Cada día, el equipo responsable del cuidado de L'Albufera de València mide la altura del agua en el embarcadero de El Palmar, antes de salir con sus barcas. El registro suele moverse en torno a los diez centímetros. El secreto consiste en añadir a esa cifra un metro más para conocer el estado del conjunto del parque. Si todo es normal, la profundidad del agua oscilará entre uno y dos metros.
Pero el 30 de octubre se situó a años luz de distancia de ser un día normal. Las puertas del infierno se abrieron la tarde anterior y descargaron sobre L'Albufera una lengua de 120 hectómetros cúbicos (el equivalente a año y medio de aportes) de agua, tierra, escombros, cuerpos humanos y sustancias contaminantes: vehículos, balas de plástico, cajones contenedores, neumáticos, bombonas de butano, aguas fecales, márgenes de canales y acequias, gasolina, pesticidas de uso agrícola, aceite, pintura, cañas, animales, oscuridad…
Cuando los técnicos se atrevieron a entrar en el embarcadero de El Palmar, a la mañana siguiente, obtuvieron la evidencia matemática de la pintura negra de Goya en la que se había convertido L'Albufera. Los diez centímetros de todos los días eran ahora 1,10 metros. El cálculo sobre la situación global del lago seguía siendo, no obstante, igual de sencillo: la profundidad máxima había pasado a ser de tres metros.
Visto desde el cielo, el sur de Valencia había vuelto al Pleistoceno en unas pocas horas. La cuenca que conforman los barrancos del Poyo, Pozalet y Saleta, con una extensión de 450 km2, tiene un componente terrorífico y crucial: su desnivel supera los mil metros en apenas cincuenta kilómetros de cauce. Si la lluvia pierde la razón en el lugar adecuado, literalmente, se convierte en una cascada capaz de unir de nuevo las desembocaduras del Turia y el Júcar, hasta llevar el lago de agua dulce de L'Albufera a las puertas de Cullera.
A su alrededor, los campos de arroz y naranjos eran apenas una sucesión de despojos tras el paso de una trituradora. «La sensación es dantesca; se han perdido casas, maquinaria, utensilios en los arrozales... todo arrasado, incluso el arroz almacenado. Turbinas, motores, bombas eléctricas..., las personas lloran por la noche porque han perdido todo», relata el presidente de AVA, Cristóbal Aguado.

- Eduardo Manzana/ EP
La mayor parte del arroz se había segado ya, pero el aluvión anegó los almacenes. Días después de la Dana, el olor a podrido era ya evidente. Apenas se pudo trasladar una parte de la cosecha seca de las instalaciones de Massanassa a las de la Cooperativa de Sueca. Habrá que volver a nivelar los campos esquilmados de tierra, recuperar las acequias, reparar el barranco del Tramusser y otras infraestructuras agrícolas, pulverizar los naranjos, levantar los invernaderos de hortalizas destruidos... Y deberá hacerse con urgencia, se decía a finales de 2024, como muy tarde a partir de febrero, para intentar llegar a tiempo a la siembra del arroz y al último tramo de la campaña citrícola en mayo. Es el plazo con el que trabajan los agricultores, quizás una odisea.
No era tampoco el mejor momento, desde el punto de vista medioambiental, para convertir el agua de L'Albufera en un mejunje venenoso. El censo de aves acuáticas invernantes alcanzó el pasado invierno su número más alto en nueve años, con 122.041 ejemplares, un 12,6% más que en el invierno de 2022, según el borrador de la Memoria de Gestión Parque Natural de l'Albufera. Se trata de aves anátidas (patos, ocas, gansos), fochas y otras aves acuáticas. La población de flamencos, por ejemplo, fue espectacular en la última invernada (2022-23), con 13.930 ejemplares censados a principios de enero del pasado año y los primeros casos de reproducción invernal en la zona. Los primeros ejemplares de 2025 reaparecieron a mediados de enero, como un recordatorio del potencial vivificador del parque.
En cuanto a la vegetación, Acció Ecologista-Agró y SEO/BirdLife pusieron al Tancat de la Pipa, situado en el corazón de L’Albufera, como un referente de actuación medioambiental por la recuperación de una vegetación sumergida llamada asprella, ausente desde los años sesenta. «Es uno de los mejores ejemplos, en la Comunitat Valenciana y en España, de cómo recuperar humedales degradados, realizando una gestión adecuada del hábitat», proclamaron ambas entidades. La asprella vive en aguas limpias y transparentes; nada que salvar.
La campaña de pesca se suspendió tras el desastre y se acaba de reiniciar. Los análisis de la calidad del agua que se llevan a cabo cada semana están confirmando que, pese a las dudas razonables, el nivel de contaminación no es tan grave como para impedirlo. Durante todo el año se capturan ejemplares de llisa, carpa, lubina, cangrejo azul o lucio, y, en otoño, arranca habitualmente la de la anguila.
