Hoy es 3 de octubre
Nos define más aquello a lo que decimos que no que a lo que decimos que sí. A partir de esa idea la ceramista Ana Illueca llenó su taller de fallos, para homenajearlos
VALÈNCIA. Hace una semana el taller cerámico de Ana Illueca, en la calle Rodrigo Pertegás, se convirtió en una celebración del error. Un hurra al defecto. La ceramista sacó sus piezas con pega, las que habían salido del horno con problemas o no habían seguido los procesos canónicos. Las vendió durante toda una jornada a la que llamó ‘Shit happens’ y que, según rezaba la convocatoria, era la ocasión para homenajear “aquellas veces que las cosas no salieron como queríamos (…) Son el resultado de errores, experimentación, pruebas y caminos”.
Illueca, que se ha convertido en la última década en una de las mejores impulsoras de la emancipación creativa valenciana, encontró su propio error fundacional en una de las primeras series en las que trabajó: los platos de amor platónico, dedicados a plasmar en cada pieza una escena. “La persona que me ayudaba en ese momento, y que se encargaba de los hornos, vio que el plato dedicado al desamor y la ruptura salió del horno roto. Casi le da algo, pero vi la posibilidad: lo pongo como ejemplo de aprovechar el error como disparador creativo. Podía haberlo restaurado con la técnica japonesa de restauración, ¿pero yo qué tengo de japonesa? Entonces lo restauré como nuestros abuelos: con unas grapas metálicas que antiguamente se ponían en el reverso de los platos, pero que yo para enfatizar el drama los puse en el anverso. Como el error es inesperado, puede ser algo brillante”.
Desde ese idea supo un mejor a qué jugaba. Esa apología de la cagada la usa Illueca para hablar, en amplio, sobre los procesos creativos. El plato como metafórico campo de pruebas. “La cerámica -dice ella- es una disciplina muy técnica, requiere de muchas horas de investigación y experimentación, y como consecuencia de ello el taller se llena de ‘errores’ y descartes. Si trabajas sobre suelo firme seguramente los resultados serán correctos, pero no innovadores”.
En ese akelarre de la equivocación hubo pujas entre compradores, errores apadrinados y conatos de pelea para quedarse con esa pieza -todas entre 1 y 20 euros- con fallos fe esmalte o experimentaciones de cocciones. De alguna forma estaban adquiriendo parte de los pasos que siguió Illueca hasta lograr su identidad artística: “En cada cerámica que se llevaron expliqué qué había aprendido con ella o dónde me había ayudado a llegar o por qué no la podía vender dentro de mis colecciones. Creo que les encantó comprender que lo que llevaban era un ‘proceso’”.
¿Qué construye mi universo? ¿cuál es mi lenguaje estético? ¿qué conceptos son los que me interesan? Eran algunas de las preguntas que se hacía esta publicista que hace menos de diez años dio un volantazo a su vida hasta abrir su propio taller. La respuesta estuvo justo en esa persistencia, pieza a pieza: “una temporada muy fructífera de exploración, profundizando en las diferentes ramas, técnicas y herramientas de la cerámica hasta que encontré la voz propia. Piezas preciosas de cocciones a leña, investigación con sigilatas, desarrollo de piezas de raku, pruebas y más pruebas buscando el verde perfecto… Piezas que no eran errores en sí mismas, eran caminos explorados, disfrutados y desechados. Porque nos define más aquello a lo que decimos que no que a lo que decimos que sí. En esa construcción de identidad me hice con un arsenal de piezas que no respondían a lo que yo soy, pero que en verdad me han ayudado a llegar”.
Sobre si la experiencia ‘Shit happens’ se convertirá una costumbre -lo más lógico es que hubiera sido una experiencia fallida- Ana Illueca pronostica que “seguramente repetiremos, aunque es necesario tiempo, tiempo para equivocarse”.
Justo después de este sábado, Illueca se fue a China. No por error, sino para el montaje de su primera exposición en el país, dentro de la XVII edición de HCIE, feria de arte y creatividad de Hangzhou. En diciembre entrará en el museo nacional González Martí. Una etapa fértil después de unas cuantas equivocaciones. “Me siento muy afortunada porque la cerámica me permite hacer lo que más me gusta, mi equipo está creciendo y estoy feliz de defender a través de ella mi contexto y mis orígenes”, explicaba, camino a China. Fallar, definitivamente, no es para tanto.