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exposición en fundación bancaja

Sorolla, fundido a negro

5/05/2023 - 

VALÈNCIA. Es nuestro turno. Cogemos la carta que corona la baraja, con mucho cuidado de que nuestro contrincante no intuya ninguna de las palabras escritas. El personaje que tiene que adivinar es ‘Joaquín Sorolla’. Los conceptos que no podemos usar para describir al pintor son tres: playa, luz y València. La llevamos clara. Su aproximación a la luz y, en última instancia, su identificación con los paisajes marítimos de València ha sido clave para que, un siglo después de su muerte, la pintura de Sorolla haya alcanzado el estatus de icónica, una manejo del pincel y el color que hoy sigue fascinando al público de todo el mundo y cuyas estampas sirven de inspiración para campañas publicitarias o souvenirs. Sorolla es luz, Sorolla es mar, Sorolla es València, sí, pero no solo. O no siempre del mismo modo. “Tendemos a pensar que los artistas se clasifican en periodos y, antes que nada, son personas, personas que cambian de humor y con aspiraciones contradictorias”. Estas palabras las firma Carlos Reyero, exdirector del Museu de Belles Arts de València y comisario de Sorolla en negro, una exposición que ofrece una nueva lectura en torno a la obra del pintor en Fundación Bancaja. 

La muestra reúne en torno a un centenar de piezas, de las cuales once no se habían expuesto nunca y otras dieciséis no se habían visto en València, un proyecto que desembarca en València tras haber ocupado las salas del Museo Sorolla en Madrid, aunque ahora lo hace con una versión ampliada. La exposición supone el pistoletazo de salida del Año Sorolla en Fundación Bancaja, una de las instituciones que más ha mimado al autor en los últimos años, una muestra que completa un relato que ha comenzado a tomar forma con unas exposiciones centradas en sus primeros años de producción, como son Orígenes y Sorolla a Roma. L’artista i la pensió de la Diputació de València (1884-1889), y que ahora se amplía con una muestra que se presenta como una “contradicción en sí misma”. 

Así, Sorolla en negro muestra la importancia de la oscuridad en la trayectoria de un autor conocido por la luz y el color, una mirada que parte de un profundo trabajo de investigación y que resulta en un amplio recorrido por esa oscuridad, una oscuridad que se trabaja desde distintos enfoques: desde la puramente cromática hasta la temática. “La relevancia del negro nos permite apreciar con mayor profundidad el virtuosismo de Sorolla”, relató Rafael Alcón, presidente de la Fundación Bancaja, quien presentó la exposición junto al propio Reyero y Enrique Varela, director del Museo Sorolla, así como con la asistencia de Blanca Pons-Sorolla y del presidente de la Comisión Permanente de la Fundación Museo Sorolla, Antonio Mollá

Ese negro, esa oscuridad, no resulta tanto un verso suelto en la trayectoria de Sorolla como una capa más que permite entender su acercamiento a la pintura, una oscuridad que no es antónimo sino parte de un todo. Aunque históricamente no haya sido considerado así. Es el valor simbólico del negro uno de los puntos clave del discurso que presenta la exposición, un negro que aparentemente queda alejado de quien fuera considerado el pintor de la “España blanca”, frente a la “España negra” pintada por el vasco Ignacio Zuloaga. La contraposición entre uno y otro no es nueva, un 'enfrentamiento' que se plasmó hace algo más de una década en el Centre del Carme, que unió sus dos visiones con una muestra que unía las piezas Mis primas (1903) de Zuloaga y Mi mujer y mis hijas en el jardín (1910) de Sorolla. Pero, perdonen la obviedad, nada es tan blanco ni tan negro. "He querido presentar otro Sorolla, pero no diferente, porque [aquí] también es muy luminoso", relata Reyero.

Así, la exposición reúne algunas obras que presentan escenas oscuras por tema y por cromatismo, como La sorpresa de Zahara, 3º, interior de una fonda (1901), en la que se podría apreciar cierta influencia goyesca, o Estudio para ‘Otra Margarita’ (1892), la primera idea para el cuadro con el que ganó la primera medalla en la Exposición Nacional de ese año, una pintura en la que representa a una mujer trasladándose en tren tras haber sido acusada de haber abortado. También presenta el recorrido la imponente ¡Triste herencia! (1899), que refleja el drama social de niños enfermos acogidos por el hospital valenciano San Juan de Dios, niños que presenta en la playa en torno al hábito negro de un monje. Estas piezas son ejemplo del uso del color vinculado a elementos negativos, a la melancolía o pesimismo, un negro que usa en estos casos con “sentido torturador”. 

“Sorolla no solo utilizó este tono y sus aproximaciones para reflejar emociones, sino que además se sirve de esa paleta menos colorista para destacar la luz frente a la oscuridad", subrayó Alcón. Este juego de contrastes, en el que la luz es, precisamente, remarcada por la oscuridad da forma a una de las secciones que construye la exposición, una fascinación por las superficies negras que procede también de la cultura japonesa. Y no es casual su conexión con la obra de Sorolla, puesto que en su colección conservaba tres álbumes de estampas japonesas en los que el negro define y equilibra las figuras y objetos. Uno de estos álbumes precisamente está expuesto en Fundación Bancaja junto con otros materiales artísticos y documentales como notas de color o una paleta del pintor. 

El recorrido expositivo también pone el foco en los acordes cromáticos de negros y grises en retratos, que se vinculan tanto con la tradición pictórica española como con una reinterpretación moderna, en la que negros y grises son considerados colores elegantes y cosmopolitas, propios del buen gusto. La Clotilde con traje gris (1900) o la María con sombrero (1910) convive también con una sección dedicada a la importancia de la fotografía en su carrera y en la configuración de su mirada. La muestra, pues, completa una arista quizá menos conocida del valenciano, una investigación que rehuye de clichés y completa el relato en torno a un pintor que es mucho más que un icono, aunque no vaya a la contra de este, y que también se construía conforme a los tiempos que le envolvían. "Su abanico es muy amplio, es un pintor profesional, no lo olvidemos. Tiene mucha conciencia de su trabajo", apunta el comisario. Y estas aristas parecen seguir creciendo pues desde el Museo Sorolla apuntaron durante la presentación que harán "todo lo posible" para que la exposición que actualmente conecta al pintor con Manuel Vicent en Madrid se pueda ver en València... Pero, por el momento, toca visitar Sorolla en negro en Fundación Bancaja. 

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