Un año exacto se cumplió esta semana desde que se constituyó el Consell de la Generalitat, es decir, el gobierno valenciano que nació de las elecciones autonómicas y del mediático ‘Acuerdo del Botánico’. En un reciente acto sobre la transparencia en las empresas, el Conseller Manuel Alcaraz no se cansó de repetir que justo en estos días se cumplía ese año de que los actuales –y no sabemos si futuros– miembros del Consell tomaran posesión de su cargo, con sus rimbombantes nombres de consellerias, como pueden leer detenidamente en la imagen superior.
Y justo hace una semana que los españoles tuvimos la ocasión de volver a votar en unas elecciones generales, las cuales lógicamente difieren en muchos aspectos de unas autonómicas, y más de unas locales. En éstas últimas, se suele reconocer la importancia de la persona, sobre todo en los municipios no excesivamente grandes. Se suele votar por simpatía, cercanía y por supuesto valorando la gestión, y se premia o penaliza en menor medida las siglas del partido. En Valencia, pese a ser una ciudad grande –la 3ª de España–, ocurría con la alcaldesa Barberá quien fue el referente político de la ciudad durante muchos años. Por el contrario, en las elecciones autonómicas, y sin duda en las generales, el votante se pierde ante la cantidad de candidatos que intervienen –a presidente, por provincias, diputados...– y por ello se buscan unas siglas en las que visualizar las preferencias.
"Es razonable que los resultados del 26J preocupen a los responsables del Consell, pues sus formaciones han sido castigadas, y algo tendrá que ver su gestión durante este primer año"
Por todo ello, el tópico de “no se pueden extrapolar los resultados nacionales a las autonomías” creo que no es del todo certero. El análisis político resiste todo tipo de encuestas, estadísticas, sondeos y comparativas y cada una suele tener su parte de verdad y su parte de menos verdad [esto es el lenguaje políticamente correcto para no decir: mentira]. Por ello, es razonable que los resultados del 26J preocupen a los responsables del Consell, pues sus formaciones han sido castigadas, y algo tendrá que ver su gestión durante este primer año.
En el caso del PSOE la situación es compleja, es vox populi, que el presidente de la Generalitat y líder del PSPV, Ximo Puig, está disfrutando y saboreando el cargo y no le preocupa en exceso lo que suceda dentro de tres años, él ha logrado un objetivo que le parecía inalcanzable. Pero los socialistas valencianos, pese a tener cantera, siguen estando en un peligroso anonimato en las instituciones y el desconocimiento en política suele reflejarse, y así está siendo, en la pérdida de votos, los socialistas han pasado de cerca de 700.000 votos en las elecciones de 2011 a poco más de 500.000 en estas dos.
Respecto al resultado de la coalición ‘A la valenciana’, al margen de las caras que se les quedaron en la noche de autos (miren la imagen), el resultado es bueno si lo comparamos –no con hace seis meses que fue parecido– sino con las elecciones de 2011 donde entre Compromís y EUPV no llegaban ni a la mitad de los votos actuales, hoy superan los 650.000. Pese a todo, las altas expectativas que ellos mismos generaron, y esa capitalización de ser los únicos defensores de los intereses de los valencianos (lo cual es más que dudoso cuando han optado por unirse a un partido de ámbito nacional para ser más y más fuertes) no parece haber sido suficiente y el PPCV ha vuelto a ganar unas elecciones, y lleva 23 citas consecutivas venciendo (lo cual no es sinónimo de gobernar).
Ahora bien, este es el panorama en la Comunidad Valenciana, y como muchos analistas han apuntado estos días, el “éxito” del PPCV se debe en gran medida a los “errores” del Consell. En líneas generales ha hecho lo mismo que muchos otros gobiernos: planes para el fomento de, creación de entes y agencias, anteproyectos de ley, impulsos,… pero en los ámbitos más delicados y concretos para mejorar la vida de los ciudadanos está siendo rehén del sectarismo ideológico. Es lógico que una sociedad libre y democrática rechace ese tipo de posturas que conducen al enfrentamiento, al clásico “o conmigo o contra mí” y que generan problemas donde no los había. Curiosamente en aras a un más que positivo respeto, acaban imponiendo los criterios de las minorías radicales y activistas, pero esto es algo que gusta a la izquierda y a los nacionalistas.
Empezamos julio con multitud de noticias, artículos y análisis sobre las consecuencias del popular Brexit, mientras los partidos firmantes del ‘Acuerdo del Botánico’ han saldado ‘sin èxit’ estos comicios. Ahora se presenta la compleja tarea de formar un gobierno nacional y como ya alertan algunas voces, quizá sea un “gobierno en precario” que según el periodista y académico Luis María Ansón, será mejor que el vacío institucional en el que se encuentra España.