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La Garrotxa, un paseo entre hayedos, volcanes y pueblos de encanto medieval

VALÈNCIA. A veces nos empeñamos en mirar hacia otros países cuando tenemos rincones increíbles en la península ibérica. Lugares en los que escapar de la rutina, conectar con los duendes del bosque —sobre todo en otoño— y descubrir pueblos que llevan a otros tiempos. Uno de esos rincones es La Garrotxa, situada al noreste de Cataluña, en la provincia de Girona. Un paisaje que, al verlo, casi semeja una estampa suiza: largas extensiones de prados salpicadas por masías y el anuncio de pequeños pueblos que parecen pedanías. El amarillo y una paleta de ocres tiñen las hojas de los árboles y un manto marrón cubre parte de las carreteras. En esa planicie emergen antiguos volcanes, hoy forrados de bosques tan frondosos que cuesta adivinar que este lugar, antes, estaba cubierto de magma o que no se tratan de ‘simples’ montañas.

Estoy en el Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa, que se extiende a lo largo de quince mil hectáreas en la comarca de La Garrotxa. Un área conocida por su excepcional relieve volcánico, resultado de erupciones que ocurrieron entre 11.000 y 700.000 años atrás. De hecho, el parque alberga más de cuarenta conos volcánicos y veinte coladas de lava. Recorrerlo en su conjunto, en una escapada larga de fin de semana, se me antoja complicado, así que en estos días conoceré la Vall d’en Bas y los conos volcánicos de Santa Margarida y el de Croscat.

Al bajar del coche, el olor a aire puro llena mis pulmones. Estoy en Las Preses, uno de los municipios de la Vall d’en Bas. Hace frío, aunque, seguramente, no tanto como antaño. Me resguardo al calor de la chimenea, que pronto comienza a calentar la casa. El fuego, el humo y ese caliu me llevan hasta el día siguiente. 

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