Vivimos una época de crisis, o como algunos apuntan incluso una crisis de época por eso se deben elegir muy bien los compañeros de viaje en cualquier tipo de empresa o iniciativa, sobre todo cuando alguno pretende romper con nuestro proyecto de vida común que se llama España
Hace poco llamó mi atención un Post que había colgado el editor del GEES (Grupo de Estudios Estratégicos) Oscar Elía, en el que se recogía un artículo publicado en el Diario de Navarra (29/07/2016) de Juan José Echeverría titulado "En San Sebastián, sí; en Pamplona, no" por los posibles paralelismos qué pudiera tener en nuestra terreta y que recoge el encabezamiento del artículo.
En el reino de Navarra se experimenta, desde la época de la transición, una presión política desde ciertos sectores de las Vascongadas para su absorción en un macro proyecto de euskalerria que en su ensoñación incluiría parte del sur de Francia. Estas facciones pro-vascas han conseguido cierta representación en diferentes instituciones navarras y, según el articulista J.J. Echeverría, lo que estos grupos apoyan en la comunidad autónoma vasca en cuanto inversiones, principalmente económicas, por ejemplo en San Sebastián, no las apoyan en Pamplona.
No descubro nada si les recuerdo que hay grupos en nuestra Comunitat favorables a la integración en esa otra quimérica ensoñación de los Països Catalans independientes imposibles por la Historia, por el Estado de Derecho y por la viabilidad propia y ajena, y que además tienen desde el punto de vista de cultural un cierto complejo, pues, por ejemplo, entienden que ante la similitudes filológicas, al todo (la llamada a veces en la Edad Media la dulce lengua de Oc) se le denomine con el nombre de una de sus partes (Catalán), muy típico por otra parte de los imperialismos burgueses del novecento, asimilando y colonizando a las otras lenguas como el Valenciano, el Occitano, el Lemosin, el Aranés, el provenzal, etcétera. Y parece que puede que esa opción, como reacción a la perpetuación durante más de 20 años de los mismo equipos en los gobiernos, ha alcanzado o comparte una porción del poder.
Con el tiempo han aparecido titulares de destacados dirigentes que evidencian un estado de ánimo proclive a una alianza con nuestros vecinos del norte, por ejemplo con el encuentro de Ximo Puig y Carles Puigdemont (presidente C. Autónoma de Cataluña) este pasado mes de mayo en ARA.CAT, o de Mónica Oltra en agosto de 2015 en LP donde se afirmaba <<No usamos "països Catalans" nunca, a no ser en nuestros actors, con amigos>>, o en este mayo de la senadora de Podemos-Compromis (en ese momento) Dolors Pérez en OKdiario "Los valencia somos catalanes" .
Independientemente del tipo de acercamiento entre ambas CCAA, partícipes ambas del gran proyecto de la nación española, hay que tener en cuenta a la hora de realizar ciertas reinvindicaciones, quiénes pueden ser nuestros aliados o socios y quiénes nuestros competidores; porque las cosas son como son y no como nos gustaría que fuesen, e historicamente, y aún pecando de una visión urbanita-centralista, Barcelona y Valencia han sido competidoras en el Mediterráneo, con clara ventaja para la primera desde el siglo XIX, que supo unir al poder económico la reivindicación política-cultural como instrumento primero para después pasar a ser un fin en sí mismo -la independencia-.
Nuestra Comunitat desde hace años ha buscado su ubicación dentro de los equilibrios de poder del Estado de las Autonomías, en ocasiones obnubilada por la progresía de la gauche divine, en otras mendigando un puesto en la Villa y Corte para beneficio propio, y casi siempre despistada en luchas intestinas, y disfrutando de la millor terra del mon. Pero a pesar de todo los posibles ninguneos y aunque suframos un gran déficit de financiación, nuestro gran aliado es Madrid, pues aunque somos grandes como para ser visibles y poder generar ruido con titulares, tanto a nivel nacional como incluso internacional, por los grandes eventos de antaño o de corrupción (esperemos ya pasados), pero no somos tan grandes como Andalucía y Cataluña (con el poder que eso conlleva) y por lo tanto necesitamos un potente aliado en este sistema autonómico para no ser cabeza de turco en cuestiones ya citadas como son la corrupción, financiación, etcétera.
