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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

Romper el silencio

6/10/2023 - 

Una espesa niebla nocturna invadía la Alameda y el recién construido Jardín del Turia de Valencia. El público salía conmovido de un recital que había ofrecido Sviatoslav Richter con obras de Claude Debussy. Era a principios de 1990 y el Palau de la Música, que había sido inaugurado en abril de 1987, vivía sus primeras temporadas. El pianista ucraniano, que nunca volvió al Palau y murió en 1997, tocó entonces con las partituras en el atril del piano y la única iluminación de una lámpara de pie. El largo silencio que mantuvo, sentado ante el teclado, antes de atacar la primera nota, añadió misterio y expectación a un concierto que sigue siendo un referente de la historia del Palau.

Por aquellos años pasaron por el auditorio, entre otros grandes músicos, el director Carlo Maria Giulini, el chelista Mstislav Rostropóvich, el violinista Isaac Stern y las sopranos Kiri Te Kanawa y Montserrat Caballé. Stern tocaba un violín Guarnerius que había pertenecido al violinista y compositor Eugène Ysaÿe. Dio un recital en mayo de 1991 que incluyó la célebre Sonata para violín y piano de César Franck, dedicada por el compositor a Ysaÿe, quien la tocó por vez primera. El público que asistió al concierto tuvo la fortuna de escucharla en el mismo violín con que se estrenó.

El Palau formaba parte del Plan Nacional de Auditorios diseñado por el ministro Javier Solana y el entonces director general de Música y Teatro, José Manuel Garrido, que preveía un total de 13 edificios destinados a salas de conciertos en España. Estaba previsto que el Auditorio Nacional de Madrid, también obra de José María García de Paredes, fuese inaugurado antes, pero se retrasaron las obras, por lo que correspondió al de Valencia ser el primero en abrir sus puertas. Aunque con prisas de última hora, fue el 25 de abril de 1987, fecha de la Batalla de Almansa, elegida por el entonces concejal delegado de Cultura del Ayuntamiento de Valencia, Vicent Garcés. No asistió la reina Sofía y corrió el rumor de que no lo hizo porque la Casa Real no se encontraba cómoda con esa fecha. Costó entonces 1.200 millones de pesetas, aportados por el Gobierno, la Generalitat y la Diputación. El Ayuntamiento de Valencia ofreció los terrenos y asumió la gestión.

Quienes actuaban por primera vez en la sala solían alabar su acústica. Montserrat Caballé se dirigió al público a final de su recital en 1990 para decir: "Enhorabuena, tienen ustedes un Stradivarius". Recuerdo a Giulini hablar con admiración de los nuevos auditorios y calificar de "una vergüenza" que Italia, con tantos bellos teatros, no contase entonces con auditorios nuevos para música sinfónica.

Las grandes figuras y las primeras orquestas del mundo han sido una constante en el auditorio valenciano. El director y pianista Daniel Barenboim, que debutó en España con la Orquesta de Valencia en 1959 cuando contaba 16 años, vino por última vez en 2017, con motivo del 30º aniversario del Palau. Tocó un recital y también el 5º Concierto para piano y orquesta, "Emperador", de Beethoven, con la Orquesta de Valencia dirigida por Yaron Traub. Pareció sentirse incómodo limitándose al piano y, tras pedir educadamente permiso al titular, se dedicó a hacer indicaciones a la orquesta. En un momento determinado, cogió la chaqueta, que había colgado en el soporte de la tapa del piano, y dijo: "Hasta mañana", con lo que dio por concluido el ensayo.

El Palau propició una nueva época de la Orquesta de Valencia, su agrupación residente, cuyo nivel técnico y artístico está actualmente en su mejor momento histórico. Esa orquesta nació en 1943, con el nombre de "Municipal", de la mano de un director, el catalán Joan Lamote de Grignon. En los primeros años del franquismo había sido desterrado de Barcelona por "desafección al Régimen", pero fue rescatado por Martín Domínguez, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Valencia, quien había pertenecido a la Derecha Regional Valenciana y representaba una sensibilidad diferente en el franquismo. La orquesta ha pasado por épocas difíciles, como cuando en los sesenta del siglo XX su entonces titular, Enrique García Asensio, leyó un vibrante manifiesto en el Teatro Principal, pidiendo al público su apoyo contra la decisión del ayuntamiento de declarar a extinguir las plazas de profesores porque consideraba que la agrupación sinfónica no era "rentable".

De toda la historia de la Orquesta de Valencia y de la que ha compartido desde hace 36 años con el Palau de la Música, probablemente el periodo más triste ha sido el de los últimos y calamitosos cuatro años. El prolongado cierre por obras tras el desprendimiento de elementos de los techos en sus salas Iturbi y Rodrigo desterró las grandes orquestas internacionales de la programación y obligó a la orquesta a una lamentable peregrinación por espacios ajenos.

El ensayo con público del 7 de septiembre pasado supuso romper el silencio. Una orquesta visiblemente emocionada tocó con una mezcla de rabia y entusiasmo Una vida de héroe de Richard Strauss. Era un ensayo con público, la primera actividad abierta que se producía desde el cierre en julio de 2019. La sala ofrecía una respuesta armoniosamente redonda, como un violín acabado de reparar que acoge de nuevo el sonido de las cuerdas. Cuatro años, dos meses y veinte días después de que se decretara el largo silencio que ha sufrido, el Palau de la Música renace ahora con la esperanza de que el sentido común impida que el silencio vuelva a apagar la música recuperada.

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