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Pasaba por aquí / OPINIÓN

Sin consenso, no hay salida

Hay diversos problemas que es preciso resolver a la hora de plantearse seriamente la reforma de un determinado modelo productivo. Y el primero de ellos, en orden de importancia, tiene que ver con el grado de consenso alcanzado en el diagnóstico de la situación de partida que se pretende mejorar

7/02/2016 - 

Hay quienes piensan, por ejemplo, que la difícil situación económica por la que atravesamos desde hace más de un lustro no es más que la consecuencia inevitable de una crisis de carácter coyuntural, como otras muchas que se produjeron a lo largo de la historia del capitalismo, con la única diferencia de que ésta ha alcanzado una profundidad mayor debido, de un lado, al estallido de una burbuja financiero-inmobiliaria de enormes dimensiones, y, de otro, a las nuevas condiciones de globalización económica en las que aquella se ha producido. 

La solución pasaría por mejorar sustancialmente los mecanismos de regulación y control de la actividad financiera para QUE EL fenómeno NO SE REPRODUZCA

La conclusión para quienes así piensan, es que dicha situación no tiene mucho que ver con el tipo de modelo productivo vigente en los países afectados, sino más bien, con aquellos excesos que periódicamente se producen en la economía, agravados en este caso por la libertad casi absoluta de movimiento de capitales, por la debilidad e ineficacia de los mecanismos de regulación internacionales, y por el elevado endeudamiento al que todo ello ha dado lugar. 

La solución, pues, pasaría por mejorar sustancialmente los mecanismos de regulación y control de la actividad financiera para evitar que el fenómeno pueda reproducirse en el futuro, al menos con este nivel de intensidad. Pero, en rigor, mantienen, los efectos de la crisis han seguido una secuencia ya conocida, por repetida a lo largo de la historia: caída de la Demanda Agregada, cierre de empresas, reducción del PIB, aumento de las tasas de desempleo, caída de la Demanda Agregada… generando un círculo vicioso acumulativo que en algún momento alcanza el suelo y da inicio a la siguiente fase de expansión. 

Sin perjuicio de que en líneas generales, este planteamiento, puede resultar bastante ajustado para abordar determinados aspectos de calado que guardan relación con el carácter cíclico del crecimiento del sistema de economía de mercado a lo largo de su dilatada historia, ello no debiera ocultar el hecho de que la intensidad de los impactos negativos que aquél provoca sobre cada una de las economías afectadas es de carácter asimétrico, y dependede su fortaleza competitiva, de su especialización productiva y de la capacidad que sus empresas y sectores tengan para adaptarse ágilmente a las nuevas condiciones del entorno.

Asumir que las dificultades por las que atraviesa el modelo productivo valenciano, son únicamente fruto de una coyuntura adversa de alcance mundial, puede ser un mensaje tranquilizador de cara al futuro, pero nos engañaríamos si concluimos de ello que bastaría con sentarnos de nuevo, en la misma silla, a esperar que la demanda se reactive. 

Todos los asuntos pendientes, que lastraban nuestro desarrollo económico, ya antes de la crisis, siguen estando presentes ahora: desindustrialización, escaso tamaño de nuestras empresas, reducidos niveles de valor añadido en los bienes y servicios que producimos, ineficiencias en nuestro sistema de innovación, expulsión del talento, y caída significativa en el comportamiento innovador de nuestras empresas, entre muchos otros. Aspectos todos ellos, de carácter estructural, de largo plazo, que siguen esperando una respuesta por nuestra parte, y que seguirán estando ahí, cualesquiera que sean el número y profundidad de las diversas crisis coyunturales que, con toda probabilidad, seguiremos soportando periódicamente. 

Todos los asuntos pendientes, que lastraban nuestro desarrollo económico, siguen estando presentes

En resumen, que hemos construido muchas casas a lo largo de estos dos últimos lustros, pero seguimos sin disponer de un hogar económico, confortable y reconocible, desde el que encarar solventemente el futuro. Y, claro está, podemos esperar veinte años más confiando en que el Altísimo, o, en su defecto, Mario Draghi, cuidará de nuestra supervivencia… u optar por enfrentarnos todos juntos al problema y asumir, de una vez por todas, el protagonismo que sobre nuestros propios asuntos siempre debimos tener. En el bien entendido de que esto último solo será posible si existe un consenso generalizado sobre la verdadera naturaleza de nuestros males. 

Como muy acertadamente sentenció Schopenhauer hace ya casi dos siglos: no hay viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige.  Hagámosle caso. No sabía mucha economía, pero era todo un especialista en el arte de pensar.

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