Para los que saben leer, toda la literatura es contemporánea. La lectura es la única fuente que queda cuando atravesamos, como Moisés, este inevitable desierto de la modernidad. Al contrario de lo que sucede con la Redes Sociales, los pensadores y escritores del pasado ofrecen refugio a la tiranía de la mayoría, al sueño dogmático del vivir común. Un libro inteligente nos hace sentir inteligentes, como una música militar nos hace sentir valientes. Leer es recibir un choque, encontrar un obstáculo, debe dejar nuestra carne íntima sangrante o irritada, pero no dejarla intacta. Volúmenes impresos en París, Florencia, Amsterdam, Londres, México, rarezas en su idioma original, películas bíblicas subtituladas ambientadas tiempos presocráticos, para soportar las vulgaridades del día.
Nos damos cuenta de cuánto debemos a la literatura cuando, después de una tragedia, se van sumando otras historias en nuestro muro. El “muro Zuckerberg” del director de cine Mariano Barroso, hermano de Miguel, el ex marido de Carme Chacón, permanece aún en sus reveladoras condolencias contra el cinismo que vivimos hasta que nos mata o nos morimos: “me quedo con la certeza de lo difícil, imposible casi que es hoy en nuestro país reconocer que quieres a alguien que piensa distinto que tú.” -dice el cineasta- “Esa guerra civil que llevamos dentro de nosotros nos lo impide. Los peores enemigos llevan con frecuencia nuestros colores.” Y continúa citando al fotógrafo de El País Bernardo Pérez Tovar : “Allá donde esté, van a tratarla mejor de lo que lo hicimos aquí, donde recibió injusto pago a su enorme generosidad, a su calidad intelectual, a su valentía, a su incansable trabajo y rigor y al permanente regalo de su deliciosa alegría”.
Hablado de deliciosa alegría: anécdota, ya que tengo una y estoy cansado de guardármelas. El pasado mes de octubre, estaba yo sentado tomando café en una terraza de la madrileña plaza de Ópera. Apareció Carme Chacón caminando rodeada de algunos amigos y se desvió para saludarme diciendo: “¡Mi admiración absoluta!”. Tener corazón es importante, y el corazón está para gastarlo y exhibirlo cuando nos apetece, no para guardarlo a la sombra. Ser catalana en España y española en Cataluña, junto a creerse los estatutos de su propio partido, dicen que fueron sus grandes errores; yo, sin embargo, lo veo como dos virtudes más de las muchas que le permitieron disfrutar tanto de la vida y de las personas.
El Senado te sienta tan bien
Alegre y acertado me ha parecido también el artículo de Toni Badillo sobre nuestro llorado ex-presidente AlbertoFabra, con inicio de novela: “Como si el gran Houdini hubiera regresado de ultratumba para convertirse en su cómplice, el hombre que durante cuatro años manejó omnipotente los hilos de la Comunitat Valenciana se esfumó del escenario ante un perplejo auditorio.” Así como Chacón entró en política para luchar por sus ideas y después de abandonar el PSOE siguió fuertemente vinculada a lo que ocurría dentro de su partido, Fabra entró, visto lo visto, para ser un Don Juan, ser un señor, algo bohemio y soñador. Lucía tan bonito en las procesiones que había que tuvieron que ponerlo en algún lugar que se le viera bien con la decimotercera consonante, repetida, del alfabeto español.
Este hombre, que demostró al Mundo que se puede mejorar el nivel de expresión en valenciano en poco más de un mes si te lo propones, se ha entregado a los placeres del churro en Fallas y de la magdalena proustiana en Castellón mientras, gracias al amor y al lujo, vive ajeno al presente que enfrentamos a diario sus contemporáneos.
El Senado le sienta bien a un político de carrerón como Fabra. “Le encanta hacer regalos a su pareja, el último de ellos un bolso con motivo del Día Internacional de la Mujer.” -nos cuenta Badillo- “Disciplinado en la técnica, cazó al vuelo la indirecta en una conversación, como ya había hecho anteriormente con unas gafas, y esta vez escogió un Adolfo Domínguez negro que se ajustaba a sus criterios de búsqueda: destinataria joven, nada clásica y de vestir desenfadado. Muy oportuna disciplina y técnica amatoria que en Valencia nos dejó como legado el endeudamiento de la Comunitat, y poner en peligro los servicios públicos esenciales de los valencianos, como la educación, la sanidad o la atención a las personas con dependencia. Sólo el agujero de Cultura dejado en herencia por él y Camps es de 12 millones de euros.
No sé qué pensarán ustedes pero incluso yo, que no soy de comparar porque cada persona es un mundo, encuentro que la vergonya dels altres que debe producir Alberto hace resplandecer más si cabe la valía de Carme.
Los tabúes de los valencianos
La Denominación de Origen (D.O.) es una indicación geográfica aplicada a un producto generalmente alimenticio, aunque también puede referirse a una cualidad espiritual definida de una región. La ventaja de esta calificación es garantizar al consumidor el nivel de calidad adecuado de un producto único.
A cambio de ello, los productores deberían obtener una protección legal para abaratar los costos de estos productos, así como facilitar el acceso a mercados competitivos que difícilmente se alcanzarían sin la intervención de las instituciones.
Pero dejemos estas fantasías para centrarnos en la cuarta entrega de los premios de la D.O. Arròs de València en la Sala Alfonso el Magnánimo de la Beneficiencia, lugar donde se podría rodar de nuevo Sansón y Dalila gracias a la imaginación, sin grilletes de temor, del arquitecto Belda y el dibujante Antonio Cortina.
