Parecía difícil superar los niveles de paranoia e incertidumbre de los peores momentos de la Guerra Fría entre EEUU y la Unión Soviética, cuando la guerra nuclear y el exterminio de la humanidad parecía una posibilidad nada remota; pero los acontecimientos que van acumulándose en los últimos años van camino de superar el récord. Y lo hacen, además, con ribetes a menudo grotescos y ridículos. Cabría decir, en suma, que la actualidad, como el cine de Hollywood, se ajusta cada vez más a la lógica narrativa de los cómics.
Así, el líder del mundo libre es un millonario zafio y naranja que va por ahí insultando a todo el mundo; comienzan a hacerse cotidianos los efectos cada vez más espectaculares del cambio climático, plasmados en desastres naturales de gran carga dramática; y frente a ellos se erige no un colectivo de líderes del mundo libre, sino una niña de 16 años, convertida en símbolo para buena parte del planeta (y en sorprendente objetivo de críticas e insultos para la otra parte del planeta), ante la inoperancia de los demás. Incluso existe, como me acabo de enterar, un "Doomsday Clock", un reloj del día del juicio final gestionado por un comité de científicos y personalidades públicas, que va acercándose o alejándose de la medianoche conforme parece más o menos factible el fin del mundo (adivinen: ahora estamos más cerca que nunca).
Yo pensaba que esto del reloj de la muerte era una invención de Alan Moore para Watchmen, pero no: aquí, los cómics imitaron a la realidad. En el resto de cosas, es la realidad la que imita a los cómics. Consideremos, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con la Supercopa del cambio.
¿Cómo? ¿Que no saben de qué hablo? No pasa nada, aquí queda explicado. La Federación Española de Fútbol decidió que la Supercopa de España se celebrase, este año y los dos siguientes, en Arabia Saudí. También cambió el modelo de competición, que ya no es un partido único entre el ganador de la Copa del Rey y el campeón de la Liga del año anterior, sino un torneo entre cuatro equipos: el campeón de Copa (Valencia), el campeón de Liga (Barcelona), y dos equipos de Madrid, Atlético de Madrid y Real Madrid (seguro que la RFEF se ha inventado una explicación menos surrealista para meter ahí a los dos equipos de Madrid, pero esta es la que puede observarse a simple vista).
Ante algunas críticas de colectivos de mujeres (entre ellas, las futbolistas españolas), el presidente de la RFEF ha dejado claro que su motivación es continuar haciendo del fútbol un motor de cambio social; y nada mejor, para eso, que validar las prácticas totalitarias de una dictadura medieval montando en ese país un torneo a gusto del consumidor. Gracias a la Federación, y convenientemente supervisadas por sus maridos y familiares, las mujeres saudíes han podido ir al campo a ver los partidos (naturalmente, luego las han devuelto a su casa, como estaban antes). ¿Es o no es un cambio de calado? En premio por su compromiso, la RFEF recibirá en tres años 120 millones de euros. Poco, a cambio de tanto cambio (valga la redundancia).
Este es el contexto en el que apareció en la final la presidenta de la Comunidad de Madrid, Beatriz Díaz Ayuso, para reivindicar su granito de arena en la lucha por los derechos de las mujeres: Ayuso asistió a la final de la Supercopa sin llevar velo y con las mangas de su vestido arremangadas. No como las feministas.
Los perpetradores del esperpéntico evento han sido fundamentalmente dos: el presidente de la Federación, Luis Rubiales, y el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman. La Supercopa del cambio se inscribiría en una serie de iniciativas que, asegura la RFEF, se están llevando a cabo en Arabia Saudí para modernizar su país y mejorar la situación de las mujeres. Hay que decir que el heredero saudí ha aparecido varias veces últimamente en los medios de comunicación, y más bien relacionado con el rol de supervillano que con el de "superhéroe del cambio" que la RFEF quiere asignarle. Además de con el espeluznante caso Khashoggi, se vincula a bin Salman con el hackeo del móvil del dueño de Amazon y uno de los hombres más ricos del mundo, Jeff Bezos (también claro candidato al rol de supervillano de cómic).
Rubiales está enfrentado con el presidente de la Liga de Fútbol Profesional, Javier Tebas, otro personaje que podríamos encuadrar en esta peculiar galería de villanos del mundo moderno; exdirigente del partido ultraderechista Fuerza Nueva, Tebas se ha destacado en diversas ocasiones por defender los postulados de dicha ideología. Notoriamente, en dos ocasiones, en relación con el jugador ucraniano Zozulya. En 2017, la afición del Rayo Vallecano se posicionó contra el fichaje de este jugador, aludiendo a su ideología nazi. Tebas amenazó a 17 aficionados del Rayo con una querella criminal por intentar impedir la llegada de Zozulya. Según sus palabras "En el Rayo no quieren nazis, ¿y si mañana otro equipo no quiere homosexuales?". Más recientemente, la Liga de Fútbol Profesional ha apoyado la decisión del árbitro del encuentro Rayo Vallecano - Albacete de suspender el partido. ¿La razón? Que los aficionados increpaban a Zozulya llamándole "nazi" y, por lo visto, eso es intolerable y justifica suspender un partido (cuando los aficionados insultan a un jugador por su raza o su opción sexual, en cambio, todo está bien, pues nunca hemos visto que se suspenda un partido de la LFP por ese motivo).
En mitad de este enfrentamiento homérico entre Rubiales y Tebas, este último intenta que Iker Casillas se presente a las elecciones para presidir la RFEF contra Rubiales. Mientras tanto, una figura superheroica emerge en las sombras, en el caso de que Casillas finalmente no diera el paso: Mariano Rajoy. El expresidente del Gobierno, según parece, se lo estaría pensando.
A pesar de que el entorno de Rajoy lo ha desmentido, desde aquí nos permitimos soñar con la perspectiva de que Rajoy se presente, gane las elecciones y dé un giro a su carrera logrando la presidencia de sus sueños, que no es precisamente la del Gobierno, pues en esta última sólo podía asistir a algunos partidos de fútbol escogidos; con la de la RFEF, Rajoy puede pasarse la vida en las gradas del estadio, disfrutando y haciéndonos disfrutar de su verdadera pasión: el fútbol.
Tal vez, si sucede, Rajoy podría dignificar algo el mundo del fútbol, metido desde hace años en una espiral más y más siniestra e involucionista, con Supercopas del cambio en Arabia Saudí, publicidad de apuestas online por doquier y partidos que se anulan cuando se insulta a un jugador sólo si el insulto es "nazi".