La exalcaldesa exhibe el liderazgo que le llevaron a permanecer 24 años al frente del Ayuntamiento de Valencia. Una comparecencia bien hilada y coherente que, sin embargo, no logra ocultar las fisuras que su discurso puede tener a corto plazo
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VALENCIA. La ex alcaldesa de Valencia y senadora del PP Rita Barberá desempolvó este jueves sus galones de oficial popular para saltar al ruedo ante los medios de comunicación tras varias semanas de asedio a consecuencia del estallido de la operación Taula y el presunto caso de blanqueo de capitales por parte del grupo municipal que ella lideraba. La histórica dirigente valenciana no dejó lugar a dudas sobre su empaque político: no flaqueó en su exposición y, por momentos, resucitó las cualidades por las que consiguió gobernar en el Cap i Casal durante 24 años.
Ahora bien, su fuerte personalidad y la narración del relato, en general, bien hilada, no logra ocultar las fisuras que a corto plazo puede tener su discurso. No obstante, Barberá, en una maniobra estratégica acorde con su nivel político, decidió comparecer para anticiparse a los movimientos judiciales y fortificar su trinchera en el Senado. Lo dijo "bien clarito": no dimitirá. Ni ahora, ni si la imputan.
En este sentido, el momento elegido por la exalcaldesa no es baladí: antes de que se levante el secreto de sumario y después de haber recibido el respaldo de Mariano Rajoy, Barberá dibujó y expuso frente a los medios de comunicación su hoja de ruta ante el caso. Un alegato en el que ignoró el peaje de la responsabilidad política -su grupo casi al completo se halla investigado- y no aportó ninguna luz sobre el presunto delito de blanqueo que podría haberse cometido desde su entorno.
Así, la otrora máxima responsable municipal analizó ante la abarrotada sala de prensa el estado de la cuestión tras una etapa de "prudencia". La razón para dar el paso, según sus palabras, el fin de las declaraciones de los ediles y asesores investigados por el presunto blanqueo y, por otro lado, el anuncio de separación en dos piezas: por un lado el caso Imelsa y, por otro, el citado blanqueo que es, a priori, el que puede salpicarle. De esta manera, de entrada, Barberá ponía distancia con la causa que se antoja más grave y voluminosa. Una interpretación que no tiene por qué corresponderse con la realidad: la separación de las piezas no implica necesariamente el descarte de vinculaciones.
Tras esta antesala, la exalcaldesa puso el foco sobre su situación personal por las informaciones publicadas: habló de "mentiras impunes", "condenas mediáticas" y esgrimió su situación de "indefensión". A continuación, reivindicó la defensa del "principio de presunción de inocencia en toda su dimensión", exigió que la "carga de probar los hechos recae sobre los que acusan" y planteó la reflexión de "legislar sobre la responsabilidad sobre las filtraciones".
A partir de ahí, inició un alegato basado en la negación y/o desconocimiento de las distintas informaciones aparecidas en diferentes medios de comunicación. Afirmó no haber contribuido a ningún blanqueo de dinero, aseguró que nunca existió una caja B y rechazó que le hubieran devuelto los 1.000 euros de donativo al partido para la campaña que sí admitió haber aportado. En esta línea, rememoró otra de sus líneas clásicas de defensa: "Nunca he tenido un cargo en el PP" para definirse como una "persona honrada" que "vive de alquiler, tiene un coche antiguo y lleva 40 años trabajando".
En su exposición, en momentos posteriores, ahondó en el "inenarrable dolor anímico" sufrido por "las condenas mediáticas". "He dado gracias a Dios de que mis padres no vivieran", subrayó.
Otro de los puntos fuertes del discurso de Barberá fue el aforamiento del que goza por su condición de senadora y que obliga a que sea el Tribunal Supremo el que asuma su causa si es imputada. Así, subrayó que existe una "voluntad de engañar" sobre esta prerrogativa: "No es una inmunidad, ni un blindaje para ser juzgada. Te juzga el primer tribunal de España", afirmó.
A continuación, inició una serie de críticas a discreción contra los rivales políticos, especialmente contra los "lenguaraces socialistas", con especial inquina hacia el secretario de Organización del PSOE, César Luena: "Ni él puede llegar a más, ni el PSOE a menos", sentenció, para añadir que ni siquiera iba a "perder el tiempo" en responder a "la izquierda radical antisistema" y "comunistas rancios". Si se lo tomó para poner en duda la financiación de Ciudadanos, que sin apenas representación previa "ha hecho tres campañas seguidas con más medios que nosotros".
Todo un recorrido para terminar, hasta ese momento no lo había aclarado aunque se preveía, que no abandonaría el puesto. "Ni me lo planteo", sentenció. "Si dimitiera sería como asumir una culpa y yo no he cometido ningún delito y ni siquiera conozco de qué se me acusa", afirmó, para calificar de "vomitivo" las tesis que la señalan como "jefa de una trama".
No obstante, Barberá sí quiso poner la venda antes de la herida al señalar que vería "lógico" que pudieran llamarla a declarar dado que han citado prácticamente todo el grupo municipal. Una manera de anticipar que no renunciará a su puesto aunque el Tribunal Supremo decida investigarla
En la recta final de su intervención, la senadora del PP mostró su deseo de "colaborar con la justicia" pero no de someterse a "tribunales populares" en referencia a su comparecencia en Les Corts solicitada por Podemos y que debería tener lugar este lunes. Barberá aseguró no haber decidido si acudirá o no y deslizó la no obligatoriedad de presentarse puesto que no se trata de una comisión de investigación.
Por último, la exalcaldesa reflexionó sobre su repercusión mediática al asegurar haber ocupado "más espacio" estos días que el pacto de gobierno y concluyó con un alegato a los ciudadanos. "Le pido a los valencianos que crean en mí. Lo que me está pasando a mí le puede pasar a cualquiera".