VALÈNCIA. De él dicen que tiene el Ayuntamiento de València en la cabeza. Biólogo, Sergi Campillo (1978, València) es el cuarto teniente de alcalde, secretario de la Junta de Govern y Concejal de Gobierno Interior y de la Devesa-Albufera. Perteneció al Bloc y en la actualidad milita en Iniciativa del Poble Valencià. Se le considera un hombre de consenso, la persona que acerca posturas, y es respetado tanto por la oposición como por sus compañeros de gobierno. Entre sus méritos, el haber iniciado una política de optimización energética que supone cada año un ahorro millonario para las arcas municipales.
—¿Cómo lleva uno ser el concejal ‘favorito’ de Ribó y del resto de compañeros?
—(Ríe) Creo que lo importante es hacer bien el trabajo, aplicar un programa de gobierno y hacer bien las cosas. Los concejales de Personal y Contratación como yo, a veces cuando nos juntamos con otros concejales de nuestro ramo, nos damos cuenta de que tenemos regidorías complicadas porque son transversales y afectan a todo el Ayuntamiento. Es un trabajo que además hay que hacer bien porque es la base de todas las políticas públicas; las propuestas de los compañeros no saldrían adelante si no lo hacemos bien.
—La suya es pues una de las concejalías clave.
—En este gobierno todas las concejalías son importantes. Somos como un árbol. Y es cierto que hay ramas, y un tronco, pero todo es el árbol.
—Tiempos duros para la lírica.
—Nos han tocado vivir años difíciles por las restricciones pero ahora estamos mucho mejor en deuda y capacidad de gestión que con el anterior gobierno municipal. Se ha disminuido la deuda y se nota la buena gestión de la Hacienda municipal, y eso es un orgullo para nosotros.
—¿Cómo va a ser la oferta de empleo de 2018?
—La estamos diseñando. Espero que como mínimo tantas plazas como el año pasado pero estamos pendientes de los Presupuestos del Estado.
—Hay voces que reclaman una apuesta más decidida por la seguridad, con más policía y bomberos. Ustedes han aumentado la plantilla con una oposición pero aún se está lejos de la cifra ideal.
—En todo caso el Ayuntamiento de València no está por debajo de la ratio de otras grandes ciudades de España. Igualmente, podemos decir con orgullo que somos el gobierno que por primera vez en una década ha puesto en marcha oposiciones a policía y bomberos.
—Eso lo dicen mucho, pero los sindicatos insisten en que son pocas.
—Son las que podemos sacar. Estamos sometidos a la normativa básica del Estado, a la tasa de reposición que viene determinada por los Presupuestos del Estado, que sólo nos permite reemplazar las bajas del año anterior. Nosotros no sólo hemos sacado las plazas de los años anteriores sino que además hemos utilizado plazas de otras categorías para aumentar el número. El Gobierno nos permite una tasa de reposición del 115%, pero eso significará que si hubieron diez bajas el año anterior podremos ofrecer once. No podemos hacer lo que nos dé la gana. Por eso, cuando la oposición nos critica yo les digo a ellos, a PP y Ciudadanos, que son los que aprueban los Presupuestos del Estado que nos limitan. Si quieren que saquemos más plazas que sean consecuentes.
—¿El Gobierno central les discrimina?
—El mejor ejemplo son los 38 millones de euros que nos corresponderían para el ente de transporte metropolitano y que el PP nos niega. Eso tiene una incidencia directa en la vida de los ciudadanos y significa, por ejemplo, que no podamos tener metro cada 15 minutos en Camp de Túria porque es inviable para la Generalitat. El Gobierno central se dedica a marginar de una manera desleal a esta ciudad y a su área metropolitana.
—Parece que tanto Ciudadanos como Podemos se consolidan como opciones. Con ustedes son cinco partidos. ¿Muchos? ¿Pocos?
—En la representación política en las instituciones ahora sí se refleja la diversidad de nuestra sociedad. Esa diversidad existía antes pero ha aflorado por diversos motivos. Esta crisis-estafa ha hecho que la gente haya salido.
