VALÈNCIA. El candidato del PSOE, Pedro Sánchez, ganó este domingo las elecciones generales aunque no logró la gran mayoría de objetivos que se había propuesto cuando abocó al país a unos nuevos comicios al renunciar a un acuerdo con potencial socio, Unidas Podemos.
Así, la convocatoria auspiciada por el líder socialista iba dirigida a aumentar su representación, debilitar al partido de Pablo Iglesias y buscar aritméticas diferentes que le permitieran no solo el acceso a La Moncloa, sino también un mandato más plácido al que se le avecinaba con Unidas Podemos dentro del Consejo de Ministros.
La buena noticia para Sánchez es que, salvo que sus propios errores lo impidan, será de nuevo presidente del Ejecutivo. La mala es que se antoja más que complicado que pueda persistir en su objetivo de gobernar en solitario prescindiendo del concurso de Iglesias. Y aún con Iglesias, sumaría 155 escaños y necesitaría 21 más para alcanzar la mayoría absoluta en un Parlamento más fragmentado que nunca.
Pero no es este el único hecho relevante de lo acaecido este domingo. El candidato del PSOE, con esta convocatoria electoral, ha eliminado a un posible socio como Ciudadanos y ha dado alas a un enemigo enconado como Vox, gran triunfador de la jornada con un ascenso de 28 escaños.
Tanto es así que si Albert Rivera había anunciado en campaña que facilitaría el desbloqueo, lo que se había interpretado como una abstención para Sánchez, Santiago Abascal había proclamado a los cuatro vientos que siempre votaría en contra del líder del PSOE. Por tanto, de un plumazo, parece haberse esfumado para el candidato socialista cualquier posibilidad de gran coalición o abstención por parte del PP, dado que Pablo Casado, pese a lograr un buen resultado, siente demasiado cerca la presión de la extrema derecha de Vox. Con ello, Sánchez está obligado a mirar tanto a las fuerzas de izquierdas como a las nacionalistas para alcanzar los apoyos suficientes para gobernar con alguna garantía de estabilidad.
Más aún, esta cita electoral ha servido para que el Congreso dé la bienvenida a nuevas fuerzas políticas que debutan en la Cámara Baja o regresan a ella. Es el caso de Más País -el partido de Íñigo Errejón-, BNG, Teruel Existe o los independentistas de la CUP. Los comicios también han servido para demostrar que los nacionalistas vascos mantiene una excelente salud, como evidencia el ascenso a siete escaños del PNV o la subida de EH Bildu a cinco diputados, lo que conlleva la constitución de un grupo propio.
Entre el numeroso grupo de partidos nacionalistas o regionalistas repite Compromís con un solo diputado -Joan Baldoví-, mal resultado para la coalición valenciana que, en contra del criterio de Mónica Oltra, había hecho una apuesta arriesgada presentándose con Errejón con el objetivo de lograr al menos un escaño más.
Con estos mimbres, el escenario para que Sánchez repita en La Moncloa es factible pero complejo. La suma de los partidos pequeños no es suficiente para salvar en la investidura un voto en contra de la derecha -140 escaños entre PP y Vox- ni siquiera contando con una hipotética abstención de Ciudadanos -que se ha quedado en 10 diputados-. En esta situación, se hace prácticamente imprescindible para Sánchez contar con el apoyo de los 35 escaños de Unidas Podemos y, más aún si los independentistas -ERC, JxCAT y CUP suman 23 escaños- decidieran votar en contra del candidato socialista.
Es decir, Sánchez podrá gobernar pero las combinaciones lógicas apuntan a un acuerdo con el partido de Pablo Iglesias, que como ya anunció en la misma noche de este domingo, está dispuesto al pacto bajo un gobierno de coalición. Justo lo que no quería el líder del PSOE cuando se embarcó en estas nuevas elecciones. Lo que cambia ahora es que, en las últimas negociaciones, el dirigente de Podemos aceptó dar un paso a un lado y no entrar en el Consejo de Ministros para desbloquear las conversaciones, algo que ahora no tiene previsto hacer después de que su partido sea igual o más necesario que tras el 28 de abril.