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Ruzafa no se acaba nunca: comer, beber y trasnochar en Ruzafa (I)

Ruzafa es desde hace años el barrio. El barrio donde todo ocurre, la zona desde la que cada madrugada empieza a bombear la sangre que mantiene viva a esta ciudad, el único nombre que retienen nuestros amigos de fuera una vez vuelven a Sevilla o Zaragoza.

| 30/09/2016 | 7 min, 33 seg

Las calles en las que conviven modernas y falleros en perfecta armonía cuenta con una oferta gastronómica abrumadora. De todo hay. Desde el famoso bocadillo completo, parada obligatoria de noches memorables, hasta un estrella Michelín. Ruzafa no se acaba nunca.

AbdAllah al-Balansi,gobernador de Valencia e hijo de Albd-Abderramán I, califa de Córdoba, no podía sospechar que sobre la finca de recreo y el jardín que mandó construir en el siglo IX, se alzaría doce siglos más tarde, una de las zonas con más músculo (y más restaurantes) de la ciudad. También fue en esta localización desde donde Jaime I comenzó la conquista de Valencia y fue en Ruzafa donde el último rey musulmán firmó su capitulación ante el rey aragonés antes de salir hacia Túnez. Carambolas del destino. Unos 800 años después, la población inmigrante que se había asentado en el barrio, magrebí, china y subsahariana en su mayoría, también fue desterrada de allí, expulsada por el incremento de los precios en los alquileres. Ese es el origen de la Ruzafa moderna, en la que cada vez hay menos colores de piel distintos y cada vez hay más barbas, tatuajes y camisas de cuadros. Pero algo queda de aquel barrio donde las chilabas y los moños de fallera coexistían ofreciendo una estampa particular.

Piense en un destino, una zona geográfica del mundo donde le apetecería cenar esta noche. Es probable que en Ruzafa encuentre su cocina. La gastronomía de Alemania, Brasil, India, Grecia, Perú, Argentina o México está presente en el barrio. En ocasiones en su versión más purista, otras fusionada con los elementos locales. Empezaremos el recorrido ruzafeño alrededor del globo por Japón, con Nozomi Sushi Bar como primera parada, restaurante que se ha convertido en una referencia absoluta de la cocina nipona en Valencia en tan solo dos años. Antes, José Miguel Herrera y Nuria Morell ya habían elevado bastante el nivel con Sushi Home. Nozomi es además, uno de los locales más bonitos de la ciudad. No lo digo solo yo. El año pasado, Nozomi fue elegido entre los diez restaurantes más bonitos del mundo que compitieron en los Restaurant & Bar Design Awardslos premios de interiorismo más importantes en lo que a restauración se refiere.

Sin alejarnos demasiado de allí, la Taberna Tora ofrece una propuesta mucho más informal y ruidosa. En esta pequeña izakaya, una auténtica taberna japonesa, preparan platos tradicionales para compartir. Aquí hay que olvidarse del sushi y lanzarse a propuestas más arriesgadas como el karaage (pollo macerado con sake y jengibre), el kimuchi (la versión japonesa del kimchi coreano) o las gyozas y acompañarlos con una Kirin, cerveza japonesa de barril. Otro japonés imprescindible en la zona desde hace poco es Ramen Kuma, el primer RamenYa de Valencia. Tras el éxito cosechado en Tora, Koji y Sonia abrió hace algo más de un año este local especializado en el popular caldo oriental de fideos, verduras, huevo duro y cerdo. En Ramen Kuma se puede pedir de soja o de miso y acompañarlo con algún entrante. La carta es breve y las raciones generosas. Ramen Kuma tiene todos los ingredientes necesarios para, a la primera cucharada de ramen, transportarte hasta los míticos paseos del gourmet solitario de Taniguchi y Kusumi.

Cruzamos todo un océano y cambiamos de continente simplemente recorriendo unas pocas calles del barrio, hasta llegar a Ancónun restaurante peruano que los que amamos el ceviche nos encanta frecuentar. Uno puede pedir el clásico de corvina o el mixto con pulpo y langostinos y elegir si lo quiere al estilo tradicional (con leche de tigre), ancón (con salsa de ají amarillo) o nikkei (con shoyu, aceite de oliva y jengibre). Hay que probar las empanadillas de ají de gallina y seguir con unos anticuchos y acompañarlo todo con un pisco sour, la bebida nacional de Perú a base de pisco y zumo de limón. Los postres de Ancón son también deliciosos. La cocina peruana vive una época de esplendor. Su gastronomía, desconocida por el gran público hasta hace pocos años, ha alcanzado por fin el lugar que merece y Ancón es un magnífico lugar para descubrirla.

