En la céntrica calle de Maestro Gozalbo un discreto letrero reza Tono Sanmartín. Junto a la entrada de la peluquería, una estructura de hierro que asemeja a un abeto sirve de soporte para unas fotografías de mujeres con cortes modernos y desenfadados. Las sostienen unas pinzas de pelo. En el interior, la luz que entra por la claraboya crea una atmósfera de pureza, íntima y acogedora. Huele a una mezcla suave de productos capilares de alta gama. Detrás de una columna de mármol, en una de las estaciones de trabajo, Luis termina de peinar a Tono Sanmartín. Es su ayudante y hombre de confianza. A su alrededor el desorden parece dominar el espacio: sobre la superficie de la mesa se amontonan botes repletos de cepillos con pelos atrapados entre las cerdas, peines y tijeras de distintos tamaños. En otra, brochas y pinceles parecen asfixiarse en recipientes con pequeñas manchas de producto que se sitúan junto a labiales y frascos con etiquetas desgastadas. Hay personalidad, extravagancia y arte. Esculturas, jarrones, plantas y un Ken al que le falta la camiseta y su Barbie. Es el caos ordenado que se asocia a los genios, a la creatividad y al arte.
En la zona de lavado, Prada está recostada. La luz realza su pelaje corto y denso de color atigrado. Es una british shorthair. Al escuchar los pasos estira sus pequeñas patas para desperezarse, da un salto y con elegancia atraviesa la estancia para saludar. Arquea la espalda y ronronea suavemente para que la acaricien. Tono Sanmartín responde agachándose y con ternura desliza con suavidad sus dedos por el lomo del felino. Sus manos son estilizadas, ágiles y precisas, acostumbradas al movimiento constante de tijeras, peines y secadores. También de brochas, pinceles y esponjas. Sus muñecas, con pulseras con grabados tribales, se mueven con fluidez, como si siguieran una melodía que solo él puede escuchar y dominaran una fragilidad que él convierte en fortaleza. Su arte y dominio del estilismo le han llevado a ser el responsable de la imagen de políticos, periodistas y personas de la socialite. «Sé lo que no está escrito y me callaré lo que no se puede decir», dice misterioso. Una discreción y lealtad —cualidades que parecen imposibles en una peluquería— que le han llevado a atender a personalidades como la exalcaldesa de València Rita Barberá, los expresidentes de la Generalitat Francisco Camps o Alberto Fabra, la exconsellera Gabriela Bravo, a varias generaciones de la familia Roig, además de a Claudia Schiffer, Sarkozy… Su red de influencias abarca todos los ámbitos y es interminable.

- Tono Sanmartín junto a su gata Prada -
- Alfons Rodríguez
Tono Sanmartín es uno de los peluqueros más importantes de España —dos veces ganador del Premio Mundial al Mejor Peluquero de Vanguardia y, en 2005, logró el Gran Trophy de la AIPP— y pertenece a una generación que derrumbó muros para poder cumplir su sueño. Nació en Benetússer, en 1955, y desde bien pequeño sus inquietudes le llevaron a anhelar su particular País de las Maravillas. Un mundo que no veía en su pueblo, pero al que se aproximaba a través de cabeceras como ¡Hola! o Telva. Daba igual el tipo de revista que caía entre sus manos, él solo tenía ojos para los peinados, la moda y el maquillaje de las modelos y celebridades que aparecían entre sus páginas. Por eso, cada día después del colegio, se iba a la peluquería de sus tías —su sensibilidad le acercaba más al cabello de las mujeres que al de los hombres— y hacía de aprendiz. Barría, peinaba y soñaba con poder embellecerlas. «Tenía muchas inquietudes y quería que las mujeres que iban a la peluquería fuesen como aquellas que veía en las revistas», comenta.
