VALÈNCIA. Una serie de jóvenes se ponen en frente de una cámara y contestan a diferentes preguntas. Su primera reacción ante cuestiones personales es de reserva y timidez. A lo largo del metraje irán apareciendo más fragmentos de estas entrevistas y se podrá comprobar un cambio en su manera de abrirse y de contar sus sentimientos más profundos alrededor de temas como el amor o la decepción, el futuro y sus expectativas.
La directora ucraniana Kateryna Gornostai parte de esta premisa para configurar una delicada radiografía en torno a la adolescencia que se nutre del documental para derivar convirtiéndose en una inesperada ficción repleta de hallazgos en la que cada uno de estos personajes irá interactuando entre sí hasta configurar un relato en torno a un presente evanescente.
En un principio se trataba de un experimento: reunir a una veintena de teenagers que no se conocieran entre sí y formar con ellos una clase de último curso de secundaria. A través de sus diferentes personalidades y de sus sensibilidades la directora fue trazando un relato que le ayudara a reflexionar sobre esta etapa repleta de incertidumbres que marca el inicio hacia la madurez. Para ello se alejó de ideas preconcebidas, de clichés, y se centró en captar sus sensaciones de una manera tan transparente como al mismo tiempo cargada de poesía visual.
Por eso creó con los protagonistas seleccionados una especie de laboratorio teatral donde les enseñó a moverse, a proyectar la voz, a improvisar y a transmitir sus emociones. No quería artificios sino pureza y honestidad. Pero la directora consigue llegar mucho más allá de todo eso. Stop- Zemlia está cargada de una rara sensibilidad capaz de convertir los momentos más inesperados en instantes reveladores alrededor de una atmósfera fluida y etérea.
La película se articula alrededor de varios personajes. Por un lado, tenemos a Masha (Maria Fedorchenko), una joven introvertida que únicamente se relaciona con Yana (Yana Isaienko) y Senia (Arsenii Markov), configurando un extraño triángulo repleto de complicidad, pero al mismo tiempo de misterio. Se supone que por su cercanía deberían saberlo todo los unos de los otros, pero en realidad no son capaces de compartir sus más íntimos secretos, como que Senia está enamordo de Masha o que Yana sufre depresión.
Por otra parte, está Sasha (Oleksandr Ivanov), hijo de madre soltera que aparenta ser un líder en el colegio para ocultar sus dificultades en casa. Él tendrá su propio grupo de amigos, los populares, los que hacen fiestas y aparentemente se lo pasan bien.
La directora se sumerge en el espacio privado de cada uno de ellos para captar pequeños retazos de su cotidianeidad. Lo hace con mucho tacto, manteniendo una mirada respetuosa que no intenta en ningún momento ni juzgar ni moralizar. Solo intentar capturar algo tan difícil como la fugacidad del momento. Por eso está hecha de momentos aislados que sirven para mostrar las sensaciones de un determinado instante.
Stop-Zemlia es una estupenda película sobre el sentimiento de fragilidad adolescente y se aleja de manera rotunda de los estereotipos del género coming-of-age para trasmitir toda la intensidad del desconcierto teen (y no tan teen) a golpe de melancolía y atmósfera envolvente.