- Jorge Gil/ EP
Si las barcas del personal técnico del parque permanecen amarradas en el embarcadero de El Palmar, para dejar ese espacio al personal del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil y del Cuerpo de Bomberos, lo mismo sucedió durante semanas con las de los pescadores, que no recibían el visto bueno para faenar. No se daban las condiciones de calidad de las aguas, como es obvio, pero resultaba difícil aventurarse en un espacio repleto de trampas para las hélices de las barcas, se temía especialmente a las propias redes de pesca esparcidas por el lago, como migas caídas de la boca del monstruo durante la devoración.
La tarea de la recuperación
Resurgir de todo este descomunal abismo y volver a la situación previa al 29 de octubre puede considerarse uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta la sociedad valenciana. No estrictamente desde el punto de vista técnico, sino sobre todo porque exigirá capacidad de orquestación de intereses y de acciones. Muchos colectivos distintos, muchas Administraciones diferentes. Un experto del área de infraestructuras hidráulicas de una empresa de obras públicas, que prefiere no ser citado, es elocuente: «No es el mayor reto al que nos podemos enfrentar en el ámbito de las infraestructuras —de hecho, estamos haciendo cosas complicadas, como reconstruir puentes en diez días—, pero sí el más difícil desde el punto de vista burocrático; puede haber más impedimentos legales y administrativos que ingenieriles».
Uno de los grandes problemas de partida es puramente conceptual. Ya antes de la tragedia de la Dana, la posibilidad de dragar el lago no era cuestión pacífica. El borrador de la Memoria de Gestión Parque Natural de l’Albufera 2023, que elabora la Oficina de Gestión Técnica, cita un informe de la comisión científica de la junta rectora del Parque Natural de l'Albufera en el que se aborda «la posible operación de dragado de la laguna, motivada por la colmatación del vaso lagunar y la presencia de contaminantes acumulados en los sedimentos recientes». Su conclusión plantea un primer motivo de alerta ante las actuaciones que se van a llevar a cabo: «No hay evidencia científica de que el dragado general produzca beneficios significativos. Se destaca la necesidad de ejecutar las inversiones pendientes para el sellado completo de la laguna y la renovación del sistema de saneamiento como acciones prioritarias».
¿Cuáles son los motivos de la comisión científica para sugerir que no conviene llevar a cabo un dragado general de L'Albufera antes de realizar esas medidas previas? En primer lugar, existe un problema de colmatación, porque «la laguna ha acumulado materiales erosionados, debido a su posición terminal en las cuencas sedimentarias». A ello se suma la presencia de «sedimentos recientes contaminantes», que incluyen fósforo, nitrógeno y otras sustancias provenientes de vertidos urbanos y agricultura intensiva. Frente al dragado general, que se considera «de mínima influencia», parece más adecuado dar prioridad a la renovación del sistema de saneamiento del Colector Oeste y el sellado de la laguna.

- Las redes de pesca esparcidas por el lago son una trampa para las hélices de las barcas. -
- Alfons Rodríguez
Hay, además, aspectos medioambientales de enorme relevancia que cita el informe. Incrementar la profundidad de la laguna sin mejorar la transparencia podría ser contraproducente, «afectando negativamente a la vegetación acuática». La extracción de capas superiores de sedimentos «podría eliminar propágulos necesarios para la vegetación acuática, comprometiendo su recuperación». Existe el riesgo de salinización del humedal, que crearía «problemas adicionales». La profundización aumentaría «la capacidad erosiva del oleaje, afectando los diques e islas de la laguna».
Una consecuencia obvia del dragado podría ser un aumento de «la capacidad de almacenamiento de la laguna», resultado del hecho de retirar una parte sustancial de su contenido. Es previsible que, para cubrir ese vacío y minimizar el impacto que podría tener de forma inmediata en la flora y la fauna y evitar la salinización, se produzca un incremento de la demanda de agua, «un recurso ya competido». El asunto, en efecto, no tiene una resolución sencilla y afecta a uno de los elementos de controversia que rodean al parque.
Durante 2023, llegaron 14,51 hm3 de caudales ambientales a través de la acequia Real del Júcar, donde se encuentran las acequias más caudalosas, especialmente Dreta y Overa, responsables del 63% de toda el agua que recala en el humedal. Debido a que el otoño del pasado año fue «extremadamente seco», hubo que incorporar otros dos hm3 de agua de la EDAR (estación depuradora de aguas residuales) de Pinedo, mezclada con la del río Turia, a través de la acequia de Favara. Su destino fue la inundación invernal del marjal norte. También recibió la consideración de «extraordinaria, temporal y exclusiva para la realización de tareas agrícolas, esencialmente fangueo, en una zona afectada por fenómenos de intrusión de agua marina», la aportación de 1,7 hm3 de la Comunidad de Regantes de Canal de Riego del Río Turia, a través de la acequia del Oro.
