VALÈNCIA. Una joven mira al horizonte desde el balcón de una casa de diseño totalmente aislada. Viste de forma impoluta, su pelo es rubio y con un corte perfecto. Perfección. Es lo que parece tener obsesionada a Hunter (Haley Bennett), recién casada con un joven de familia de clase alta. Es una perfección malsana. Se esfuerza para que todo a su alrededor, la decoración, la comida, su propio aspecto, resulte intachable por miedo a ser juzgada. Se comporta como a los demás les gustaría que fuera porque, en el fondo, sabe que no pertenece a ese lugar. Por eso siempre se está disculpando, siempre pregunta si hace bien o mal las cosas y pregunta a su marido constantemente si la quiere.
En realidad, Hunter está atrapada. Aún no lo sabe, pero pronto lo descubrirá de la manera más inesperada. Su prototipo corresponde al de la ama de casa sumisa y complaciente, una especie de revisión contemporánea de Las esposas de Stepford en clave de thriller psicológico hichcockiano malrrollero.
Swallow es la segunda película de Carlo Mirabella-Davis tras el documental musical The Swell Season (2011) que seguía los pasos de la pareja formada por Glen Hansard y Marketa Irglová que se hicieron famosos gracias a Once. Es, por lo tanto, su primera obra de ficción pura y su apuesta está cargada de riesgo e incomodidad, además de tener una impronta estilística realmente apabullante y de lanzar una reflexión de lo más lúcida y corrosiva en torno a la cultura de las apariencias.
El gran twist en la vida de Hunter será la noticia de su embarazo. Muchos de sus miedos e inseguridades comenzarán también a gestarse en su interior, aunque no lo veamos de manera precisa, porque su apariencia siempre será gélida e impenetrable. Comenzará a sentir antojos, pero no de pepinillos o de pasteles. Descubrirá que le genera placer tragar objetos no comestibles. Eso le hace sentir libre porque, al fin y al cabo, ¿no se ha convertido ella también en un objeto más de esa casa y esa vida artificial?
Su primera experiencia de deglución será una canica. Una vez completado el proceso de digestión, la recuperará de la taza del inodoro. Tranquilos, Swallow no es una película escatológica, pero sí que hay en ella un humor negro muy particular. Pronto tendrá un ‘altarcito’ con las piezas consumidas, que abarcan desde una chincheta hasta una pila. Pero recordemos que Hunter está embarazada, y en una de las exploraciones médicas descubrirán que su estómago se encuentra lleno de objetos que no deberían en ningún caso estar ahí. El pequeño secreto de Hunter, su rebelión particular, saldrá a la luz y comenzará un proceso de absoluto control sobre ella en el que terminará por perder la poca libertad que ya tenía.
Swallow trata muchos temas, y uno de las más importantes es la identidad. Hunter vive en silencio consumida por la culpa de sus orígenes y se ha construido a su alrededor una existencia lastrada por la mentira, hasta tal punto de que no sabe quién es, ha perdido su capacidad para elegir lo que quiere y lo que no. Se ha dejado llevar por el estereotipo de un ideal, ha fingido serlo, y ahora le resulta imposible seguir más con esa farsa.
Carlo Mirabella-Davis filma toda esa perfección (a través de una precisión compositiva milimétrica) que rodea a Hunter para ir introduciéndonos poco a poco en un espacio malsano y opresivo que nos revela un estado de profunda indefensión, repleto de fantasmas y rincones oscuros autodestructivos. Poco a poco la cámara se volverá menos estática y nos introducirá casi en su estado mental repleto de recovecos.
Swallow habla de la mujer sometida, anulada, que es víctima de sucesivas ofensas que tienen que ver con cuestiones de género, pero también con el clasismo y la forma cruel con la que se genera una relación pasivo-agresiva con las personas que no pertenecen a una determinada élite social. En consecuencia, también habla de las heridas, de las más superficiales y de las más profundas, de las que se auto inflige para, de alguna forma, poner en evidencia todas las que le han hecho a lo largo de su vida y sacarlas a la luz.
Parte del magnetismo de la película tiene que ver con la interpretación de Haley Bennett y su capacidad para introducirnos en su interior a pesar de su máscara. Una de las únicas relaciones auténticas que se establecen en la película es la que tiene que ver con el cuidador de origen sirio que le impone la familia de su marido para tenerla vigilada. “Si vinieras de una guerra como yo, no tendrías estos trastornos de conducta”, le dice al principio criticando su patología como un problema del primer mundo. Pero, al final, este personaje se dará cuenta de que Hunter también está inmersa en una batalla, no solo consigo misma, sino sobre todo con aquellos que quieren privarle de su libertad y encerrarla en una jaula de cristal de la que solo de ella, de su entereza y de su fuerza, depende escapar.