VALÈNCIA. Imagine vivir en una sociedad en la que el consumo del oxígeno está limitado. Un mundo en el que es pecado. Eso sí, no para los más pudientes, que harán lo que puedan por conseguir el oro gaseoso. Esta es la sociedad que dibuja Rutina: la prohibición, un cortometraje de animación firmado por el valenciano Samuel 'Sam' Ortí, que en apenas unos días sabrá si está incluido entre la lista de nominados a los premios Goya. Hampa Studio y Conflictivos Productions esperan con la nominación seguir forjando una aventura que suma ya la mención especial del jurado en el Festival de Sitges y del Grossmann Fantastic Film, un proyecto que supone, además, el inicio de una nueva etapa para su director. El corto, realizado con la técnica Stop-Motion, que consiste en realizar la animación foto a foto con muñecos (en este caso de látex y silicona), habla de una sociedad alienada, un producto de animación para adultos que deja a un lado el costumbrismo clave en otras obras del autor para virar hacia un relato más poético. Hablamos con su director.
-Han pasado casi veinte años desde primer corto Encarna (2003), una carrera marcada por el trabajo en torno al costumbrismo español, con referencias al cine clásico terror. ¿Es Rutina un punto y aparte?
-Rutina encaja con el resto de mi filmografía. Hasta ahora me dediqué a hacer cine costumbrista con plastilina, comedia descarada, buscando siempre la carcajada, en el que el diseño era muy dulce. Ponía siempre personajes encantadores físicamente haciendo cosas realmente desagradables. En ese toque encontraba el humor. Después de terminar mi largometraje, Pos eso, decidí que era hora de tomar otro rumbo. Sigo participando de algunas cosas que se veían en mi cine pero ya no busco provocar la carcajada. Mi intención es un poco más profunda, quizá algo pretenciosa, pero me gustaría que me cine sirviera para reflexionar y entretener, que muestre algo nuevo, donde yo pueda explorar cosas que realmente me preocupan como ser humano. Con estos tiempos que corren cabe hacerse muchas preguntas. Es un cine menos optimista.
-El corto tiene un fuerte componente social, aunque desde la poesía.
-La palabra poesía es clave. Hasta ahora he hecho prosa y ahora quiero hacer un cine más poético, que invite a muchas lecturas. Me gusta que quede abierto, que cada espectador vea una cosa distinta, trabajando desde lo ambiguo. Me gusta que la gente lo vea y se pierda en los infinitos detalles que tiene. Lo he trabajado como una pieza de orfebrería. Hablo de los abusos de poderes, sobre el cambio climático y la inacción de la gente, etc. Al final los desfavorecidos son los de siempre y lo aceptamos casi aplaudiendo. Ya nadie se rebela.
-Habla de un poder que bien podría estar anclado en lo actual o, también, referirse a una idea más amplia.
-El poder es igual ahora y siempre. El poder solo quiere perpetuarse y le da igual cómo. Pero siempre ha sido lo mismo. Se perpetua gracias a la violencia. Desde la caverna. Ahora pasa igual. Estados Unidos no es la primera potencia por ser la más dialogante. Hablamos de poderes que imponen su fuerza, no usan otro camino. Aún así, no es un corto de política profunda, es un corto entretenido. Habla de una sociedad distópica, futurista, fantástica, en la que no hay un solo ser humano. Lo que pasa en esa sociedad es que prohiben el consumo de oxígeno, lo hacen además por medio de la Iglesia, poniéndolo como pecado. Ellos mismos se condenan. La idea surge de cosas que pasan a diario. Habitualmente nos prohiben cosas y simplemente las aceptamos porque es la ley, porque supuestamente no se puede cambiar. Pero cuando algo no funciona se puede cambiar. La idea es : ¿somos capaces de hacer asumir algo estúpido?
-Hace bien poco el agua empezaba a cotizar en bolsa.
-Es alucinante, ¿cómo puede ser? Nadie se ha rebelado contra esto. Aceptamos la rutina porque es mejor que luchar, porque somos gandules. Lo que triunfa ahora mismo es todo aquello que implica poco trabajo.
"En Rutina he intentado no delegar ninguna de esas tareas, quería estar en contacto con los materiales"
-Hablemos del aspecto formal del corto, ¿que aporta, quizá desde el punto de vista emocional, el trabajo en Stop-Motion?
-Lo que realmente me gusta es trabajar con las manos, con cosas reales. Me gusta mucho el 3D, el dibujo animado, y trabajo muy a gusto en estos campos, pero soy infinitamente más feliz cuando el resultado es un objeto que puedo ver. Hay que crear todo ese mundo que luego ves en la pantalla. Las casas, coches o aviones, todo se hace a mano. El simple hecho de hacer esas casas o personajes me produce un tremendo placer. Yo en realidad soy un escultor. Después entra el magnifico proceso de animarlos, moviéndoles foto a foto. Te permite ver algo que no ha pasado nunca. Eso es realmente mágico. Siento una satisfacción maravillosa cada vez que veo un plano terminado. Disfruto de todo el proceso. En mi anterior proyecto, un largometraje Pos eso, no pude hacer esto, me dediqué a dirigir. En Rutina he intentado no delegar ninguna de esas tareas, quería estar en contacto con los materiales. Mi mayor ayuda ha sido mi madre que me ha ayudado a hacer las maquetas; mi mujer ha hecho el vestuario; mi vecino la fotografía... somos un equipo muy pequeñito pero por eso podemos disfrutar más del proceso.
-Pos Eso cuenta ahora con distribución online, a través de plataformas como Filmin o Amazon Prime, algo que está ahora más que nunca sobre la mesa, la convivencia de la gran y pequeña pantalla, ¿en qué medida es importante?
-La gran pantalla en los cines cada vez es más pequeña y la pequeña pantalla de casa es cada vez más grande. Lo único que es irremplazable, aunque ahora no se pueda vivir, es vivir esa experiencia con más gente. El acto social de compartir no se va a perder nunca. No sé si será el modo de entretenimiento número uno como lo fue el siglo pasado, pero se mantendrá, como el jazz o el Rock and Roll. La experiencia compartida es algo enriquecedor.
"Rara vez los mejores cortos están nominados a los goya"
-En unos días se deciden los nominados a los Goya, a los que opta el corto, ¿son importantes los premios?
-Ganar un Goya es muy importante. Lo digo sin ningún reparo. Es el premio que más fácil te lo pone para continuar tu trayectoria. Si lo ganas, tu próximo trabajo será más fácil de llevar a cabo. Lamentablemente no es un premio muy coherente, por lo menos a lo que respecta a los cortos de animación. Rara vez los mejores cortos están nominados y más rara cuando gana el mejor. Todos los que hayan ganado ahora se me echaran encima... Se da de una manera muy arbitraria. Hay festivales donde el premio, como realizador, es muy trascendente. Al final la gran mayoría de los académicos son actores, les da igual la animación. Me encantaría ganar un Goya, sería lo más bonito que le pasaría a mi madre. La primera vez me me nominaron hizo mucha ilusión, pero lamentablemente las hostias de la vida te la quitan rápidamente.
-Rutina se crea, además, desde una alianza entre Conflictivos Productions con los también valencianos Hampa Studio, ¿cuál es la salud de la animación?
-València es primera potencia en España de animación. Hay mas animadores que en Madrid o en Barcelona. Produce mucha animación de todos los ámbitos, tanto en el comercial como de autor, que es mi caso. Se producen muchos cortos de innegable calidad y a eso se une que exportamos animadores a las mejores compañías del mundo. Es indiscutible su valía.