Opinión

Revista Plaza Principal

Anotaciones al margen

Escapadas medicinales

Con las vacaciones navideñas encima, los que pueden esquivar las tradicionales obligaciones familiares fantasean con hacer nuestra la prescripción sueca de turismo con receta médica como remedio al dolor físico y mental

Publicado: 23/12/2025 ·06:00
Actualizado: 23/12/2025 · 06:00
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En redes sociales podíamos leer y escuchar: «¿Sabías que existe un país donde los viajes se recetan para mejorar tu calidad de vida?». «El país donde los médicos recetan una dosis de viaje y naturaleza al día», contaban los diarios digitales menos serios. Era la siempre modernísima Suecia, donde habían tomado medidas contra los males de la sociedad actual incorporando el turismo al sistema público de salud. Uno de los países más civilizados sustituía los ansiolíticos por paseos entre abetos y saunas frente al lago. Algunos artículos hablaban incluso de un «nuevo modelo sanitario pionero en Europa», un ejemplo de «bienestar integral» que ojalá copiáramos en España. Era fácil imaginar la escena: la consulta médica, el paciente agotado por la rutina, el doctor escribiendo en su receta «dos días junto al mar y un paseo en barco cada ocho horas después de las comidas».

En este caso, se cumplía el «demasiado bonito para ser verdad». Era el maldito clickbait. Ni los mismísimos suecos podrían permitirse incluir en su sanidad pública esas escapadas relajantes. Solo era una buena campaña de promoción de la oficina de turismo del país escandinavo. En su web se rellenaba un cuestionario con los síntomas y se accedía a una receta personalizada, firmada falsamente por un médico que recomendaba un baño en el Báltico, una estancia frente a un lago o paseos por el bosque y sauna.

Por estas tierras muchos se lo creyeron. Que en Suecia receten visitas turísticas como antidepresivo encaja con la imagen sofisticada que tenemos de los nórdicos, europeos como nosotros, pero tan lejos. Difícil de olvidar aquella teoría sueca del amor que daba título a un documental. La construcción del estado del bienestar donde inventaron la república independiente de las casas con instrucciones de montaje era también el lugar donde cada persona debía poder vivir sin depender de nadie, ni pareja ni familia. Así eran ciudadanos libres, pero también solitarios y tristes.

La receta viajera es muchísimo más amable y encaja a la perfección con el afán por encontrar soluciones fáciles al malestar contemporáneo, llámese estrés, adicción al móvil, aburrimiento, soledad, desencanto o vacío existencial. Esto para los que no tienen dificultades para llegar a fin de mes, están en riesgo de pobreza y/o exclusión social o sufren serios problemas de salud.

Tomarse un respiro un par de días de tu asfixiante entorno es un remedio realmente recomendado por los especialistas en salud y ya nos lo decían nuestras madres: «Anda y date un paseo». Sin embargo, al convertirse estas salidas breves en otra rutina marcada demasiadas veces al año en el calendario pierde su sentido de escapada y genera a su vez ansiedad por estar pendiente de las ofertas, de los nuevos destinos desde el aeropuerto de Manises y de ser el más hábil en meter de todo en la mochila para no pagar por el equipaje de mano.

Los efectos secundarios pueden ser, ya en destino, darnos cuenta de que estar rodeados de lagos y silencio, escuchar pájaros en el campo o alcanzar la cima de la montaña no funciona y nos sentimos igual de mal que en un atasco para ir al trabajo un lunes por la mañana.

Por suerte, en la falsa receta viral solo se prescribían lugares suecos. Si se hubiera extendido a otros destinos, seguro que València entraría en el vademécum: tres días para recorrer el casco histórico, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el paseo marítimo, comer paella y disfrutar del atardecer en La Albufera, que nada tiene que envidiar al de Oia en Santorini. Bastante automedicación de luz mediterránea padecemos.

Tendremos que seguir buscando otras fórmulas mágicas que sirvan de tratamiento eficaz para descubrir esa vida que pensamos más feliz.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 132 (diciembre 2025) de la revista Plaza

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