territorio? Esto es como si fuera un club. En esta ciudad todos somos de un club y debemos decidir quiénes queremos que vengan al club. Si no diseñamos bien quién queremos que entre tendremos problemas. Se trata de elegir qué motivaciones queremos atraer.

Ramon Marrades: Lo que más me interesa del turismo es que todos somos turistas o lo hemos sido en algún momento. Por eso es problemático separar el turismo de las otras actividades urbanas y ciudadanas como si separamos el agua del aceite. Si tenemos el Carmen saturado probablemente tendremos mucha gente de València participando de los mismos usos turísticos. Entiendo la metáfora del club pero no me obsesionaría con ir buscando a un nicho específico. 

¿Se le da demasiada importancia al turismo en el debate económico?

Juanma Baixauli: Este es un buen lugar para recibir turistas. Creo que hay que darle importancia, incluso más, pero sobre todo para repensarlo. Es una de las mejores fortalezas que tenemos y debemos tener buena estrategia. Hoy los principales motivos para viajar son el ocio, la salud, el deporte y la formación. Si tuviera que decidir qué motivación debe primar en València me inclinaría por formación. Somos un buen territorio para aprender. La formación mueve cada vez a más gente. Atrae un turismo de calidad y a la vez deja talento en la ciudad. Un ejemplo es Berklee. Cuando Berklee decide instalarse aquí convierten un recurso que teníamos (el músculo musical) en un producto. 

Ramon Marrades: Hay muy pocas actividades que sean estrictamente turísticas hoy en día. Si lo piensas el alojamiento y ni totalmente. Los restaurantes, el consumo que se hace en la ciudad, la formación, es compartida por los visitantes y los que vivimos aquí. Son visitantes transitoriamente ciudadanos. 

¿La alarma frente a los riesgos del turismo en València tiene una base real?

Ramon Marrades: Sí. No es una ciudad que esté saturada pero el miedo está razonablemente justificado. Hay una amenaza. Es verdad que cuando hablamos de congestión del espacio público se puede solucionar con mejor calidad urbana; o que si nos referimos a la calidad del espacio comercial en zonas como la Plaza del Ayuntamiento o la Plaza de la Reina nos daríamos cuenta de que un porcentaje alto de los consumidores son locales. Los impactos más peligrosos ocurren en el sector de la vivienda cuando por la mal llamada economía colaborativa introduces un coste de oportunidad, entran actores potentes a comercializar apartamentos y tiene un impacto brutal en el precio. Pero lo que me preocupa muchísimo es la demonización del individuo: tourists, go home, la manifestación por Ciutat Vella de manifestantes vestidos de turistas… Demonizar al guiri es contraproducente. Una de las ventajas más competitivas de València es que es una ciudad con bajas barreras de entrada: tú puedes ser quien quieras ser y habrá respeto a tu elección, es una ciudad que da la bienvenida, y en eso le tenemos que agradecer al turismo su capacidad de intercambio y de ayudarnos a la modernización. 

Juanma Baixauli: Que al residente le empiece a chirriar el visitante tiene mucho que ver también con el deseo del turista de vivir lo auténtico. Significa que yo no quiero estar aislado, quiero estar donde vive la población local. Vamos a un viaje y decimos “fui a un lugar donde no van los turistas…”. Buscamos esa diferenciación. Eso aumenta el riesgo de la convivencia entre ambas partes. 

Ramon Marrades: Es posible que el del Mercado Central sea el caso más explícito de ese riesgo, pero si aspiramos a tener soluciones únicas para parar tendencias que son imparables nos estamos equivocando. En este caso tampoco se puede circunscribir solo al propio mercado, sino a los alrededores. Puede ser una cuestión de precio, de horarios, de pedagogía, de trabajar con los agentes involucrados en el problema. 

Juanma Baixauli: Parte de la solución tiene que ver con redistribuir especialmente la presencia de turistas. El desarrollo de la ciudad con espacios como éste, La Marina, puede descongestionar el centro de la ciudad. Deslocalizar. 

Ramon Marrades: Dejando pócimas mágicas a una lado, empezaría por entender el turismo como una derivada, por hacer políticas urbanas, no gestionar turistas sino gestionar ciudades donde hay turistas. Generar focos alternativos en distintas partes de la ciudad estará bien pero deben ser focos atractivos para la propia ciudad… y luego ya atraerá a los turistas. Es nuestro enfoque, no nos obsesionemos por el turismo. Hagamos propuestas culturales, formativas, náuticas… y ya llegarán. 

Juanma Baixauli: Hay un caso muy paradigmático de convertir un recurso en un producto. Cuando en 2011 el Maratón de València se plantea cómo un uso que tiene la ciudad puede resultar atractivo para los de fuera, entonces piensa una estrategia: hacer que sea el recorrido más rápido posible para que vengan a hacer tiempos, hacer que salgan del puente miles de personas juntas, atrer a los corredores más veloces... Ahora ya vienen más de 4.000 extranjeros. La Copa América no tuvo detrás una estrategia, te proyecta pero ahora no navega más gente que antes. 

