Al sector agrario hace tiempo que le salieron arrugas. Los agricultores menores de 35 años son muy pocos y siguen descendiendo en toda la Unión Europea. Faltan manos, ideas y energía que revitalicen el campo, pero algunos valientes empiezan a tomar el relevo
Fran cumplió 28 años el pasado lunes. Desde los 24, se ha dedicado profesionalmente al campo. Aunque toda su vida ha estado vinculado a él a través de su familia. Sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos… no sabe cuántas generaciones se dedicaron a labrar la tierra antes que él. Fran ha vivido el trabajo del campo desde niño. Ha quitado malas hierbas, ha cavado, ha arreglado caballones y ha aprendido a utilizar la azada como otros niños aprenden a jugar al yoyó o a las canicas. No pensaba dedicarse a la agricultura. Estudió electricidad, pero a la hora de buscar trabajo, la crisis desvió el plan que había trazado. "Me puse a ayudar en el trabajo de casa, me fue gustando y acabó enganchándome", afirma el joven. Una vez tuvo claro que se dedicaría al campo se matriculó en Ingenería Agronómica y del Medio Rural, aunque por falta de tiempo, tuvo que dejar los estudios aparcados. "No descarto acabar la carrera, pero ahora mismo no puedo compaginar", explica. Hoy, él y su padre trabajan unas 90 hanegadas en Alboraya. Cultivan patatas, cebolla y el producto estrella del municipio, la chufa. "Mis padres siempre me han dicho que si podía, no me dedicara a esto, que la agricultura es muy dura, pero una vez tomé la decisión me han apoyado y animado a continuar", señala Fran.
La mayoría de jóvenes que se decantan por el sector agrícola lo hacen siguiendo la estela familiar. Sus antecesores se han dedicado al campo y cuentan con explotaciones agrícolas propias y la experiencia de sus padres o abuelos. Una de las principales diferencias con la generación anterior reside en la formación a la que hoy pueden acceder muchos de estos jóvenes agricultores. Es el caso de Javier, un joven de 22 años, natural de Artana (Castellón) que compagina su trabajo en el campo con los estudios de 4º de Ingeniería Agroalimentaria en la Universidad de Castellón. Desde hace tres cultiva melones, calabacines, berenjena, calabazas o garrofón. Empezó como un trabajo para pasar el verano, pero el proyecto ha ido creciendo. "Antes de buscar otro tipo de trabajo y ponerme de camarero en vacaciones, decidí que me dedicaría al campo", comenta. Lo que empezó como una ocupación de los meses puramente estivales se está ampliando y Javier ya empieza con su trabajo antes de verano y lo termina pasado septiembre. "Lo más difícil es la falta de experiencia, buscar nuevos mercados, aprender a tratar con clientes, las dificultades técnicas que te encuentras... pero como en cualquier otro sector", agrega.
El relevo generacional en el campo es urgente. Actualmente, sólo el 5% de los agricultores tienen menos de 35 años y en la próxima década, 6 de cada 10 agricultores españoles entrará en edad de jubilación. Son datos de COAG, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos. Cifras que leídas así, pueden no significar demasiado. Es mucho más revelador montarse un día en la bici y darse una vuelta por los caminos de la huerta de Meliana, por los arrozales de Sueca o los campos de cítricos de Castellón. El campo y los que cuidan de él ha envejecido y eso, aunque parece que no nos demos cuenta, es un grave problema.
"En la zona en las que yo trabajo, la media de edad es de 70 a 80 años", declara José Pascual Fortea, agricultor responsable de la sectorial de jóvenes agricultores de AVA-ASAJA. Él tiene 38 años, pero de cara a la legislación europea, un joven agricultor es aquel por debajo de los 40 años. Antes era 35, pero como pasó con la edad del carnet jove en su día, hubo que subir la edad si no querían quedarse sin jóvenes. Desde la asociación intentan captar jóvenes para, juntos, tener más fuerza a la hora de exigir mejoras, precios más justos o financiación, pero confiesa, que es costoso. "Si tu familia no tiene tierras es prácticamente inviable dedicarse a la agricultura. Necesitas mucha inversión en maquinaria, productos fitosanitarios, arrendamientos... Es una profesión muy bonita, pero si no tienes detrás alguien que te apoye, es muy complicada", añade.
Con el ánimo de incentivar el relevo generacional en la agricultura, se crearon las ayudas a los jóvenes que acceden al campo. Según datos del Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA), dependiente del Ministerio de Agricultura, solo el 0,55% de los receptores de ayudas de la Política Agrícola Común (PAC) son menores de 25 años. Si se amplía el radio hasta los 40 años, las ayudas solo llegan al 9%. El 38,8% de quienes reciben ayudas de la PAC son mayores de 65 años, quienes recibieron un 26,5% de los fondos de este programa. "Faltan ayudas", explica José Pascual Fortea, "muchas veces el problema es la burocracia. Muchos jóvenes ven el papeleo como un muro".
Aún así, la alta tasa de paro juvenil de los últimos años, la ausencia de alternativas laborales en las zonas rurales y el potencial de crecimiento del sector agroalimentario español, ha provocado que en el último año aumenten un 79% las solicitudes de incorporación de jóvenes al sector agrario, en el conjunto de las Comunidades Autónomas, según COAG. Fortea no es optimista en este sentido. "Por ahora vamos tirando y es verdad que la crisis ha hecho que entre gente más joven en el sector, pero en cuanto suba un poco la construcción, nos volveremos a quedar solos", sostiene.
En la Comunidad Valenciana, otro de los problemas a los que se enfrentan los jóvenes agricultores es la dificultad que encuentran para modernizar y mecanizar los campos debido a que la mayoría de tierras de las tres provincias son minifundistas. De hecho, la Comunidad Valenciana es la autonomía más minifundista después de Canarias. "No son parcelas grandes y están esparcidas, por lo que es muy costoso implementar por ejemplo el riego por goteo. El coste de la inversión es muy alto", afirma Fran.
Pero la tierra también da muchas alegrías. "El campo es muy satisfactorio, te da muchas recompensas. A mí me gusta dedicarme a esto", afirma el joven agricultor de Artana. "Se vive bien si consigues ese balance entre la agricultura tradicional y la agricultura intensiva mecanizada. Eso es lo que hace que el sector salga a flote en l'Horta Nord", continúa Fran. El joven de Alboraya destaca el hecho de no tener jefes, de trabajar al aire libre y de poder organizarte tú tus horas de trabajo. Es verdad que cuando empieza el calor, los madrugones son importantes, hay que levantarse a las 5 hasta la una o las dos del mediodía, pero las jornadas no son extenuantes, al menos en su caso. "Yo me organizo para hacer una media de ocho horas, muchas veces se alarga a nueve o dice, pero como en cualquier otro trabajo. Luego hay días que tienes que acabar alguna cosa y puedes estar trabajando doce horas, pero los días de lluvia tenemos vacaciones", dice con una sonrisa. "Lo peor, probablemente es que el campo nunca para. No puedes cogerte muchas vacaciones. Yo tengo claro que nunca podré irme un mes seguido de vacaciones", añade. A pesar de ello, a él le gusta mucho su trabajo. "Yo encerrado no podría trabajar. La libertad que tienes y la obligación que tienes contigo mismo respecto al trabajo puede que sea lo que más me llama".