—Y teniendo en cuenta esa diversidad, ¿no es un error aplicar el programa de su partido sin tener en cuenta a los otros partidos?
—Cuando apoyamos de manera entusiasta el pacto del Govern de la Nau, cada uno de los tres partidos tuvo que acercar posiciones, abandonar postulados, y acordar un programa común de base; pero cada uno tiene margen para aplicar sus propias políticas. En la Junta de Govern se dialoga profundamente y siempre se ha llegado a acuerdos. Cada concejal tira para las posiciones que considera más adecuadas, pero al final se llega a una entente.
—Ha habido debates internos.
—Pero no ha habido enfrentamientos que hayan derivado en una rotura de la unidad de voto. Al contrario que otros gobiernos de otros municipios del cambio, nosotros apenas tenemos problemas para, por ejemplo, aprobar los presupuestos. Esa imagen de que hay lío no se corresponde con la realidad.
—Pero hay diferencias. Ahí está el caso de la V-21.
—Las hay pero son mínimas. Tenemos un gobierno plural y son cosas que pasan. Gestionamos bien la diversidad y la discrepancia. Evidentemente, conforme se van acercando las elecciones cada uno exhibe su propia praxis de gobierno, pero es normal. La realidad es que cooperamos todos los días.
—También da la sensación de que algunas concejalías, como la suya, trabajan mejor en equipo que otras.
—Bueno, es evidente que nuestra Concejalía, al llevar Personal, tiene que trabajar en equipo por defecto.
—¿Y las críticas a las ocurrencias de algunos compañeros?
—La oposición es normal que exagere estas críticas, pero creo que nosotros en el gobierno municipal tenemos que estar tranquilos porque las cosas funcionan mejor de lo que algunos quisieran y les gustaría que funcionaran.
—Supongo que también su visión de las cosas habrá cambiado una vez han estado en el gobierno.
—Evidentemente estos tres años nos han permitido darnos cuenta de la magnitud y complejidad de algunos problemas.
—¿Y qué es lo que más le ha sorprendido?
—En Personal que no hubiera ni un solo documento de Planificación Estratégica de Recursos Humanos en el Ayuntamiento. Para mí la gestión de Recursos Humanos es el núcleo. No entiendo que no hubiera estrategia. En Contratación, me ha sorprendido la complejidad de la normativa que está sometida a interpretaciones. Y en el servicio Devesa-l’Albufera me ha sorprendido la calidad técnica y humana del personal. Cuando conoces la historia de la protección de la Devesa, te encuentras ante un relato precioso que desmiente el sambenito de que los valencianos somos unos meninfots.
—Lo dice por ‘El Saler per al poble’.
—Y por El riu és nostre i el volem verd. Este pueblo, en pleno tardofranquismo, se plantó con dos movimientos contra la dictadura de Franco, rompiendo con la idea del desarrollismo. El riu… salvó lo que ahora es uno de los jardines que más identifica a nuestra ciudad, y El Saler… evitó la construcción en el Saler y la turistificación masiva, esa palabra que ahora se ha puesto de moda. De eso hace más de 40 años. El pueblo valenciano, los vecinos de esta ciudad demostraron que saliendo a la calle se pueden conseguir cosas. Cuando conoces esa historia y llegas al servicio y te encuentras con gente que ya estaba en ese momento poniendo en marcha la primitiva oficina técnica, cuando tratas con esas personas que te cuentan las pruebas de ensayo y error de cómo reconstruyeron el cordón dunar… entiendes por qué otras ciudades europeas han tomado València como ejemplo.
—El bosque de la Devesa es un privilegio.
—Es un ejemplo de gestión forestal. Se ha querido que sea un ecosistema que recupere su autonomía. Tener un bosque como la Devesa, de propiedad municipal, a 10 kilómetros de la ciudad, creo que es un orgullo y que los valencianos deberían conocerlo. La Devesa es un ejemplo único en el Estado de protección de un espacio natural.
