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Si solo fuera lo de las mascarillas...

4/04/2021 - 

Pasear por la arena seca del Recatí con el sol del invierno es uno de los placeres de los que uno ha podido disfrutar incluso cuando cerraron perimetralmente la ciudad de València. La también conocida como playa de El Perellonet, la última de la capital por el sur, es una playa familiar de 3,6 kilómetros de arena fina y aguas no siempre limpias porque a ambos lados escupe la Albufera su sobrante dulce y verde de los arrozales. Es una playa poco concurrida, salvo julio y agosto, porque tiene la ventaja de que su zona urbana es estrecha, al estar limitada por el Parque Natural de L’Albufera, al que pertenece.

El domingo de Ramos el paseo, ya primaveral, hasta la escollera de El Perelló era aún mejor, sobre la arena fresquita y suelta con el regreso de las máquinas después de un invierno duro. El paseo, por supuesto sin mascarilla, con la brisa en la cara. Casi había más gente en la terraza de Casa Eusebio que a lo largo del recorrido.

Tres días después, el BOE publicaba la obligatoriedad de llevar mascarilla en todo espacio exterior, también en los paseos en solitario por El Recatí con la incidencia por debajo de 30. Una medida aprobada no por el Gobierno, sino por el Senado gracias a una enmienda presentada hace un mes por el Grupo Socialista y apoyada por sus socios habituales. La metedura de pata ha sido suficientemente glosada estos días, incluida la falaz explicación de la portavoz del Ejecutivo.

Foto: ROBER SOLSONA/EP

Lo de la mascarilla obligatoria de forma indiscriminada ha acrecentado el descrédito que vienen trabajándose nuestras autoridades sanitarias y no sanitarias desde que empezó la pandemia. Un descrédito fruto no tanto de los resultados de la gestión —el número de muertos ha pasado a ser una estadística— como de las decisiones erráticas con las que tratan de orientar al ciudadano obediente —la gran mayoría de los españoles lo somos— que solo necesita cierta lógica.

Si solo fuera lo de las mascarillas... Las incongruencias vienen de lejos. Aquí ya denunciamos aquella tan gorda de impedir a algunas personas a acudir al sepelio de su padre por una absurda limitación dictada desde un despacho hecha cumplir por don nadies investidos de autoridad.

Sonada fue también la incoherente 'desescalada' de las CCAA tras la primera ola, el cierre de los cines y teatros mientras se permitía que el transporte público fuera abarrotado o, más recientemente, la recomendación de celebrar las Navidades por parte de Fernando Simón, el mismo que después bromeó con que las habíamos celebrado demasiado. 

Y entre incoherencias e incongruencias llegamos a esta etapa de vacunación en la que el desconcierto con el orden de vacunación se junta con la ansiedad de todos por ser inmunizados cuanto antes.  

Foto: KIKE TABERNER

El Gobierno y las CCAA se escudan en un grupo de trabajo muy cualificado al que, por ejemplo, no dejan explicar —según publicó El País— por qué son esenciales los docentes, mientras se presume de que los contagios en los colegios son muy pocos, y no lo son las cajeras de los supermercados que desde el 14 de marzo de 2020 ven pasar cada día por delante de sus narices a cientos de personas en un espacio cerrado. O por qué son esenciales los docentes de los colegios y no los de las universidades, cuyos alumnos tienen infinitamente más peligro que los niños.

El Grupo de Trabajo Técnico se estrenó con una estrategia que se olvidaba de los enfermos con patologías graves —trasplantados, pacientes con hemodiálisis, enfermos de cáncer...— , que después de los ancianos son los que más riego de acabar en la UCI y morir tienen si se contagian. Los mandaron al grupo 7 y cuando rectificaron los dejaron en el grupo 5B. A día de hoy, con cerca de seis millones de españoles que han recibido al menos una dosis, estos enfermos siguen acojonados haciendo vida monacal esperando su turno, que se anuncia, por fin, para la semana entrante.

"La priorización se ha realizado en función de criterios éticos y de la evidencia científica, comenzando con la vacunación de las personas más vulnerables y con mayor riesgo de mortalidad y de enfermedad grave, así como de exposición y de transmisión a otras personas y continuando por los grupos con función esencial para la sociedad", proclaman los expertos en la Estrategia de Vacunación. Tendrá su ética, pero carece de estética que se siga ignorando a los enfermos mentales residentes en viviendas tuteladas. No están en la lista, por lo que si tienen veinte años serán los últimos, avanzado el verano.

Igual de poco estético, aunque se base en criterios éticos que se me escapan, es que, cuando se autorizó la vacuna AstraZeneca para la franja de edad entre 60 y 65 años, en la Comunitat Valenciana se continuara durante 15 días poniendo vacunas al joven y lozano profesorado en lugar de a esa franja de edad, cuya mortalidad por covid es muy superior a la de los jóvenes. Lo ético es vacunarlos primero. Así lo entendieron en la mayoría de Comunidades Autónomas y así figuraba en la Estrategia de Vacunación que luego se modificó para no dejar en mal lugar a nadie.

Foto: KIKE TABERNER

Tampoco son esenciales, según esta estrategia, los cuidadores no profesionales de grandes dependientes no institucionalizados, cuando son el principal foco de contagio —y de muerte— para ellos por el contacto directo que mantienen. Es mucho más esencial un aguerrido militar de 30 años, no vaya a ser que estalle una guerra y le pille confinado con dolor de cabeza.

No menos desconcierto ha causado la excepción a la regla de que no se puede vacunar con AstraZeneca a mayores de 65 años. Según la ministra Darias, resulta que si pertenecen un grupo esencial, sí se pueden vacunar con más de 65. ¿No corren peligro por ser esenciales? ¿Nos toman el pelo? Por cierto, en Alemania a quienes no se la ponen es a los menores de 60, solo a los mayores.

Para todas estas incongruencias la ministra de Sanidad tiene dos respuestas con las que evita cualquier explicación: "es lo que ha decidido el Grupo de Trabajo Técnico" y "esa pregunta ya la he contestado". Y los del Grupo están volcados en la vacunación y no tienen tiempo.

Por cierto, en la playa de El Recatí la mayoría de los paseantes ha decidido obedecer al sentido común y no a una ley fuera de toda lógica: la mascarilla en la playa cuando haya peligro de contagio, como hasta ahora. A fin de cuentas, el propio Gobierno ha prometido corregir el error, eso sí, después del puente. A ver si aprovechan y corrigen también el IVA, que sigue al 21% en todas las mascarillas.

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