El actor interpreta al presidente de Argentina en la nueva película de Santiago Mitre, La cordillera, presentada a concurso en Cannes en la sección Una cierta mirada
VALÈNCIA. Después de insospechados episodios históricos de actores devenidos políticos, como el doble mandato presidencial en EE.UU. de Ronald Reagan o la elección de Arnold Schwarzenegger como gobernador de California, no resulta descabellado fantasear con Ricardo Darín al frente de la Casa Rosada. Así lo entrevió el director Ricardo Mitre, quien le brindó el papel de presidente de Argentina en su nueva película, La cordillera.
El thriller político, presentado a concurso en la sección Una cierta mirada, es la segunda visita del realizador a Cannes, donde se alzó con el Gran Premio de la Semana de la Crítica con la controvertida Paulina.
Su nuevo filme entrevera la vida privada y pública de un jefe de Estado recién elegido. Su personaje es un hombre opaco. Tanto a su nación como a los presidentes vecinos, les resulta ambiguo. Y no digamos ya a los espectadores.
“Es un cliché histórico. Difícilmente darás con casos de políticos que empiecen su carrera exponiéndose de manera categórica y radical –-expone Darín-. Normalmente, buscan un perfil cercano. Intentan ser creíbles y situarse en un punto de equilibrio entre la imagen de seguridad en sí mismos y la permeabilidad a las demandas y a la satisfacción de las necesidades del pueblo”.
El presidente de esta ficción tan sólo lleva medio año en el cargo y ha llegado el momento de asentar su liderazgo. La ocasión se presenta en una cumbre regional en Chile, donde los principales mandatarios sudamericanos se reúnen para conformar su propia OPEP. Las alianzas y las rivalidades estallan antes incluso de la primera foto de grupo.
“La fraternidad latinoamericana ha sido una esperanza desde tiempo inmemorial. Todos los proyectos del Mercosur o las posibles uniones para transformar la región en algo mucho más poderoso y así poder negociar, discutir y conectar con el resto del mundo, son una ambición muy buscada, pero también es cierto que las democracias latinoamericanas son muy jóvenes. No ha transcurrido el tiempo necesario para que las heridas cicatricen. Pero el tiempo hará su trabajo y nos daremos cuenta de que esa metáfora ha de convertirse en realidad”, desarrolla el actor argentino, ariete del star system hispanohablante. Precisamente, en su opinión, el cine está haciendo mucho a favor de fraguar ese todos a una, a través, por ejemplo, de coproducciones o de la creación de premios de cine iberoamericano como los Platino.
La cordillera mismo es un ejemplo de esa puesta en común. El filme funciona como un quién es quién del audiovisual hispanohablante, con la presencia de talentos reconocibles en cameos. El actor fetiche de Pablo Larraín, Alfredo Castro, interpreta a un psiquiatra, el presidente de México está encarnado por Daniel Giménez Cacho, Paulina García, Oso de Plata en la Berlinale 2013 por su papel en Gloria, de Sebastián Lelio, da vida a la dirigente chilena, y la española Elena Anaya incorpora a una periodista. En papeles secundarios, aparecen las argentinas Érica Rivas, como la asistente de Darín, y Dolores Fonzi, en el rol de su hija.
Como telón físico y alegórico de fondo, la cordillera de los Andes. La cumbre tiene lugar en un hotel de lujo en Valle Nevado, a 40 kilómetros de Santiago de Chile. “Este accidente geográfico funciona muy bien como metáfora. La cordillera es la columna vertebral que atraviesa Latinoamérica. Tiene muchísimo peso épico. La liberación de nuestros países a cargo de nuestros héroes históricos está ligada a esa serie de montañas”, opina el protagonista de éxitos como El secreto de tus ojos (Juan José Campanella, 2009), Óscar a la mejor película extranjera 2010.
A pesar de su proyección internacional, el actor argentino nunca ha ansiado hacer carrera en Hollywood. Como argumentó en una entrevista en el late night show argentino Animales sueltos, rechazó un papel en una película de Quentin Tarantino porque tenía que hacer de narco mexicano, y porque afirma no necesitar más dinero para ser feliz.
“Entiendo a los actores de habla hispana cuya meca es Hollywood. Pero no hay herramienta mayor para un intérprete que el pensamiento, y es muy difícil pensar en un idioma que no sea el natal. Algunos consiguen hacerlo muy bien y han logrado engañarnos, pero a mí no me sale con tanta facilidad”, explica, sin lamentarlo.
Entre sus próximos proyectos, está, justamente, compartir planos con dos ejemplos del salto con premio al cine estadounidense. Darín trabajará en agosto con los oscarizados Penélope Cruz y Javier Bardem en un thriller del iraní Asghar Farhadi, dos veces ganador del Premio de la Academia.
Antes de que este filme fragüe, en otoño llegará a nuestras pantallas La cordillera. El rodaje le ha permitido a Darín curiosear en la Casa Rosada y en el avión presidencial argentino. Un guiño del destino después de la controversia que el actor protagonizó en 2013 con la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
En una entrevista en la revista Brando, Ricardo preguntó sobre el origen del crecimiento patrimonial de los Kirchner. Y la alta mandataria le contestó con una extensa carta publicada a través de Facebook y Twitter.
Ahora, el actor ha tanteado el puesto de líder de su país en la ficción, y llegado a la conclusión de que en el cine, como en la política, los mejores frutos brotan del trabajo en equipo.
“No quiero caer en el infantilismo de que una sola persona pueda cambiar algo. Como en las película, creo en los equipos de trabajo, cuando muchas cabezas, miradas y corazones están puestos en el mismo objetivo, tenemos más posibilidades de reparar en errores. Y en el caso de la política, que atiende al bien común, imagino que todavía estará más afinado”.
Darín ha incluso fantaseado con un hito caso de que tomara en la realidad los mandos del gobierno argentino: “Si pudiera conseguir una sola cosa, trataría de lograr en un tiempo corto que no hubiera gente durmiendo en las calles, para recuperar la dignidad perdida”.