No importa que haya que atravesar seis países para llegar hasta México, porque desde aquí en cinco minutos nos topamos con La Llorona, la taquería que ha devuelto la dignidad que nunca debió perder la cocina mexicana en esta ciudad. Soy una groupie de la comida mexicana, pruebo todos los restaurantes de esta cocina que encuentro a mi paso y la mayoría de veces salgo decepcionada. La Llorona es de lo mejor que tenemos ahora mismo en Valencia en lo que a cocina popular azteca se refiere. Los tacos al pastor, los de gringa y los de cochinita pibil (por algo fueron elegidos plato de la semana el pasado viernes) están de muerte, pero si uno quiere probar nuevos sabores, que se decante por los de lengua, carnitas (cerdo, cebolla, coca-cola, leche condensada y zumo de naranja) o pescado. El guacamole con totopos caseros que hace José Gloria, chef y dueño de la taquería es también destacable.

Y del DF bajamos hasta la Argentina. Doña Petrona, lo último de Germán Carrizo y Carito Lourenço combina cocina tradicional argentina con pinceladas y productos de la tierra. Platos de acá y de allá, según dicen, una carta informal y divertida donde caben desde unas empanadas criollas hasta una milanesa, unas patatas bravas con salsa de “Chiles Hermanos” (para chuparse los dedos) o unos canelones de pollo. A mediodía tienen un estupendo menú y también se puede desayunar, merendar, tomar un café o una copa. Su terraza, a los pies de San Valero y junto al Mercado es uno de los lugares con más encanto de Ruzafa.  Larga vida a estos dos pibes, cuya impronta en el barrio empezó hace ya un tiempo con la apertura de Fierro. Pero del restaurante de una sola mesa hablaremos en el próximo artículo.

También Europa esta representada en esa Ruzafa viajera, multicultural y políglota. En la calle Luis de Santángel, se ubica, con porte discret, o L’Alquimista. No sé si es el mejor italiano de Valencia, pero, al menos para mí, se encuentra entre los tres mejores. El local tiene solo cinco mesas sobre las que Mario despliega su pericia sobre los fogones con platos poco conocidos de la Italia más tradicional y Nicola desgrana con diligencia los detalles de la pasta e fagiolio los papardelle de ragú con ternera, setas, boletus y rúcola. Recomiendo pedir el menú. Unos 18 euros la última vez que fui y donde sirven lo que ese día haya preparado el cocinero. También venden pasta fresca para casa. No hay pizzas en L’Alquimista, ni falta que hace, pero si apetece comer el plato más universal que ha dado Italia, volviendo a Pedro III el Grande, encontramos unas de las pizzas más originales de Valencia. Se llama Pink Flamingo. Los dueños son franceses y sus pizzas, un buen ejemplo de lo que significa Ruzafa a nivel gastronómico. Sobre las bases de la pizza, elaboradas siempre con harina ecológica, una amalgama de sabores de distinta procedencia, desde la de cordero macerado y salsa de yogur  a la de pollo y gambas al curry. L’aphrodita, con centro de hummus y berenjena es una de mis favoritas. Pueden pedirles que te las lleven a casa, pero olvídense si viven lejos. Pink Flamingo, solo lleva sus pedidos en bicicleta. Pocas cosas definen más a Ruzafa que este gesto.

Ruzafa no se acaba aquí, ni mucho menos, porque Ruzafa nunca se detiene. El barrio se transforma según el momento y la persona. La gentrificación hace tiempo que se instaló en la zona, pero ello no ha impedido que Ruzafa continúe en plena efervescencia, tanto a nivel gastronómico, donde se siguen haciendo algunas de las cosas más interesantes de la ciudad, como humano, con sus talleres, galerías y cafeterías librerías.  Además, en Ruzafa está el Mercado y Ricard Camarena y Maipi y Dos Estaciones… pero de ellos nos ocuparemos otro día.

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