Mi hermano mayor, dotado de arte e ingenio a raudales, gustaba de publicar en la revista del colegio tanto artículos como dibujos de calidad. A la hora de plantear un asunto para este artículo me viene un recuerdo, muy borroso, de una de sus aportaciones a aquel pasquín. Era una entrevista a John Lennon, recién acribillado. Una entrevista ficticia, claro. Aunque el referido me corrige asegurando que aquello fue un dibujo acompañado de varias preguntas, pero nunca una entrevista ficticia, tal y como mi cerebro había archivado ese recuerdo.
En cualquier caso, no permitiré que los estragos memorísticos arruinen el planteamiento del presente escrito. Y no es otro que el de hacerle una entrevista a Carlos Mazón, a la sazón presidente de la Generalitat. Una entrevista ficticia, claro. No a una persona muerta, como lo era el Beatle, sino a una persona que, hasta la fecha, desde algunas intervenciones posteriores a la Dana en medios que él y su equipo consideraban amigos, no ha vuelto a conceder entrevista alguna a ningún medio de comunicación para aclarar su actuación durante y después de aquel tétrico día.
Resulta extraño que un político que aparecía por doquier en redes sociales con sus historias, que concedía entrevistas sin excesivos problemas, y que considera que no ha hecho nada mal no se prodigue ahora en demostrarlo.
Visto que, de momento, la dinámica es la misma, uno, como supongo que tantos otros periodistas, ensueña con hacerle unas cuantas preguntas al señor Mazón. Porque, aunque ha ido atendiendo a los 'compis' que le seguían a sus actos, las cuestiones importantes y las repreguntas se quedan sin atender por aquello de las prisas y las excusas manidas de quien dice dar la cara, pero solo lo hace estéticamente.
A mí, como supongo que a ustedes, me gustaría que nos dijera, de una vez, dónde estaba desde las 15:00 hasta las 20:28 horas de aquel 29 de octubre. Minuto a minuto, hora a hora. Porque él no ha verbalizado con quién ni dónde permanecía mientras la provincia de Valencia se iba a la mierda. «¿Con quién fue a comer el día 29, señor Mazón?¿A qué hora salió de allí? ¿Bebió alcohol en horas de trabajo, como han hecho consellers suyos en comidas entre semana?¿Qué hizo desde las 18:00 horas hasta las 20:28, cuando llegó a l’Eliana?», serían algunas de esas preguntas con las que empezaríamos la charla. Sencillitas, simples, de las que se hacen para romper el hielo en una entrevista. Como imagino que recurriría, una y otra vez, al «ya he dado esas explicaciones», le pondríamos los audios de sus respuestas donde se demostraría que nunca ha dicho qué hizo aquellas horas fatídicas. Jamás.
En ese camino, le cuestionaríamos a Mazón cómo de noqueado estaba aquellos días, y cómo es posible que, estando noqueado, no cediera el mando al Gobierno. En realidad, no se lo preguntaría el periodista, sino su jefe, Alberto Núñez Feijóo. Pues fue él quien dijo que Mazón estuvo varios días noqueado y fue él quien le pidió que solicitara la emergencia nacional tras el desastre. En Génova saben la respuesta, por cierto.
Respuestas que no pueden darse, supongo que por respeto a las víctimas y afectados. El respeto que no tuvieron en Presidencia durante meses. Pues se dedicaron a preparar versiones de dónde estaba aquel día el presidente; se afanaron en ganar el relato, mientras la peña se manchaba de barro y tragaba mierda. Pero es que, como saben en Génova, los vaivenes de Mazón y su incompetencia opacaron la mezquindad de un Gobierno que no asumió la responsabilidad al día siguiente: la de meterse allí a buscar atrapados y demás.
Y ya que estamos en el relato, le preguntaría a Mazón por qué difundió una noticia falsa en redes sociales. La que publicaron algunos medios sobre una supuesta conversación entre una profesional del 112 y otra de la Aemet, y que dejaba entrever que el organismo estatal restaba importancia al episodio de lluvias de aquel 29 de octubre. Una conversación que estaba manipulada. Y por (otro) grosero error, propio de unos chapuzas, de quienes la filtraron, se publicó entera, comprobándose que no era cierta la primera versión y que se estuvo avisando de lo que se estaba viendo en todo momento.
El caso es que le cuestionaría sobre ello. Y sobre si pondría la mano en el fuego de que nadie —repito, nadie— de su equipo filtró esa noticia. «¿Está usted seguro de que nadie de su núcleo duro dio orden alguna para que se editara ese audio y luego se filtrara a determinados medios?». Como se está investigando, acudiría al manido «respeto a los tiempos judiciales», aunque me temo que él algo sabe del asunto. Me temo.
Quedan muchas incógnitas por despejar. Que siga siendo presidente de la Generalitat es una de ellas.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 129 (septiembre 2025) de la revista Plaza