VALÈNCIA. De Sorolla no es que se hayan escrito ríos de tinta, sino mares. Del pintor se puede decir orgullosamente que es más que profeta en su tierra, y así se está demostrando en la implicación y la calidad de las propuestas expositivas de su centenario. Ayer dio su pistoletazo de salida una de las más importantes: Sorolla: A través de la luz, en Fundación Bancaja.
Las cifras no mienten: la exposición ha atraído, en Madrid, a más de 180.000 visitantes. Un blockbuster. Pero es que, además, llega a València con el aval de las principales instituciones sorollistas, desde su museo estatal hasta las comisarias naturales de una gran exposición sobre el valenciano, Consuelo Luca de Tena y Blanca Pons—Sorolla. ¿Cómo se ha cocinado esta fórmula? Pues a fuego lento, con mucho cuidado y combinando muchos aspectos. Y es que la principal característica de esta exposición es que no renuncia a nada. Es, en su escaparate, una exposición inmersiva, una formato que está reventando las taquillas de los centros expositivos; pero con esa excusa, la muestra de la Fundación Bancaja ha reunido 45 obras originales que también se pueden contemplar y que tienen un altísimo valor expositivo en sí mismo.
Un poco de contexto de la propuesta en datos. La parte de obra original, la analógica, la forman 45 obras. De estas, 17 no se han visto nunca antes en València (tres provienen de la Hispanic Society, otras cuatro del Museo Sorolla y 10 de colecciones particulares). Otras siete llevan sin ser expuestas más de 20 años en la ciudad (tres lo hicieron en 2001, y cuatro antes de los 90). Y la joya de la corona: cinco obras nunca antes habían sido expuestas en ningún otro lugar. Todo un lujo curatorial que ha destacado la propia Blanca Pons—Sorolla y que eleva la propuesta de la exposición.
Cada una de las cinco obras inéditas tiene una historia que contar. La primera es Después del baño, un retrato de Clotilde en una playa asturiana que forma parte de la colección de arte ABANCA y que está fechada en 1904. La dama del abanico, podría tratarse de un cuadro que figuró en la Exposición del Círculo de Bellas Artes de Madrid de 1894 titulado Victorita, y está realizado en el primer impulso de un Sorolla que empieza a estar reconocido internacionalmente con varios premios. La joven retratada aparece sentada en una silla tipo jamuga como las que se conservan en el Museo Sorolla.
Bodegón con cerámica, flores y frutas, se vendió por 425 pesetas. Era el año 1890, el pintor estaba recién instalado en Madrid con su mujer y acababa de nacer su hija María, y este lienzo es uno de los primeros ejemplos del sobresaliente estudio de la luz que hacía el pintor valenciano, a pesar de ser una escena de interior. Patio Sevillano. Hotel Madrid se realizó en 1915 y el mismo escenario sirvió para otros dos cuadros, y sirvió de inspiración para El baile, Sevilla, uno de sus paneles para sus Visiones de España.
Finalmente, una obra más que curiosa, un retrato de Carmen Ódena, la mujer del marchante de arte español José de Artal. Una escena de una mujer en un jardín valenciano fechada en 1899, . Se trata de uno de los primeros retratos de Sorolla que no es de su familia. Ha pasado por un par de colecciones particulares y fue retocada. Afortunadamente, se ha podido restaurar y fue un empeño personal de Blanca Pons—Sorolla que formara parte de la muestra.
Pararse en estas cinco obras tiene el mismo sentido que pararse en otras muchas. A València han llegado obras míticas, como La vuelta de la pesca, Después del baño. La bata rosa o El balandrito. Otras del Museo Sorolla icónicas pero que nunca se habían visto en la ciudad: Nadadores. Jávea, Clotilde en la cala de San Vicente, Instantáneas de Biarritz y La noria. Jávea. Las solicitadísimas obras de la Hispanic Society: Playa de Valencia, Niños en la playa y Rocas de Jávea. Y, obviamente, las joyas de la corona de la colección de la Fundación Bancaja. Una selección, en todo caso, más que memorable.
Las obras originales se clasifican en las que retratan el Mar valenciano (“las más espectacular en su tratamiento de luz”), las escenas en Jávea (“donde se potencia una luz totalmente nueva por la combinación entre la roca y la arena”), escenas de jardines y paisaje, y otros mares como Asturias, Biarritz, San Sebastián, o las Baleares.
Aún está por resolver el encaje de las exposiciones inmersivas en los espacios expositivos. El boom del formato no esconde las reticencias de algunos espacios. La Fundación Bancaja y las comisarias de la muestra tampoco escondieron ayer que, en un primer momento, dudaron del formato. Pero finalmente, han creído que esta era la ocasión perfecta para claudicar.
“Primero nos daba reparo, lo sentíamos casi como algo sacrílego, pero ha hecho con tanta sensibilidad…”, confesaba ayer Consuelo Luca de Tena, que opina finalmente que el montaje tiene la capacidad de “emocionar intensamente” y que, sin duda “enriquece la visión sobre la obra de Sorolla”.
También tiene datos esta parte de la exposición: 215 metros cuadrados de multipantallas LED en las que hay un total de 32 millones de píxeles. Sorolla, en 4K. No se trata de un simple montaje ampliando hasta el infinito las obras, se trata de una gran producción audiovisual, incluso con banda sonora propia, que hace un recorrido cuidado por toda la obra de Sorolla para magnificarla, poniéndola en movimiento, poniendo en un microscopio el trazo singular del pintor valenciano. “La luz es la esencia misma de Sorolla, lo que más le interesaba”, explicaba Luca de Tena. Es aplicable a toda la exposición, pero sin duda la luz deslumbra especialmente en esta parte.
Desde Light Art Exhibition, la empresa que promueve esta exposición y que se ha especializado en las propuestas inmersivas, sacaron pecho ayer, en la rueda de prensa, explicando que esta no es una propuesta cualquiera, sino que han echado el resto con esta gran producción para que fuera una exposición “que le gustaría a Sorolla” (tal y como ha acabado confesando la co-comisaria).
Al final de la muestra hay un “juego”, una “parte lúdica”, que acompañará, principalmente, a las familias. Una sala de realidad aumentada con unos audiovisuales que trasladan al visitante a la plaza valenciana en la que Sorolla pinta o a su mismísimo estudio. Una exposición que quiere gustar a todo el mundo, que quiere contentar a los más sorollistas y, a la vez, ser puerta de entrada para quien no lo conozca o para los niños y niñas. Un all in que, en la categoría de su propuesta en cada una de sus secciones, tiene todas las de ganar el cariño del público.