VALÈNCIA. Sean Baker, el gran cronista de los marginados sistémicos de Estados Unidos en el cine de autor, se encontró ayer con la prensa y público en Cinema Jove con motivo del Premio Lluna de València que recibió a manos del director del festival, Carlos Madrid, tan solo unas horas antes en la gala de inauguración.
El gran tema que puso encima de la mesa es la infrarrepresentación de ciertos colectivos, especialmente en el cine americano: “Lo más importante del inicio de un proyecto es la idea. Y, en mi caso, necesito que sean historias de personas que no he visto aún representadas, o no las he visto suficiente”, relataba. Con ese pulso, la filmografía del director (que en parte se podrá ver durante los próximos días en el festival) ha armado una radiografía de los excluidos, personas exiliadas del raquítico sistema institucional de Estados Unidos por sus condiciones económicas o identitarias.
En este sentido, su posición privilegiada, que admite sin matices, le propone el reto de no sentirse intruso en las vidas a las que se acerca: “Busco a lo largo de todo el proceso validación, como en Tangerine. Mya y Kiki me dieron el visto bueno a la idea, me hicieron apuntes en el guion, estuvieron involucradas en el rodaje…”. Es uno de los muchos modus operandi que tiene para transitar un espacio inédito en el cine independiente estadounidense.
También habló de la influencia en su cine de la no-ficción, pero confesó su inclinación natural a "las historias originales" que él quiere contar, y por tanto, la decisión de hacer ficción, aunque esta parta de la realidad.
En conversación junto a Carlos Madrid, Baker repasó las cuatro películas que forman parte de su retrospectiva. El resto de su filmografía, que está en proceso de restauración, no se podrá ver por exigencia expresa de la distribuidora.
En todo caso, se podrá ver por primera vez en una pantalla grande española Take out, su segundo film co-dirigido por Shih-Ching Tsou, grabado en una MiniDV con resolución estándar y restaurada por Criterion Collection a resolución HD. “Es una alegría que podáis ver esta versión de la historia”, apuntaba.
En Take out, un inmigrante ilegal chino trabaja como repartidor a contrarreloj para conseguir el dinero que pague su deuda con una mafia. Con un presupuesto menor de 3.000 doláres, los co-directores eran el único equipo de la película que, en palabras de Baker, le dió “confianza para seguir”. Según el mismo, Take out está influenciada por el Dogma 95 y el neorrealismo italiano. Y, de hecho, más adelante zanjó que “el cine del mundo” le influye más que el norteamericano, “pero especialmente el europeo, por su sensibilidad”.
Tangerine, rodada con un iPhone (“porque entonces era un medio barato”), también nace de un presupuesto raquítico de 100.000 dólares que sirvió para pagar a un equipo pequeño y el alquiler del local Donut Time, icónico en la película. El resto: “lo robamos todo y filmamos sin pedir permiso a nadie”. “Decidí acercarme a una comunidad de trabajadoras sexuales trans muy específica que estaban cerca de mi casa. Estuve meses conociéndolas y surgió la historia”, relató al público, y aprovechó para reconocer que “La representación y la autenticidad son muy importantes en mi cine. No quiero hacer películas a no ser que sienta que las hago con respeto y responsabilidad”.
Más tarde llega The Florida Project, su film más recordado, en el que cuenta la historia de unos niños y una madre sin hogar a las afueras de Disneyworld. Un contraste con el que se topó y enseguida entendió que debía contar. Sobre el hecho de hacer convivir elenco no-profesional como una figura como William Dafoe, Baker opinó que “solo puede funcionar a partir de las relaciones personales que se forjan. Es importante que el actor veterano no vaya de diva, sino que sea guay. Ha de ser paciente y apoyar al que no tiene experiencia”.
Finalmente, se podrá ver su último film, Red Rocket, que relata la vuelta a casa de un actor porno maduro que no ha cambiado lo que le expulsó de allí mientras entabla una relación con una adolescente. Un film que nace de otro suyo, Scarlett, en el que ya exploró la industria del porno. En este caso, quería centrarse en ‘ellos’, los suitcase pimps que en España Javier Pérez Alarcón tradujo como ‘chuloputas muerto de hambre’. Adelantó, de paso, que su próxima película tratará, por primera vez, de la clase alta.
Baker, cinéfilo mediático al que varias personas del público le agradecieron su labor en la red social Letterboxd, también fue preguntado por el futuro del cine. Por una parte, habló de la distribución y la exhibición, que vive una gran crisis en Estados Unidos. “Es muy posible que el cine, tal y cómo lo hemos conocido hasta ahora, esté en su ocaso. Has desaparecido los proyectores analógicos, que eran una parte de la experiencia muy importante, y han cerrado muchos cines independientes. Tal vez el futuro de la exhibición esté en lugares como los museos, porque siempre habrá un público, aunque seamos cada vez menos”, auguró.
En todo caso, con la producción es algo menos pesimista, aunque ambiguo: “Sin duda es más difícil producir historias como la mía con la industria ahora, pero creo que somos un nicho y que siempre habrá público para este tipo de cine”. También carga contra la doble cara de las redes sociales, en las que “se discute sobre cine”, pero “las productoras cada vez tienen más en cuenta cualquier opinión. Y, de repente, la historia de una relación con una gran diferencia de edad, como Red Rocket o Licorize Pizza, son problemáticas. Ahí empieza la censura”.