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Ruzafa no se acaba nunca: comer, beber y trasnochar en Ruzafa (I)

Ruzafa es desde hace años el barrio. El barrio donde todo ocurre, la zona desde la que cada madrugada empieza a bombear la sangre que mantiene viva a esta ciudad, el único nombre que retienen nuestros amigos de fuera una vez vuelven a Sevilla o Zaragoza.

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Las calles en las que conviven modernas y falleros en perfecta armonía cuenta con una oferta gastronómica abrumadora. De todo hay. Desde el famoso bocadillo completo, parada obligatoria de noches memorables, hasta un estrella Michelín. Ruzafa no se acaba nunca.

AbdAllah al-Balansi,gobernador de Valencia e hijo de Albd-Abderramán I, califa de Córdoba, no podía sospechar que sobre la finca de recreo y el jardín que mandó construir en el siglo IX, se alzaría doce siglos más tarde, una de las zonas con más músculo (y más restaurantes) de la ciudad. También fue en esta localización desde donde Jaime I comenzó la conquista de Valencia y fue en Ruzafa donde el último rey musulmán firmó su capitulación ante el rey aragonés antes de salir hacia Túnez. Carambolas del destino. Unos 800 años después, la población inmigrante que se había asentado en el barrio, magrebí, china y subsahariana en su mayoría, también fue desterrada de allí, expulsada por el incremento de los precios en los alquileres. Ese es el origen de la Ruzafa moderna, en la que cada vez hay menos colores de piel distintos y cada vez hay más barbas, tatuajes y camisas de cuadros. Pero algo queda de aquel barrio donde las chilabas y los moños de fallera coexistían ofreciendo una estampa particular.

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