Hoy, lunes, Dia de la Joventut, concluye el novenario que cada seis años dedica Morella a la Virgen de Vallivana. En aquel mes de febrero de 1673, los representantes del pueblo morellano decidieron trasladar la pequeña imagen sagrada hasta la ciudad amurallada, en gratitud por haber superado una trágica epidemia de peste que asoló a la población. Desde aquel año, las ediciones de las fiestas del Sexenni han ido sumando y creciendo.
Mis pequeños han disfrutado al límite, entre el Carro Triomfant y el Conventet del Sol de Vila. Angelet y Frare que han entendido, desde su inocencia, la excelencia de estas fiestas. En casa jugamos a organizar cada día un Retaule, en el que desfilan danzas, Gegants, Cabuts… Cada día los gigantes bailan por el comedor como si fueran estrellas del hip hop, mientras mis nietos entonan la preciosa música de gaita i tabal. Mis cuatro nietos sumarán seis años en el próximo Sexenni, que será en 2030. Este salto en el tiempo produce un inquietante vértigo, con múltiples destellos de esperanza que se guardan en las miradas.
Escribo frente a la potente imagen de la Torre de Sant Mateu, una de las más bellas defensas de la muralla morellana. Al mismo tiempo, mi querido amigo Toni Ortí, habrá ido a ver a Sucre y a Pancho, que han pasado estos días en un corral de Enduella, juntos, compartiendo este novenario. Después, Toni estará en la Iglesia Arcipestral, dominando la belleza de la música del órgano, junto a la increíble voz lírica de MariPau Medina. Al terminar la misa, dirigirá a la magnífica Unión Musical Mestre Candel, una banda de música que nos eriza la piel cada día en los Retaules.
Ayer se celebró el día del Gremi d’Arts i Oficis. Morella amaneció entre nubes y neblinas, con una temperatura agradable, y con el sol creando rendijas en el cielo gris. Este Sexenni ha sido, sin duda, uno de los más duros. El grave accidente de tráfico, que segó la vida de dos personas, ha marcado los últimos días de estas celebraciones. Desde la noche del pasado jueves Morella se sumió en una profunda tristeza. Es difícil escribir sobre los sentimientos de todo un pueblo. Hemos contenido el aliento, pero la tristeza nos ha desbordado. Todo un pueblo sumido en el silencio. Triste. Muy triste. Nuestra xiqueta Ainhoa, portadora del palo de las cintas de colores que van tejiendo y destejiendo Teixidors i Teixidoretes, ha dejado una estela de esta infinita tristeza y añoranza. Era una niña de colores, de entusiasmo, de alegría. No olvidaremos su ausencia, tampoco olvidaremos que un pueblo unido llega a llorar y sufrir unido. Estas palabras se quedan cortas. Las emociones colectivas y la pertenencia a una comunidad, a un pueblo, nos deja huérfanas de una de sus pequeñas vecinas, abrazando con toda la fuerza a su madre Gema, a su padre, Juan Carlos.
Por otra parte quiero felicitar la labor desarrollada por Els Ports Radio y Comarques Nord televisión. Ha sido magnífico poder seguir desde casa unas emisiones en directo de gran calidad, con una realización y edición excelentes. Es muy importante el trabajo que desarrollan estos medios de comunicación de proximidad. Morella siempre fue una zona de sombra hasta que un grupo de personas se preocupó de lograr una emisora de radio que uniera las sensibilidades e intereses de una comarca del interior.
Hasta hoy este pequeño medio de comunicación nos acompaña, con una plantilla laboral que permanece desde los inicios, además de la incorporación constante de otras personas. Gracias a esta televisión he podido seguir en directo varios actos del Sexenni, como le habrá sucedido a muchas personas morellanas.
La vida morellana, que contamos de seis en seis, continúa tras este Sexenni. Continuará, y mis nietos crecerán, siguiendo el rastro que han ido dejando sus familias maternas y paternas. Mis cuatro pequeños van a seguir contando su vida de seis en seis.