Despertar de los fantasmas
Si ya resultaba desafiante dragar L’Albufera antes de la tragedia de la Dana, la situación actual plantea complejidades inéditas. Algunos expertos alertan de la necesidad de considerar la posible existencia de depósitos de materiales pesados encapsulados bajo el suelo del lago. Mercurio y plomo acumulados en células estancas, vertidos durante décadas, hasta que se introdujeron medidas más contundentes para controlar los desechos de las zonas industriales. Extraer el magma de residuos de la Dana no tendría una dificultad especial, de no ser porque implica el riesgo de remover estas sustancias, capaces de provocar un nivel de contaminación letal.
Las posturas más cautelosas consultadas apuntan a la necesidad de confinar esas sustancias antes de sacarlas del fondo del lago. Se podría utilizar un sistema de tablestacado para aislar y extraer las bolsas de mercurio y plomo, si finalmente se confirmara su existencia, como si de una operación quirúrgica se tratara. La actuación podría extender sus beneficios incluso más allá del entorno de L'Albufera. La declaración de impacto ambiental (DIA) del año 2007 sobre la que se ha basado la ampliación del Puerto de Valencia no incluye ningún estudio de dinámica del litoral. Sin eso, es imposible descartar que el dragado del suelo portuario pueda provocar un desplazamiento de tierra de las playas colindantes y que, de resultas de ello, se puedan liberar los metales pesados colmatados en el lago.
Otra visión sostiene que la existencia de esas sustancias nocivas es incuestionable, pero se encuentran entremezcladas con el suelo de L'Albufera, y el reto consistirá en hacer un tratamiento posterior de la tierra contaminada, una vez extraída. Se puede producir alguna liberación durante el proceso de dragado, pero no será significativo, y limpiar los efectos de la Dana no necesariamente debe afectar de gravedad a los residuos escondidos bajo el suelo.

- Eva Máñez
Resulta complicado encontrar un contrato de dragado de L'Albufera durante la última década, más allá de actuaciones en acequias y barrancos y de la adjudicación en 2023, a la ingeniería CPS, de la redacción del proyecto de mejora de la capacidad hidráulica de los canales de desagüe de La Sequiota a la Gola de El Perellonet, y de la Sequia de la Reina a la Gola de El Perelló. Según explica en su web, la estimación del volumen de dragado necesario se realizó a partir de los datos de batimetría de 2004 de la Confederación Hidrográfica del Júcar, «por lo que deberá realizarse una batimetría de esta zona durante las obras». Veinte años sin un estudio batimétrico es un dato muy indicativo. El PSPV llevó el asunto a las Corts en septiembre pasado, advirtiendo del riesgo de salinización, mientras los expertos científicos clamaban que la inacción resultaba todavía más peligrosa.
CPS apostó por realizar los trabajos de dragado con una draga-retroexcavadora anfibia. Es una de las opciones que también se pueden utilizar ahora. Van sobre el agua, succionan y bombean lo captado con tuberías de impulsión. Normalmente, los restos se amontonan a caballón y se transportan al lugar donde deben ser tratados. El problema de aplicar esta solución de forma exclusiva en L'Albufera es que elimina el lodo y lo que se encuentra debajo, pero no sirve para lo que se acumula en superficie. Suele ser una opción más adecuada cuando los restos ya han sedimentado, algo que resulta difícil que haya sucedido ya.
Tiene más posibilidades de éxito recurrir a contenedores flotantes. La retroexcavadora se sitúa sobre una plataforma en el agua, desde la que puede recoger los residuos con una pinza y escarbar con un cazo. Habitualmente, se sirve de otro sistema adyacente, como una barcaza, para descargar. Los expertos consideran que la mejor solución sería combinar ambas fórmulas; la succión será necesaria para recuperar la capacidad hidráulica del fondo. Parece descartada la conexión de tuberías de impulsión tras un estudio batimétrico, para ver dónde se han acumulado.
El reto consiste en realizar la tarea, sea cual sea el método finalmente escogido, sin comprometer lo que se encuentra bajo el fondo. El Ayuntamiento de València ha adoptado una primera medida de urgencia, dirigida a limpiar y retirar 85.000 metros cúbicos de residuos sobre una superficie de 170.000 metros cuadrados con un espesor de cincuenta centímetros. Ha dividido para ello L'Albufera en siete sectores: sector Poyo, sector Mata del Rei, sector La Vega, sector Catarro, sector Adela, Sector del Palaco y sector del Pasiego. Ha encargado la tarea a las empresas Rover, Becsa y Pavagua. El objetivo es haber concluido los trabajos en marzo. El plazo es indicativo del alcance que se pretende para la actuación. Quizás no ha llegado todavía la hora de despertar a los fantasmas de L'Albufera.