La justificación de esta alianza con la ciudad del oso y el madroño podemos visualizarla de forma simplificada en dos ejes, el político y el económico, el primero -político- es el hecho de que Madrid como centro de decisiones de naturaleza centrípeta, apoya todo tipo de iniciativas que trabajen en cooperación con ese centro de atracción y de orden, y repele las que supongan cierto de desafío periférico o de desorden; por su parte Barcelona está tensionada por fuerzas centrífugas y centrípetas que la están llevando a ser una sociedad fragmentada, en un intento de centrifugación de España y por ende de la UE, a la par que existe un claro centralismo de la ciudad condal respecto a su Comunidad y su Hinterland ampliado (Països Catalans) intentando imponer su visión de la realidad.
El segundo motivo -económico- de esta alianza estratégica con Madrid se evidencia por ejemplo en la actividad del Puerto de Valencia que pasó de tener en 1993 un tráfico de mercancías de 10,5 millones de toneladas a casi 20 millones en 1998, y que tuvo como consecuencia la ampliación del mismo con la inauguración en marzo de 1999 del enorme muelle Príncipe Felipe (un millón de metros cuadrados de superficie operativa y depósitos), teniendo como uno de los motivos principales la apertura completa de la autopista Madrid-Valencia entre 1995-1998; así fue como en 2015 el puerto valenciano fue el número uno de España en cuanto número contenedores, creciendo el tráfico de ¨import-export¨ un 6,1% y continuando como puerto más importante de Madrid y de todo el centro de España. Barcelona por su parte está mejorando la logística entorno a su puerto y construyendo un gran enlace íntermodal que pronto unirá puerto, aeropuerto, ferrocarril, carretera, gracias a la atracción de inversiones estatales, buscando la ventaja competitiva en los despachos de la política.
Esa gran inversión en infraestructura (en la última década Cataluña ha sido la primera autonomía beneficiada por Fomento con un 17,8% del total adjudicado) se une al cambio de actitud de la alcaldesa Ada Colau (y aparente colega de proyectos políticos de Oltra pues se presentó a la alcaldía en coalición con Podemos al igual que Compromis a las elecciones nacionales), que de aparente antisistema ha pasado a acomodarse en el establisment de Barcelona, se acuerdan que iba acabar con los eventos pues estuvo inaugurando el Mobile World Congress de 2016 en Barcelona con amplia sonrisa, o de la moratoria de apertura de hoteles pues parece que no va afectar al hotel de lujo que se abra en la torre Agbar.
Por su parte aquí esos aparentes aliados políticos de Colau logran suspender el festival Marenostrum Music en la playa de Alboraia o el Alter Fest de Onteniente (con polémica incluida entre promotora y ayuntamiento), o ponen pegas en la apertura del proyecto Puerto del Mediterráneo de Paterna, o transmiten una imagen negativa a posibles inversionistas de la Marina Real Juan Carlos I, recuerden el tema del hotel/casino o el hacer de Veles i Vents un centro de refugiados, noticias que generan dudas en cualquier emprendedor turístico.
Así pues esperemos que los datos anteriores, no respondan afirmativamente a la pregunta del título, y todo sea consecuencia de imaginaciones por un exacerbado amor a la Patria chica incrementado con los calores veraniegos, pues sería muy triste, aunque no sería la primera vez que nuestra élite opta por el beneficio o interés particular que no colectivo, pues pudo ya ocurrir con los Fueros (en el ámbito del derecho civil) que mientras otros los recuperaban, nosotros no, ya que según algún investigador, no muy políticamente correcto, fue por el desinterés de la oligarquía del momento, pero eso ya es otra historia.