Sus padres anhelaban para él un futuro enfocado a la banca, pero Tono ya estaba embelesado con la icónica Coco Chanel, con el estilismo de Audrey Hepburn y se fijaba en el peinado bouffant de Brigitte Bardot o el corte pixie de Mia Farrow en La semilla del diablo. Nombres como el Maestro Antoine, Alexandre, las hermanas Carito o Vidal Sassoon resonaban ya en su cabeza. Eran los sesenta, España todavía veía los anuncios en blanco y negro y las mujeres tenían un estilo conservador y estructurado, que contrarrestaba con los estilos europeos, más vanguardistas y cortos, como el corte pixie o bob. «Cuando le decía a mis tías que hicieran un determinado corte, me decían que me callara, que esas mujeres que yo veía en las revistas no eran las habituales aquí», recuerda.
Tono Sanmartín sentía que no encajaba en su entorno ni en la sociedad en general. «Era muy vanguardista, me gustaba vestir de manera extrema. No estaba a gusto por mi inquietud y mi reflejo social, porque cuando alguien lleva dentro un speed y no lo puede mostrar porque la sociedad no lo permite o tu sensibilidad está mal vista, te vas endureciendo hasta que decides dar el salto», reflexiona. Decidió atravesar el espejo —«siempre fui un niño tímido con mucha inquietud interna y dar ese paso fue un cambio personal»—. Al otro lado le esperaba Paco Duffó, un reconocido peluquero catalán que tenía un salón en Sant Gervasi en la zona alta de Barcelona. «Paco fue mi Pigmalión, quien me enseñó todo lo bueno y lo malo de esta vida en el mundo de la imagen», resalta.
Tenía diecisiete años y en Barcelona perfeccionó su técnica, presenció shows y galas y se codeó con la jet set del momento. Aprendió el «total look» de la época y conoció de cerca el trabajo de Llongueras, «el primero que nos ha abierto democráticamente todas las franquicias del mundo». El catalán ya era un reconocido peluquero, había hecho historia inaugurando su primera peluquería unisex (1972) y era el único que creía en la fotografía como un aliado natural de la peluquería moderna. Sensibilidad que también atraparía a Tono Sanmartín.

- La biblioteca de Tono Sanmartín incluye libros de revistas. -
- Alfons Rodríguez
Tuvo que dejar ese mundo en paréntesis. Debía hacer el servicio militar. Lo retomó al regresar a su pueblo. Son finales de los años setenta y Tono abre su primera peluquería con la ayuda de sus padres. «Eran otros tiempos y mis padres sabían que si no cedían me perdían», confiesa. Su sueño se había hecho realidad: embellecer a las mujeres del pueblo. «Hacía lo básico y tradicional, pero siempre había alguna clienta que era más atrevida y entonces realizábamos la técnica bitono, los cortes más desenfadados…», rememora sobre aquella época.
El icono de aquel entonces era Vidal Sassoon, que había sentado las bases de técnicas contemporáneas. Su manera de buscar cortes que requirieran poca o ninguna manipulación posterior lo convirtió en una referencia. «Todos los peluqueros del mundo iban a Londres a hacer cursos, inclusive yo», apunta con admiración Tono. Junto a él, aprendió el llamado corte inglés y esa estética visual más moderna. En Londres surgía la moda punk y España se dividía entre la moda hippie chic y el glam disco. «Todos aquellos nuevos aires que se daban en Londres eran la anti-industria aquí», comenta. Daba igual, Tono sacaba su creatividad en aquellas clientas que se dejaban aconsejar y envió unas fotografías a Lluis Llongueras. «Se pensó que tenía una cadena y de algún modo pasé a un estándar mayor, un peluquero de Benetússer que hacía sus propias colecciones». El nombre de Tono ya figuraba en la revista Peluquerías Hair-Styles y sonaba en los circuitos de la moda y el estilismo.
El peluquero de los famosos
A principios de los ochenta se traslada a València. Descubrió que aquella ciudad que tanto anhelaba conocer no tenía la vida social de ciudades como Madrid o Barcelona, pero apostó por hacerse un nombre en su tierra: «Me planteé ir a Barcelona, pero también pensé que quería intentarlo aquí». Con tesón se quitó la espina y se convirtió en el peluquero total que siempre soñó ser: «Opinaba, maquillaba, hacía fotografías, colaboraba con los medios, trabajaba con modelos,…». El salto definitivo lo realizó al conocer a Carmen Casillas, de L’Oréal: «Me convirtió en el abanderado de L'Oréal por todo el mundo y conocí un sector que me acercó a los fotógrafos, modelos y diseñadores más influyentes».