Estos premios, además de representar, divulgar y defender la cultura de nuestro tradicional cereal, han querido homenajear el esfuerzo y éxito de una entidad como el actualmente centenario Mercado Central de Valencia, representado por el supernaturalFrancisco Dasí Presidente de la Asociación de Vendedores del Mercado Central, que acudió con camiseta color caqui y pantalón beige. Se lo entregó la Il.lma Regidora Delegada d'Agricultura, Horta i Pobles de València, Consol Castillo. También tuvo su premio, consistente en un gran cuadro representando la siega de la artista Nuria Ferrol, el muy querido musicólogo, a juzgar por la ovación del público, Josep Vicent Frechina, quien recibió el premio de manos del presidente de la D.O. Ricardo Císcar García, director de área de arroz Dacsa.
El cocinero y propietario del restaurante RIFF, Bernd Knöller, explicó al recibir su galardón, la relación que tuvo con el arroz en nuestra ciudad y lo que le costó comprender el particular concepto tradicional -a veces únicamente tradicional, porque nuestras abuelas lo preparaban así- que tenemos sobre este alimento. También mencionó el injusto olvido al que están sometidos los arroces caldosos en los menús de los restaurantes. El actor, director y dramaturgo Carles Alberola dedicó el premio a su su mujer y sus hijos. La investigadora del CSIC Carmen Benedito fue recibida y homenajeada por la Consellera de Agricultura Elena Cebrián.El gerente de la D.O. Arroz de Valencia, Santos Ruiz, destacó la capacidad de todos los premiados para trasmitirnos valores, “lo que les convierte en un referente y un ejemplo para todos”. No dejó de recordar la importancia de las tres variedades genéricas, senia, bomba y albufera que componen nuestra denominación de origen y que se comportan de manera tan diferente en nuestras recetas así como de reclamar amablemente la necesidad de ayuda y de una nueva sede para los arroceros valencianos.
El acto contó con la presencia del secretario autonómico de Agricultura Francisco Rodríguez Mulero, el alcalde de Catarroja Jesús Monzó, importantes directivos del mundo de la distribución como Francisco Villaexcusa o Andrés Ortega (Carrefour España), los cerveceros Jacobo y Diego Fernández Pons (Altura de Vuelo, de Bodegas Enguera que ofrecieron sus de verdad deliciosos vinos Ciento Volando y Las Aves de Paso), hosteleros como las hermanas Maria José y Carmen (Casa Carmina), el periodista y editor de Xàtiva, Juan Lagardera, la experta gastronómica, ahora televisiva, Esther Cerveró,y diferentes personalidades de Sueca como Abel Guarinos, director de CulturArts y un señor muy simpático que representaba al azafrán de Castilla. Para la foto finish se hizo subir a todos los miembros del consejo de la D.O.
Amenizando el acto estuvo el cantaor flamenciano representante del cant d´estil y vecino ilustre -entre tantos- de Godella, Josep Aparicio “Apa”, que empezó d´aquelas con el grupo Alimara, y que contó cómo a la tierra valenciana se sumaban, tiempos ha, peonadas de jornaleros andaluces para ayudar en las labores del arroz. Se excusó por no tener la voz en perfecto estado debido a los rigores fresqui-cálidos primaverales y terminó cariñosamente interpretando “Teresa” en homenaje a Ovidi Montllor.
También bailaron los Bastonets d´Algemesí, un baile guerrero que aparece en muchos pueblos valencianos como Morella, Peñíscola o la Alcúdia. Su presencia en Algemesí está datada desde 1839 y conecta a la fiesta con las tradiciones más ancestrales de nuestra cultura. Al sonido del tabalet y la dulzaina los ocho componentes del baile escenifican una lucha con los "bastonets" y las “plantxetes” vestidos con unos trajes antiguos con medias, falda, alpargatas y un vistoso tocado de plumas que les hace dignos cortejadores de la Cotorra del Mercat.
El actor Ferran Gadea se lanzó al escenario a hacer humor con historias divertidas sobre otros temas tabú valencianos como las Fallas, las Gaiatas de Castellón o Canal Nou, que arrancaron varias carcajadas del público y que esmusaron la piel a los más recalcitrantes.
Fin de fiesta
El final de fiesta culminó con la degustación de diversos arroces de paella que, al estar esperando al final de la gala, se caracterizaron por tener diferentes puntos de cocción. Yo propondría que el acto comenzara con la solemne presentación de la cocción del caldo y los presentadores y homenajeados fueran cronometrando el tiempo de entrega de premios y discursos para llegar justo cuando el arroz estuviera al punto, lo que haría del acto el más dinámico y temático de toda la ciudad. Por proponer, que no quede.
Uno se pregunta por qué en València existen hoy en día tantos tabúes, casi más que durante el Francisco, cuando parecía que las cosas podían tomarse en serio pero tan serio que parecía broma: el tabú de los idiomas y sus usos, y si tengo que decir para mis afueras arròs d´ànec y arròs de patopara mis adentros; el de la “paella perfecta”; el tabú de las pelmazas tradiciones; el tabú de la falsa modernidad; el tabú del arte; el tabú de las gastronomías; el de la televisión valenciana y sus diversos prostituidores y chulos que en el pasado han sido; el tabú de la política convenenciera y los aprovechados del yo no he sido contra la buena fe ciudadana; el tabú de las mal recibidas reivindicaciones y protestas; el tabú de las inventadas izquierdas y de las derechas; el tabú de la lectura, que al final va a ser éste el único tabú intocable. Que aquí no lee ni el Arzobispo, ni el Cristo del Consuelo ni los legionarios romanos cantando al Cáncer del Pueblo, que es su ignorancia de las cosas. Un poco de biblioterapia, no “por favor”, sino sólo por placer.