Años atrás me alegré mucho de que la Generalitat Valenciana bautizara a San Joan fiesta autonómica. Fecha de muchas celebraciones. Día de muchos rituales. Noche de mucho jolgorio. Mañana de pesada resaca. Fue un paso de gigantes para un territorio que aún sigue buscando en el universo su propia identidad. Que es mucha, por cierto. Nos une el Mediterráneo. La fiesta de Sant Joan está sirviendo para reencontrarnos como pueblo. No podemos seguir divididos por banderas o lenguas. Ni debe alimentarnos el odio o un cantonalismo absurdo. Ni la capital debe oprimir al resto de territorios.
Quizá a través de las festividades locales podamos consensuar un modelo propio identitario. Es algo profundamente certero. Cada día que pasa estoy más convencido de ello. El fútbol por el momento no lo ha sido. Manuel Vázquez Montalbán escribió en una de sus magnificas novelas que el FC Barcelona era el ejército desarmado de Catalunya. Los valencianistas del pueblo de Mestalla por el contrario no hemos sabido serlo desde Guardarmar del Segura a Vinaròs. A veces hemos sido demasiado prepotentes con nuestros vecinos de Alicante y Castellón. Algo no ha funcionado. Y en este sentido las fiestas y el fútbol muestran dinámicas antagónicas.
Por el contrario las Fallas románticamente si han sabido mantener lazos de unión y amistad con las Hogueras y Gaiatas a lo largo de los últimas décadas. De hecho llegó con el invento de las fogueras, ocurrencia de una comisión de Ruzafa. La unión de las Fallas y las Hogueras. Se ha afianzado mucho el germanor entre valencianos gracias a las fiestas. Los aficionados valencianos al fútbol, salvo excepciones, como lo son las jornadas celebradas entre seguidores rivales organizadas por las Agrupaciones de peñas y siempre alrededor de una paella, no han llegado a establecer fraternidades que desdramaticen el patriotismo del balón, fácilmente convertido en un nacionalismo futbolero.
Por ello debemos seguir avanzando un poquito más en el modelo identitario del pueblo valenciano. Sin dilaciones. Sin miedos. Un pueblo diverso. Un pueblo con mucha personalidad. Un pueblo que arrastra mucha historia. Un territorio con muchas tradiciones. Una tierra magnifica para vivir. Ni los celos, ni el caudillismo a veces de la capital debe seguir en la hoja de ruta de la búsqueda de unas señas de identidad marcadas por el enfrentamiento y las distancias entre valencianos. Sigamos por el buen camino, sigamos buscando en las aguas del Mediterráneo ese tesoro que se llama Comunidad ¡Ahora toca un guiño a Castellón!