En los años noventa su nombre ya era conocido en todo el mundo y Tono Sanmartín hacía una gala tras otra. Se convirtió en el estilista del momento y comenzó su vinculación con Canal 9, que se estrecha en la época de Eduardo Zaplana, con Jesús Sánchez Carrascosa como director de la radiotelevisión pública valenciana. Es marzo de 1997 y Tómbola irrumpe en la pequeña pantalla. Conducido por Ximo Rovira, se convirtió en el referente del corazón y por aquellos sillones pasaron todos los famosos del momento: «En esa época pasó por la peluquería lo que no está escrito y me enteré de muchas cosas que jamás contaré».

- Detalles de su salón, ubicado en Maestro Gozalbo -
- Alfons Rodríguez
Peinó a la socialite y a políticos: «Me he dedicado a arreglar a políticos de la Comunitat Valenciana y han sido experiencias algunas más gratas que otras». Cuenta, por ejemplo, que arreglando a Mariano Rajoy supo que Nicolas Sarkozy tenía una relación con Carla Bruni, antes de hacerse oficial. «¿De qué vale llamar a los medios?», reflexiona. En esa lista de políticos destaca Consuelo Císcar, Esther Pastor,… pero también la familia Roig, Ricky Martin, Concha Márquez Piquer, Naomi Campbell… Le cuesta, pero finalmente nombra a quien le gustaría cambiar hoy el estilismo. Eso sí, «si se deja cambiar la personalidad»: La reina Sofía. «La veo apagada. Todos los medios se harían eco y las miradas irían hacia ella».
A Tono Sanmartín le entusiasma estar en el salón y en contacto con las clientas, pero combina esas facetas con otros proyectos, como testar productos de belleza antes de que salgan al mercado. Un trabajo que hace para Mercadona. «Estoy trabajando en el colorido de las bases de maquillaje, que es el futuro del sector. Ahora la gente no quiere ir maquillada, quiere tener una piel protegida, hidratada y con un tono uniforme», avanza el especialista sobre la tendencia de rutinas más cortas y el uso de productos multifuncionales. «Tengo otras ofertas, pero no son tan valiosas como para dejarme Mercadona», desvela.
Conoce bien el universo Mercadona. En 2009 lanzó junto a Laboratorios Maverick Stylius la línea de productos capilares que el supermercado puso en sus lineales para acercar los productos profesionales a los hogares. «La buena voluntad de Juan Roig es tener el máximo nivel a un precio justo. Para mí, el problema es que al ser tan económico la gente no se lo cree. Pero yo, que conozco desde dentro el trabajo, sé que si debo volver a ponerme una vacuna de la covid no me la pondré hasta que no la saque Mercadona, porque sé que estará supertestada», comenta declarándose «fan número uno del trabajo de Juan Roig» y dando fe de la calidad de sus productos.
Echando la vista atrás, Tono comenta que lo más difícil ha sido «evolucionar y que las clientas se adaptasen a que un señor peinara a mujeres, porque ya te ponían una etiqueta». También ha sido complicado llevar el sobrenombre del peluquero de los famosos: «Te coronan por haber peinado a los famosos y eso hace que te etiqueten. Piensan que somos caros, pero tenemos los precios llanos como el resto de peluquerías. Además, los famosos son precisamente quienes más miran el dinero». Y recuerda un dato: «En 2012, el IVA de las peluquerías pasó del 8% al 21%, situándolas en un estándar de lujo y no de necesidad. Es un lastre que arrastramos y del que los políticos no se han hecho eco».

