Luis García Berlanga es el cineasta valenciano más laureado de todos los tiempos y, entre las muchas pruebas de ello, está el reconocimiento del Premio Nacional de Cinematografía de 1980. Hasta el año pasado, ha sido la única persona de la Comunitat Valenciana en haberlo recibido. Pero en junio de 2024, María Zamora volvió a poner a Valencia en el mapa más prestigioso del cine español. No es para menos, aunque tal vez la figura de la productora independiente sea menos vistosa que las excentricidades de Berlanga: su filmografía ya acumula un León de Oro en el Festival de Berlín, una Concha de
Oro en San Sebastián e innumerables premios y menciones en los Goya y otros prestigiosos certámenes internacionales.
María Zamora es una de las productoras que mejor ha sabido leer el cambio generacional del cine español, que ha transformado tanto el fondo como la forma y le ha devuelto una relevancia internacional que no conseguía desde los setenta y los ochenta. Afincada en Madrid, pero natural de València, sigue atentamente lo que sucede aquí, y tanto antes como después del premio, siempre ha reconocido que uno de sus sueños sin cumplir es el de rodar en València. Su pueblo le ha devuelto el gesto también en 2024, con la Distinción al Mérito Cultural que otorga la Generalitat Valenciana el 9 d’Octubre.
El jurado del Premio Nacional de Cinematografía destacó de ella «su apoyo al cine independiente y arriesgado (…) incidiendo en miradas sensibles y diversas»; y Zamora contestó, en el acto de entrega del galardón, que «su mejor logro» ha sido rodearse «de cineastas brillantes». Tal vez reconozca películas como Estiu 1993, Alcarràs, Creatura, O Corno, o las recientes La virgen roja, Salve María o María y los demás solo por sus títulos, o también, el nombre de las directoras que las han escrito o dirigido —Carla Simón, Paula Ortiz, Mar Coll, Marta Nieto, Jaione Camborda-—, pero todas estas películas también han llegado a la pantalla gracias a María Zamora.
Y es que, aunque difusa y muy heterogénea en cada filmografía geográfica, la figura del productor cinematográfico sí podría distinguirse, en palabras de María Zamora, en la persona que ha de «construir un edificio». Su trabajo implica decisiones que abarcan desde el germen del proyecto hasta su distribución en festivales, salas de cine y plataformas digitales.

- María Zamora, tras recoger el Premio Nacional de Cinematografía en el marco del Festival de San Sebastián. -
- Javier Etxezarreta/ EFE
«Es una profesión compleja, porque requiere de un montón de habilidades distintas», reflexiona Zamora, que precisamente atiende a Plaza entre huecos imposibles en su agenda. En España, el productor suele asumir tanto el papel de gestor financiero como el de acompañante creativo, un equilibrio nada sencillo: «Por un lado, necesitas ser muy bueno financiando y controlando presupuestos. Por otro, debes entender y propiciar sinergias creativas para que los proyectos lleguen a buen puerto», explica. Más allá de la idealización de las profesiones culturales, el productor español es, sobre todo, «un empresario que arriesga en cada proyecto», especialmente en el ámbito independiente, donde las restricciones presupuestarias y la falta de recursos son la norma.
El cine independiente en España solo es posible, además de por la inversión propia, por la suma de una red de ayudas públicas, incentivos fiscales y acuerdos con televisiones, tanto públicas como privadas. Pero, contra los prejuicios sobre la medida en la que el sector depende de las subvenciones, Zamora tiene claro que «si los comparamos con Francia, Alemania o Italia, nuestros fondos son mucho menores (a veces tres veces menos). Y aun así, logramos sacar adelante películas que compiten en los festivales más prestigiosos del mundo».
De lo que sí dependen más de 62.000 profesionales —según un informe del Gobierno de España con datos del cuarto trimestre de 2023— y miles de millones de euros de ingresos es de la política cultural de las comunidades autónomas: «En lugares como Cataluña, donde se ha apostado por una política cultural sólida, el talento ha florecido porque se le ha dado apoyo y recursos. Pero en otras regiones, estas políticas no existen o son insuficientes». Aunque la Comunitat Valenciana ha dado pasos decisivos en los últimos años, actualmente se espera un retroceso precisamente por el cambio en las prioridades políticas.
Una «carrera de fondo»
La trayectoria de María Zamora, que empezó produciendo en 2005, ha sido, como exige el sector, una prueba de esfuerzo, paciencia y dedicación: «Mi trayectoria ha sido una carrera de fondo: empecé muy despacio, produciendo cortometrajes y óperas primas de directores noveles, muchas veces con muy pocos recursos. Es ahora, veinte años después y trabajando siempre de la misma forma, cuando se están viendo los frutos».
