¿La valencianía de la alpargata?
En periodo postelectoral, en demasiadas ocasiones la lógica autocrítica es sustituida por un triunfalismo embriagador, al que vamos a darle un poco de espabilina
Se acabó lo bueno, se acabó el verano, se acabó agosto, se acabaron las siestas de tres horas, se acabaron las comidas interminables, se acabaron las cenas familiares tan entretenidas. Pero me surge la duda de si... ¿se acabó un gobierno en funciones? ¿Se acabó el donde dije digo? ¿Se acabó la falacia nacionalista? ¿Se acabó la hipocresía burkicultural?
Se acabó un mes de agosto atípico, de hecho algunos profesionales de la comunicación no han dejado de trabajar por aquello de la ‘situación excepcional’ en la política nacional. A finales de julio parecía que todo se resolvería en unos días, pero muchos pensábamos que con suerte, a principios de septiembre se aclararía la situación. El lío es morrocotudo y empieza a ser verdaderamente insufrible e incomprensible para el común de los mortales. ¿De verdad no pueden ponerse de acuerdo? ¿De verdad los 12 millones de votantes de PP y PSOE defienden ideas tan distintas y distantes?
Las reuniones de Rajoy y Rivera donde intercambiaron looks –con y sin corbata–, las imágenes de Sánchez en la playa mientras su partido tuitea que están haciendo todo lo posible para que no vayamos a las terceras elecciones (cualquiera lo diría) y los artículos y pronunciamientos campanudos barajando y criticando una posible cita electoral el día más importante de nuestro calendario grecolatino, el día de Navidad, son los protagonistas de unos medios que asisten atónitos a tanto despropósito junto. ¿Se acabó la cordura?
Nos abocamos a otra sesión de investidura que quizá resulte fallida y desde el PSOE nos intentan decir que la culpa fue del chachachá, y dicen justo lo contrario de lo que hacen, saben que con su no comparecencia y su no es no, el país sigue sin gobierno, sin capacidad de tomar decisiones, a la deriva sin un rumbo claro y tiene ante sí retos fundamentales para el desarrollo económico –especialmente la legislación que afecta al mercado laboral– y también a nivel de seguridad –inmigración y terrorismo yihadista principalmente–. Hay razones de peso para que en los próximos días tuviéramos un gobierno formado por miembros del PP, de Ciudadanos e incluso del PSOE, si éstos últimos no llevaran años suicidándose políticamente y pisoteando sus siglas.
Y a vueltas con las posibles elecciones generales, las que sí van a realizarse y también un 25 pero de septiembre son las gallegas y las vascas. Éstas últimas llegan con polémica por culpa de la insultante candidatura de Otegui, donde al margen de la complejidad jurídica que plantean las superpuestas inhabilitaciones que recaen sobre el personaje y los sucesivos recursos, es lamentable y demuestra la degradación moral de gran parte de nuestra clase política, escuchar declaraciones y leer mensajes de apoyo, solidaridad y camaradería. No sólo desde filas podemitas –inasequibles al desaliento: felicitan a Fidel, ensalzan al Che y luego piropean a Otegui, simplemente asqueroso–; sino desde el partido socialista, el partido en el que militó Fernando Múgica, Juan María Jáuregui o Ernest Lluch.
Sí, me estoy refiriendo a las declaraciones del presidente de la Generalitat Ximo Puig, que con la cantidad de problemas orgánicos e institucionales a los que se enfrenta –remodelaciones del Consell, tensiones entre altos cargos de los diferentes partidos, los retos que han decidido plantear en Sanidad y Educación, etc.– no tenía mejor idea que lanzar un mensaje [diciendo que acata pero no le agrada la decisión de la Junta Electoral Territorial sobre Otegui] propio de un dirigente municipal del PNV y no del representante de cinco millones de valencianos. En este asunto es de alabar la contundente y fundamentada respuesta que dio la abogada y diputada popular Mª José Ferrer San-Segundo.
Burkinis, un auténtico oxímoron como el clásico estruendoso silencio. Una de la claves de la degradación moral y cultural en Occidente es el mal uso, la manipulación y la perversión del lenguaje. Nos llegamos a creer auténticas barbaridades, ¿cómo se puede construir una palabra con dos que definen prendas absolutamente distintas y antagónicas? Pues para generar una nueva verdad oficial que justifique todo, hasta lo más absurdo. Todo ello está perfectamente explicado, y quizá planificado, en la neolengua del ‘Ministerio de la Verdad’ de la novela 1984 de Orwell. ¿Se acabó la defensa de nuestras libertades y de los valores que nos han hecho progresar como sociedad?
Lo que sí se acabó y nos ha dejado acongojados ha sido la vida de más de 200 personas en el devastador terremoto que ha asolado el centro de Italia. Pequeños pueblos de paisajes idílicos en la zona de Abruzzo han sido destrozados por culpa de la fuerza de la naturaleza, parece ser que también ha podido haber alguna negligencia en la construcción o rehabilitación de algunos edificios que se suponían preparados. En cualquier caso, las terribles imágenes de un país hermano, que también se disponía a celebrar las tradicionales fiestas en cientos de esos municipios en estas fechas veraniegas, nos recuerda la fragilidad de nuestra existencia, tantas veces ignorada.
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