- Libro de la exposición de Tono Sanmartín en el IVAM -
- Alfons Rodríguez
En esa reflexión de más de cinco décadas en el oficio y con vivencias que le han llevado a ser protagonista de «muchas vicisitudes», destaca un hito: Tono Sanmartín: a la manière del siglo XVIII, una exposición en el IVAM (también viajó a otros países) en la que se interrelaciona el arte y la moda desde un prisma creativo diferente. «Lo que más me ha sorprendido es que mi obra haya traspasado el umbral de un museo y llevar mi profesión al rango del arte», comenta con orgullo. Una experiencia de la que surgieron «reacciones diversas: zancadillas, respeto…».
Sobrenombres como el peluquero del poder o el John Galliano de la peluquería reflejan su influencia, pero también su derroche de creatividad. Describe su estilo como «de vanguardia, adaptado a un prêt-à-porter de calle» y encuentra la inspiración en todo aquello que le rodea. Una fotografía, el amor, una melodía o un recuerdo pueden ser en su cabeza creaciones llenas de volumen, color y belleza. Sin embargo, por encima de todo eso está la persona: «Hay que conocer a la clienta para saber que ese look encaja con su forma de ser y su vida. Por eso, debemos ser cuidadosos y hacer un corte que se pueda solucionar y que, si quiere algo más especial, que venga al salón». En su opinión, «hemos dejado de ser peluqueros a ser psicólogos, porque nosotros ayudamos a una persona a encontrarse». Una visión de su oficio que le lleva a querer prestigiar su profesión y ensalzar la honestidad: «Si una mujer me pide un corte de pelo que sé que no le va a sentar bien se lo digo».Y es que, Tono Sanmartín valora la confianza desde los dos lados, el suyo como estilista y el de la mujer como clienta.
Las nuevas tendencias
En cuanto a las nuevas tendencias, Tono Sanmartín destaca que sigue siendo el color y el estilo de balayage que lucieron las modelos brasileñas de Victoria's Secret Adriana Lima o Alessandra Ambrosio, pero con personalidad: «La gente busca colores más estridentes, arriesgados, volviendo a la moda punk». Sin embargo, el estilista señala que donde se produce un cambio de paradigma es durante la pandemia, cuando surgieron productos para arreglarse en casa y las mujeres miraron las canas de otra manera. «La mujer ha empezado a descubrir su identidad y ha habido una guerra interna muy dura. Se han enfrentado al espejo de la edad y los estilistas nos hemos dado cuenta de que tanto los hombres como las mujeres, aunque más las mujeres, no quieren ser más guapos, lo que no quieren es envejecer. Ahora la gente viene y me dice “quítame años”. Esa es la ley fundamental», explica.

- Tono Sanmartín -
- Alfons Rodríguez
Pertenece a una época en la que no había redes sociales ni internet, pero se desenvuelve muy bien con las nuevas tecnologías, a las que considera aliadas. «Me gustaría que un robot me sustituyera, pero que yo esté detrás. El robot siempre nos va a necesitar porque debe haber alguien detrás haciendo un prompt, es decir, pensar por ella». Y es que, al igual que ocurre en otros ámbitos, la tecnología y la inteligencia artificial juegan un papel fundamental en el futuro de la peluquería, porque «la clienta se puede ver antes y después de un tratamiento». Así, ayudará en el análisis del cabello o la piel para ofrecer diagnósticos precisos y recomendaciones personalizadas, la formulación de colores a medida, y la simulación de estilos y colores con realidad aumentada.
Tono Sanmartín se atrevió a cruzar el espejo y conoció el País de las Maravillas que soñó de niño al ver las revistas. Un mundo que no solo ha conocido sino que ha moldeado con su mirada vanguardista, le ha dado su sensibilidad y lo ha llenado de color. Quién sabe si otro niño recorta hoy sus creaciones y se dispone a seguir sus pasos. Lo cierto es que Tono Sanmartín ha abierto un camino y su nombre figura dentro de la lista de peluqueros más influyentes de España y del mundo.

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* Este artículo se publicó originalmente en el número 129 (septiembre 2025) de la revista Plaza