—Está muy enfocado en la recuperación de l’Albufera con el agua del Júcar.
—La posición municipal y de la Generalitat es que en 2018 aumente el agua de calidad. Hay una sobreexplotación de los recursos hídricos y no se tiene en cuenta que Europa ordena que se asegure primero la calidad ambiental de las masas de agua, ríos, lagos y lagunas. L’Albufera no puede ser la pagana de la planificación hidrológica de España. El río Júcar, el río Turia, l’Albufera de València… deben tener un buen estado ecológico. Los valencianos, los españoles, los europeos nos merecemos tener un lago de aguas cristalinas, que es lo que conocieron nuestros antepasados. No es de recibo que en 2018 un lago como l’Albufera todavía presente índices de contaminación por nutrientes superiores a lo que debería tener, de manera que se genera un boom algar que hace que el color de esta laguna sea verde. Hay una responsabilidad del Estado que debe asumirse.
—Permítame pero me parece que la Devesa-Albufera es lo que realmente le gusta. Lo otro, Personal y Contratación es… ‘trabajo’.
—(Ríe) Por mi formación académica como doctor en Biología el tema de l’Albufera y la conservación de la Devesa me gusta. Además, creo que València tiene unas oportunidades fantásticas para convertirse en una ciudad con un enorme patrimonio natural. El 45% de nuestro término municipal es el Parque Natural de l’Albufera, que además es tan característico de nuestra identidad. Ese Parque conecta con un parque que es el jardín del lecho del Turia. Y además tenemos el Parque Natural del Turia rodeando València. Tenemos unas posibilidades enormes para convertir esta ciudad en un espacio íntimamente ligado a la Naturaleza. Por eso también es tan importante el proyecto de renaturalización de València que lleva a cabo mi compañera Pilar Soriano, y no tener jardines franceses con setos cortados, sino que nuestros jardines sean puntos de biodiversidad. Podemos ofrecerle a Europa y el mundo una ciudad con todos los servicios públicos, culturales, arquitectónicos, con todas las posibilidades y que además tiene enormes extensiones naturales. Y ya no es sólo para venderlo al mundo, sino también por nosotros mismos.
—En ocasiones esa protección del espacio natural parece olvidarse de los que viven allí, en esos espacios, o de los que los trabajan, como con la huerta. Determinadas prohibiciones en lugar de ayudar entorpecen.
—Es un debate muy interesante. Lo he comprobado con la gente que trabaja el arroz en l’Albufera. Es verdad que desde el punto de vista urbano se ha mirado por encima del hombro al mundo rural y hay que romper con esa visión entre paternalista y controladora, pero eso no significa que no haya que cumplir con las normativas ambientales. Hay que hacerlo desde el diálogo y tener en cuenta que no es incompatible con los modos de vida tradicionales. Las normativas europeas no deben verse como una imposición sino como una ayuda. Soy de los que piensan que las leyes bien explicadas, dialogadas yendo de la mano con las comunidades locales, nos permitirán tener unas posibilidades inmensas para nuestro territorio. Pero siempre dialogando.
—A nivel más urbano, otra medida ecológica como la optimización del alumbrado público parece que está dando resultados.
—València tenía un exceso de puntos de luz, algo que era evidente. En esta ciudad se quiso introducir la convicción de que la luz era una garantía de seguridad, cuando la ciudad no tiene grandes índices de criminalidad y no es cierta esa relación entre luz y seguridad. Hemos cambiado el 30% de los puntos de luz y seguiremos porque va a haber nuevos proyectos. Esto era algo que había hecho Europa hace 30 años y no se había realizado aquí aún.
—¿La herencia recibida les condiciona?
—Mucho. Nosotros no nos presentamos con un programa que dijera que íbamos a cambiarlo todo en cuatro años. Las políticas de 24 años de la derecha no se pueden cambiar en tres años de un nuevo gobierno. Pero sí que estamos poniendo las bases para cambiar muchas cosas.