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VINOSOFÍA

Reflexiones otoñales

El paroxismo de los fenómenos extremos representa una espada de Damocles sobre el futuro de los elaboradores que viven del fruto del trabajo de viticultura y que ven multiplicarse las amenazas a su sistema de vida

Publicado: 27/10/2025 ·06:00
Actualizado: 27/10/2025 · 06:00
  • Otoño
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Cuando mis cinco lectores ojeen este artículo, la vendimia 2025 se habrá prácticamente acabado y se podrán realizar los primeros balances. La cosecha de las bodegas bajo mi radar de momento es prometedora: buena calidad y cantidad aceptable, pero, mientras escribo estas líneas, queda mucha uva por recoger en zonas prestigiosas y hay que esperar a que no surjan más imprevistos. Como lamentablemente pasa con mayor frecuencia, ha habido serios inconvenientes en los momentos de floración y envero, que son los más delicados para la buena evolución de la añada.

Uno de los más perjudicados es José María Vicente de Casa Castillo, afectado por una granizada sin precedentes que ha arrasado con prácticamente toda la producción. Los apasionados de la monastrell tendremos que renunciar al plurigalardonado Pie Franco 2025 y esperar a que la viña se recupere del trauma para volver a disfrutar de una de la joyas del Levante.

En Galicia los incendios veraniegos han provocado estragos y llevado por delante algún que otro viñedo, sobre todo en la DO Valdeorras. Abro un pequeño paréntesis para reflexionar sobre cómo enfrentarse a eventos extremos cada vez más virulentos. Lo que se necesitaría sería abandonar el estéril esquema mental de bandos políticos, con la consecuente pugna cansina, para abrazar un bien cada vez más escaso en la época de la inteligencia artificial: el sentido común. Si permitimos que la gestión forestal quede en manos de ecologistas trasnochados, residentes en Bruselas o en Madrid sin haber tocado el campo en su vida, o, por el contrario, nos rendimos a las exigencias neoliberales de recortes y deforestación, acabaremos (lo estamos haciendo) con la vida rural y con las prácticas virtuosas aplicadas por nuestros ancestros para mitigar los golpes de una naturaleza hostil. Limpiar los bosques debería ser la preocupación primordial de cualquier Administración sensata, y preservar la vida en el medio rural, una prioridad de todo político con dos dedos de frente. Pero ya sabemos que el año que viene nos tocará asistir impotentes a nuevos fenómenos devastadores, mientras los responsables se cruzarán acusaciones de culpabilidad pertrechados en sus despachos.

Canarias (y concretamente Tenerife) es otra diana de las calamidades veraniegas: un foco de filoxera en la zona de la Orotava puede ser la brecha de entrada del temible insecto a la isla, con la consecuente amenaza para el viñedo sobrevivido a esta plaga mortífera gracias a su privilegiada ubicación. Veremos si las medidas de contención serán eficaces, pero, desde luego, es fuente de enorme preocupación para los vignerons insulares. Como consumidor me acongoja pensar en la posible desaparición de viñedos míticos como en Margalagua de Envínate y de otros muchos vinos que han posicionado la isla en el mapa vitivinícola mundial.

Estos percances son el pan cotidiano de una profesión que amo definir de alto riesgo, donde el paroxismo de los fenómenos extremos representa una espada de Damocles sobre el futuro de los elaboradores que viven del fruto del trabajo de viticultura  y que ven multiplicarse las amenazas a su sistema de vida. Nos hemos instalado en la dicotomía entre cobrar un precio razonable para la supervivencia del negocio en un escenario de incertidumbre constante y la hiperinflación provocada por las modas alimentadas por internet que impide el disfrute de ciertos vinos a la inmensa mayoría.

La curva de demanda del vino es todo menos inelástica, como están descubriendo los otrora engreídos productores de Burdeos, obligados a una revisión de los precios impensable hace poco. En un trend de involución y contracción del sector, tener que soportar costes y riesgos cada vez mayores a costa de precios de venta a la baja hace presagiar una dura reestructuración. Esperemos que no haga falta la motosierra de Milei... Salut!

* Este artículo se publicó originalmente en el número 130 (octubre 2025) de la revista Plaza

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