En una industria en la que cada proyecto requiere tanto dinero y la red empresarial es tan impermeable, los inicios para una joven productora «eran complicados, porque no teníamos el reconocimiento como productora, y eso hacía que fuera muy difícil conseguir la confianza de quienes financiaban las películas. Por eso levantar proyectos costaba mucho más. En esos años, lograba sacar una película al año o menos; en 2024, en cambio, hemos estrenado tres películas producidas desde Elastica. Pero no solo he crecido en términos de financiación, sino también como productora creativa; considero que las creadoras y yo hemos crecido juntas».

- Daniel García-Sala
¿Cuál es esa forma de trabajar que se ha acabado convirtiendo en su principal activo? Su capacidad de acompañar y construir relaciones duraderas con las directoras con las que trabaja: «Con Carla Simón, por ejemplo, llevamos más de diez años colaborando. Desde Estiu 1993 y sus cortos hasta el éxito de Alcarràs, hemos desarrollado una relación profesional que ahora es casi como un matrimonio. Muchas veces no hace falta ni hablar; una mirada basta para saber lo que piensa la otra», comenta.
Con el tiempo, Zamora no solo ha logrado consolidar su posición en la industria, sino que no ha olvidado que la puerta de entrada sigue siendo complicada y ha decidido ser generosa con los que vienen: «Actualmente, coproduzco óperas primas con productoras más jóvenes, a las que intento aportar experiencia y ese know-how que quizá aún no tienen. Mi objetivo sigue siendo el mismo: acompañar el talento de la mejor forma posible para que puedan materializar sus películas tal y como las imaginaban. Eso sí, sin olvidar la viabilidad de los proyectos. No te hablo de rentabilidad necesariamente, pero sí de asegurarnos de que el proyecto sea viable desde el inicio».
Ahora lo hace junto a Enrique Costa desde Elastica Films, que ha registrado como empresa valenciana. Zamora lidera la línea de producción y Costa la de distribución, y la suma de los dos les ha posicionado rápidamente como una de las empresas más potentes del cine independiente a nivel estatal.
Las tripas del cine independiente
«Siempre me ha gustado acompañar a directores noveles, y creo que siempre me gustará. Aunque es más complejo y difícil para un productor, también siento que mi trabajo es más útil que nunca, porque, de alguna manera, estás 'descubriendo' un talento, y ayudándole a florecer. Apuestas por alguien que crees que tiene una historia única que contar y le pones todas las herramientas a su disposición para que su visión crezca de la mejor manera posible —colaboradores, presupuesto, equipos, actores, apoyo logístico, apoyo en la posproducción, el estreno, etc—. Es algo que esa persona no podría hacer sola, y la satisfacción como productora radica en ver cómo ese proyecto alcanza su máximo potencial», relata Zamora.
- Tono Folguera, Giovanni Pompil, María Zamora, Carla Simon y Stefan Schmitz posan junto al León de Oro por Alcarràs. -
- EFE/EPA/Sascha Steinbach
Primero en Avalon y ahora en Elastica, donde ha puesto el ojo, ha nacido un talento. Y aunque suene a magia, no lo es; es fruto de mucho esfuerzo: «No son proyectos fáciles de levantar, porque estás apostando por alguien que no tiene trayectoria previa. Aunque tú creas en el talento de esa persona, los demás necesitan pruebas más tangibles, y no siempre es fácil convencerlos».
Por otra parte, «muchas veces, los directores noveles están tan conectados emocionalmente con su proyecto que les cuesta verlo con objetividad. Las óperas primas suelen ser catárticas: contienen temas personales, momentos vitales, cosas muy profundas para ellos. Están tan involucrados que creen que su película tiene que ser perfecta. El reto del productor también está en ayudarles a ganar perspectiva, a entender que su película puede mejorar y a equilibrar su visión personal con las exigencias del mercado y del público».
Aprovechando la experiencia de Zamora, sacamos una radiografía del cine independiente español. Primer melón, los festivales que, con las redes sociales y la información de nicho, se han convertido en la principal ventana para generar expectación sobre las películas; pero este contexto también parece haber perimetrado un tipo de cine que ya no aspira tanto a las salas como al circuito de festivales y plataformas de nicho. «La mayor parte de las películas que he producido han pasado primero por festivales. Y ese paso ha sido imprescindible, porque les ha dado una repercusión suficiente como para generar relevancia en su estreno en salas comerciales. Así que a mí me interesa que funcionen ambas cosas, el festival y las salas. El cine industrial en España no puede ser solo la comedia familiar típica. Tenemos que aspirar a que funcione otro tipo de cine de nivel medio —thrillers, dramas, o incluso comedias románticas—. Ese cine estaba desapareciendo, pero gracias a las plataformas, tanto grandes como medianas y pequeñas, creo que está resurgiendo», desgrana.