Ramon Marrades: Los eventos no son malos ni buenos en sí. De la Maratón me gusta mucho una cosa: que esa atracción sería imposible si la gente no lo disfrutara aquí. Había ya un sustrato, una ciudad fácil para correr, donde la gente ya lo hacía. Además es un evento que utiliza una infraestructura que ya existe. Los locales y los visitantes están en total convivencia. El error sería pensar un elemento como una oferta estrictamente turística: pensar en un centro comercial para captar a los cruceristas, un museo sólo para los turistas… Un error. Si tienes un museo fantástico que funciona para la ciudad, seguro que vienen de otros lugares. 

Juanma Baixauli: Tenemos que ser capaces de convertir en buen producto los recursos que ya tenemos. La Fórmula 1 era un artificio, la Copa América no ha hecho que se incrementara el número de gente que viene a navegar… 

¿La estrategia turística de València es la acertada?

Juanma Baixauli: Se ha trabajado bien el consenso, hemos sido consultados todas las partes. Hay un plan. Es un acierto segmentar por nichos. Un detalle como tener una oficina para que quien quiera venir a grabar películas a la ciudad esté bien atendido provoca que ya estén aumentando el número de rodajes. 

Ramon Marrades: Hay un planteamiento claro, pero insisto en la reflexión de gestionar una ciudad con turistas, por tanto eso incluye que la política de vivienda y el espacio público esté dentro de la ecuación. No son películas que vemos en Barcelona, en Valencia estamos viviendo los primeros casos de bullying inmobiliario. Y la solución no es señalar al turista, sino entender quién se lleva plusvalías de ciertos negocios, cuáles son los impactos y cómo evitar que se expulse a los locales. 

¿Los cruceros deben entrar en ese plan?

Juanma Baixauli: Desde luego el impacto económico no es tan grande como parece. Es interesante cuando la ciudad tiene puerto de entrada o salida del crucero porque ahí sí fija más al crucerista. Pero de lo contrario satura determinadas zonas, deja pocos recursos… 

Ramon Marrades: Titulé provocativamente en mi artículo (en Valencia Plaza) Ciudades libres de cruceros para señalar algo que es difícil de rebatir: los cruceros tienen menos impacto económico que el resto de turistas, pasan pocas horas al día, están sujetos a regulaciones de otros países… Muchas veces hablamos de impactos en número de empleos, en número de turistas pero no nos ponemos a pensar en qué tipo de empleo, qué tipo de impacto, más allá del turista viento en popa a toda vela. 

Juanma Baixauli: Mi única duda es si la visita del crucerista sirve para que muchos turistas descubran la ciudad, que la pongan en el radar por primera vez. 

Ramon Marrades: Si somos una ciudad donde la satisfacción del visitante crece conforme más tiempo pasa, difícilmente vas a seducir a alguien en una visita de tres horas. Cada euro de recursos públicos tiene un coste de oportunidad, entonces nos tenemos que preguntar si es lo mejor invertirlos en una nueva terminal de cruceros o es mejor hacerlo en otras cosas. 

Juanma Baixauli: Las estrategias turísticas, además, deben trascender a los políticos y tener un planteamiento más allá de cuatro años. El Camino de Santiago es una estrategia de 1992 que trascendió a los partidos y políticos del momento. El trabajo que han hecho durante 25 años atrae a un turista de calidad, ha trascendido lo religioso, es un gran producto. Porque si las estrategias sólo están pensadas como rédito electoral, tenemos un problema.

Cómo le contáis València a alguien que no la conoce.

Ramon Marrades: Siempre les cuento que es una ciudad con bajas barreras de entrada. Puedes ser quien quieras, es una ciudad abierta social y económicamente. Vicent Llorens (director general de La Marina) siempre repite que es una ciudad con dos factores que valoramos poco pero son muy importantes: la seguridad y la libertad.

Juanma Baixauli: Cómo ha ido recuperando la zona histórica y ha ido ganando espacios, cómo comienza a mirar al mar. Su calidad de vida, cómo es de manejable. 

¿Qué usos turísticos tendréis este verano?

Juanma Baixauli: Estos últimos años he ido a Mozambique, tengo un observatorio de ballenas allí. Son unas cabañas al frente del Índico. Aunque este año me voy a Jávea.

Ramon Marrades: Este verano voy a hacer parte de turismo activo: tocar en festivales con mi grupo de música Geografies. En septiembre vamos a sacar un nuevo EP llamado Turisme que reflexiona sobre lo que estábamos hablando. Tiene cuatro temas, el primero se llama Barcelona y habla de que un día coges el Euromed y te dice el revisor que hoy Barcelona està tancada porque por Les Rambles no se puede ni andar ese día; el segundo se llama Creuers, coges un crucero con chinos que se están haciendo bocatas para luego al bajar no tener que comprarlos; el tercero se llama Bollit y reflexiona sobre estar con tu pareja en casa del centro histórico y tener a los pies del balcón a un grupo de turistas; y la última, Sóc un anunci, una ironía sobre estar viviendo permanentemente en un anuncio de cerveza.

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