Un grupo de familias de represaliados intenta por segunda vez encontrar a sus familiares fusilados en el cementerio de Paterna. Tras conseguir una subvención para abrir la fosa número 82, solo encontraron a 2 de las 20 personas que buscan.
VALÈNCIA. Una tarde de junio de 1939, Bautista Cualladó salió como siempre a la plaza del pueblo a reunirse con los demás jornaleros agrícolas para organizar el trabajo del día siguiente. En medio de las tertulias laborales, casi al atardecer, la Guardia Civil irrumpió en la plaza. Traía un listado con nueve nombres. Nueve agricultores de Benifaió que debían ser detenidos por estar acusados de un delito de adhesión a la rebelión. Alguien quiso que el nombre de Bautista, de 35 años, estuviese entre ellos. Cuatro meses de cárcel después, el 25 de octubre, Bautista fue fusilado en el paredón de España del cementerio de Paterna dejando huérfana a una niña de 18 meses. 78 años más tarde, sentada en una silla a pleno sol y sin quitar ojo de los huesos encontrados en la fosa 92 del cementerio, Isabel Cualladó no dejaba de llorar: “Para mí, que se abra esta fosa es una felicidad muy grande”.
Seis familias de agricultores fusilados durante el Franquismo se han unido para tratar de recuperar los restos de sus familiares, enterrados en el cementerio de Paterna. Con una subvención de la Diputación de València, la asociación de víctimas de la causa de Benifaió ha podido abrir la fosa donde esperan encontrar a 18 personas. Este es el segundo intento por encontrarles, tras abrir con anterioridad la fosa 82 y no localizarles. No ha sido nada sencillo encontrarles, pero según las investigaciones familiares es probable que ya estén aquí.
Dos cadáveres estirados minuciosamente, con los brazos pegados al cuerpo, se hacinan en una minúscula fosa de 80 centímetros de ancho por dos metros de largo. El espacio justo para enterrarles a cada uno con la cabeza en los pies del otro. Optimizar el espacio era necesario en aquellos días en los que la máquina de matar funcionaba deprisa. Dos días después del fusilamiento de Bautista, llegó una nueva saca de fusilados, parte de la cual se espera encontrar también en esta fosa.
“La ilusión de mi madre siempre ha sido sacar a su padre aquí”, cuenta Eduardo Ortuño, nieto de Bautista, e iniciador de las investigaciones hace 12 años. “Al principio, como estaba solo y no sabía por dónde empezar, iba al cementerio de Paterna cuando acababa de trabajar en la obra para entrevistar a las personas más mayores que encontraba. Hablé con muchísimas personas, vecinos de Paterna, de Benifaió…”, relata.
“Las investigaciones me llevaron por dos vías: una vía documental, en la que los papeles indicaban que mi abuelo estaba en la fosa 82 junto a los otros 19 represaliados y una segunda vía, la del testimonio oral de mi madre, que indicaba que donde estaban enterrados era la fosa 92, a unos metros de la anterior”, recuerda.
Con el apoyo de otras cinco familias que buscan a sus represaliados, Ortuño solicitó una ayuda a la Diputación de Valencia, primera entidad pública en la Comunidad Valenciana en conceder subvenciones para estos fines. “En enero de este año me concedieron una subvención de 57.000€ para para exhumar a 20 represaliados. Teniendo el dinero, tenía dos opciones, decidir abrir la fosa que indicaba la investigación documental y el registro de cementerios, la 82 o abrir la fosa que recordaba madre, la 92. Y en aquel momento decidí seguir lo que indicaban los documentos. Pero me equivoqué”, cuenta Eduardo con pesar.
“Cuando abrimos la fosa 82, el equipo de ArqueoAntro no hacía más que bajar y bajar. Llegaron a excavar hasta los 4 metros de profundidad. Y solo encontramos tierra. Tardé dos días en ir a mi casa porque era incapaz de decirle a mi madre que había fallado”, recuerda. Tras el disgusto inicial, Ortuño se puso manos a la obra y consiguió que la Diputación autorizase el uso de los fondos para abrir la fosa 92. “Ese día fue como si nos tocase la lotería. Saltamos todos de alegría”, cuenta.
Amparo Boix, nieta de represaliado está buscando a Enrique, su abuelo materno. “Cuando fue detenido, mi abuelo fue encerrado en la torre de Benifaió donde fue torturado muchas veces. Mi madre tenía 9 años y cuenta que a su padre le arrancaron las uñas y solo podía verle a través de una ventana”, relata. “Años después del fusilamiento, mi abuela, con 7 hijos a su cargo,seguía estando señalada y perseguida y un día mi madre llegó a ser detenida por tratar de impedir que un hombre poderoso del pueblo violase a mi abuela en su propia casa”, cuenta. “Nunca sabré si llegaron a conseguirlo”, cuenta al teléfono con acento francés, país al que se exilió su familia y donde nació la siguiente generación.
A pleno sol de agosto, mientras el equipo de antropólogos de ArqueoAntro, con Javier Iglesias a la cabeza recoge, numera y limpia minuciosamente los huesos encontrados, el arqueólogo director, Miguel Mezquida criba la tierra extraída de la fosa por si pudieran encontrase dientes o pequeños huesos. “Esto es un coxis, guardadlo”, pide a sus compañeros entregando una pequeña pieza marrón difícilmente distinguible entre las piedras.
“Si son las personas que buscamos, 10 fusilados del día 25 de octubre y 10 más del 27 de octubre, en esta fosa deberíamos encontrar entre 9 y 18 personas, puesto que en la fosa anterior conseguimos encontrar a dos de ellos”, cuenta Miguel Mezquida supervisando el trabajo minucioso de limpieza de los huesos exhumados. “Estamos en un lugar compatible con las investigaciones, pero no sabemos con certeza si encontraremos a las personas que buscamos porque en aquellos días jugaban con el espacio del cementerio y enterraban a los fusilados como podían, rellenando espacios libres en diversas fosas”, precisa.
Con las manos enfundadas en guantes y mascarilla protectora, Javier Iglesias continúa trabajando. “Hemos encontrado un botón de madera y una hebilla metálica. Los dos primeros cuerpos encontrados estaban enterrados en una caja y normalmente eso ocurría cuando las familias habían pagado para poder enterrarles así”, cuenta uniformado sin salir de la fosa, a un metro y medio de profundidad.
Los trabajos de exhumación comenzaron el pasado día 26 de julio y está previsto que se alarguen unas semanas. El análisis de ADN de los restos encontrados tardará casi un año en estar listo pero las familias de las víctimas llevan mucho tiempo pensando qué harán si les encuentran.
“Lo decidirá mi madre, que tiene ahora 89 años, pero si le encontramos, yo querría incinerarle. Sacarle de allí para liberarle. No quiero llevarle a un cementerio nunca más”, cuenta Amparo Albuixech. Isabel Cualladó (80 años), asegura que son incalculables las veces que vino a poner flores a esta misma fosa: “Han dicho muchas mentiras a las viudas para que callase, pero si podemos conseguirlo, como sea él, yo me lo voy a llevar. Me lo voy a llevar conmigo”, llora apretando las manos contra el pecho.