El mejor ejemplo es una de sus últimas producciones, La virgen roja, de Paula Ortiz: se vio por primera vez en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián; se estrenó en salas días después, recaudando más de 1,2 millones de euros con más de 200.000 espectadores; en diciembre, se estrenó en la plataforma Prime Video y es una de las películas con más nominaciones en los próximos Premios Goya. La productora reconoce que «una película como esta hubiera sido casi imposible de levantar de esta manera sin el apoyo de una plataforma como la de Amazon».
Un ejemplo diferente podría ser otro de sus grandes éxitos, O Corno, dirigida por Jaione Camborda, que se convirtió en 2023 en la primera película dirigida por una mujer española en ganar la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián. Aunque las cifras fueron mucho más modestas que las de La virgen roja (413.705 euros de recaudación y 72.246 espectadores en España), Zamora cree que, igualmente, el premio multiplicó la repercusión de la película. «Se trataba de una película en gallego, de una directora desconocida, con una actriz protagonista que es bailarina de profesión y no había hecho nunca nada previamente… Antes del premio contábamos estrenar con unas treinta copias, y el impacto del premio fue inmediato: duplicamos el número de salas con una cinta muy autoral», comenta.

- Daniel García-Sala
Otra herramienta clave para entender la producción independiente española en los últimos años es el formato de pitching, utilizado para que los cineastas presenten sus proyectos a posibles productores directamente, con el objetivo de que la entrada en la industria sea más justa y diversa. Sobre eso, también la productora tiene opiniones encontradas. Por un lado: «Casi todos los proyectos en los que he entrado a coproducir los he descubierto en foros de coproducción, laboratorios de desarrollo, residencias de la Academia, incubadoras o mercados. Suelo asistir a este tipo de eventos, tanto a nivel nacional como internacional, y he encontrado muchos proyectos interesantes en esos contextos».
Pero empieza a ser un arma de doble filo: «Es algo que llevamos tiempo advirtiendo los productores: los proyectos empiezan a parecerse demasiado entre sí. Se está generando una especie de homogeneidad, porque muchos talleres copian metodologías entre ellos. Esto hace que los proyectos pasen de un laboratorio a otro, y al final ves perfiles muy similares: cine de corte autoral pensado para festivales, pero que, a veces, carece del alma o la particularidad que deberían tener. Se les enseña a los creadores a seguir una fórmula que supuestamente garantiza el éxito, indicando qué decir y qué no, cómo presentar y cómo estructurar… Pero en el cine no existe la fórmula del éxito».
La fórmula del éxito del cine de María Zamora ha sido precisamente ponerle alma donde solo se espera una apuesta empresarial, y poner orden a las ideas que lo necesitan para hacerlas posibles. ¿Y para qué? Echando un ojo a su filmografía, está claro: el cine que interesa a la valenciana es el que aspira a cambiar el mundo. «El lugar desde el que hacemos las cosas, especialmente en el sector cultural, refleja una forma de estar en el mundo. El cine de puro entretenimiento te abre ventanas a mundos completamente ajenos a ti, y, a la vez, puede conectarte con las vidas de personas que, en principio, están tan alejadas de ti… Esa capacidad del cine de generar empatía y consciencia es, para mí, un poder bestial».
«Darme cuenta de que el cine podía contribuir a hacer un mundo un poquito mejor es el motor que me impulsa a seguir en esta profesión, a pesar de lo dura que es. Es un trabajo complejo, arriesgado y económicamente inestable; si no tuviera ese motor tan grande, creo que habría tomado otro camino», concluye.

«Los hitos de María Zamora»
2014 — Todos están muertos. Una de sus primeras producciones ejecutivas acompañando a una directora, en este caso, Beatriz Sanchis.
2017 — Estiu 1993. El primer largometraje de Carla Simón, que ya la posicionó como una de las voces más interesantes del cine español de los últimos tiempos.
2022 — Alcarràs. Precisamente con la segunda película de Simón, Zamora logra el León de Oro del Festival de Berlín y una gran repercusión internacional.
2023 — O Corno. Jaione Camborda gana la Concha de Oro del Festival de San Sebastián, la primera mujer directora española en conseguirlo.
2024 — La virgen roja. La nueva película de Paula Ortiz ha sido todo un salto en el volumen de las producciones de Zamora.