Comenzamos semana con el deseo de superar circunstancias. Es difícil porque la realidad engulle cualquier esperanza. La cuesta de enero nos ha posicionado en la escalada de febrero. La rutina no parece dejar margen para sentirla de colores. El gris marca el horizonte. La desconfianza es una sensación generalizada. Frente a este estado de ánimo de la sociedad las instituciones locales, provinciales y autonómica no deberían hacer juegos de magia ni aplicar tanta barbarie que daña profundamente a toda la sociedad.
Arrancamos un mes de ruido insoportable. De discursos de odio insoportables. De debates en plenos municipales y, sobre todo radiofónicos, insoportables, ignominiosos. Debates en los que no se asumen responsabilidades de gobierno local, provincial ni autonómico. Debates en los que un tal concejal ataca a una tal concejala con una mala educación insoportable, qué si no tienes memoria, que si estás sorda y no escuchas, que si no trabajas, que si finges estar enferma…
Todo insoportable, rebosando todas las líneas rojas en la práctica política. El último Pleno Municipal de Castelló fue un gran ejemplo de estas estrategias. Pero también sucede en el Ayuntamiento de València y en de Alacant. La derecha y su ultraderecha no saben combatir la verdad, derrochando respuestas maquiavélicas que no vienen a cuento ni que representan a las ciudades que habitamos. La derecha y su ultraderecha municipales están ancladas en discursos nacionales, irreales, manipulados hasta el infinito, relacionando temas locales con historias que machacan al gobierno estatal.
No tiene sentido. En Castelló hay un concejal de la derecha y de su ultraderecha que ha acumulado más de cien multas por estacionamiento en zona azul. Casualmente e irónicamente es el responsable de Movilidad Urbana, pero no asume responsabilidades, ni piensan hacerlo sus superiores en el gobierno local, ni tampoco desde el autonómico. Además, ha comenzado a abonar las sanciones el mismo día que un concejal socialista lo denuncia en el último Pleno municipal.
Y no pasa nada. Porque, es verdad, no pasa nada. Como dijo uno de los representantes del gobierno municipal, es tan solo un problema estético.
La memoria nos recuerda cuántos problemas estéticos se han sentado en el banquillo, demasiados. Pero, hoy, este tipo de infracciones se están convirtiendo en una anécdota que nos cuesta dinero a toda la ciudadanía. Perder la vergüenza cuando se gobierna es una práctica histórica de esta derecha que ha sumado a su ultraderecha.
Vamos a ser optimistas ante el nuevo mes de febrero. Va a costar mucho. La muerte y el genocidio de Gaza sigue latente. Netanyahu no consiente niega tregua ni alto al fuego. Su objetivo es el exterminio de la población palestina de Gaza, borrar del mapa un territorio que sigue existiendo a pesar del apartheid del gobierno de Israel. Han bombardeado y destruido todas las infraestructuras, edificios de viviendas y las casas del pueblo palestino. Son crímenes de guerra. Israel no quiere que Gaza siga existiendo. Ni tampoco Cisjordania donde cada día crece la violencia, la ocupación, las acciones del terrorismo de los colonos judíos, donde los check point han crecido de cien a setecientos puestos de control del ejército israelí en las ciudades, pueblos y campos de refugiados de Cisjordania.
Lo más doloroso es que nadie hace nada, nadie dice nada. La mal llamada comunidad internacional sigue sin tomar medidas que promuevan un alto el fuego. Es más, la frivolidad del festival de Eurovisión no ha expulsado a Israel como participante, un país genocida al que ha condenado el tribunal de La Haya. ¿Se ha retirado algún país para no compartir con Israel este mediático festival?. Es una ignominia, una más.
Ayer, con mi vecina Carmen, vivimos un perfecto domingo. El viernes compré pechuga de pollo, a trozos, cocinada con diversas especies, con la salsa y técnica teriyaki. Una elaboración que, en la carnicería Consuelo, de la calle Zaragoza, resulta maravillosa. El pollo, con pimiento verde y rojo, se calienta, añadiendo previamente una buena dosis de cebolla a gajos. A fuego lento. Los aromas de las especias nos van envolviendo mientras cocinamos.
Con un buen vino blanco en sus copas, -nos encanta sentirnos libres e integradas en la cocina-, fui preparando las tortillas o tortitas integrales de Mercadona en una sartén, calentándolas suavemente. Además, había elaborado una salsa de yogurt griego, con un punto de mayonesa, con una pizca de cominos, con zumo de limón, con un pellizco de perejil y cilantro frescos… Esta salsa debe ser le mejor legado de todos los dioses.
Rellenamos y envolvimos las tortillas, añadiendo la gloriosa salsa. No necesitamos segundo plato. El placer de esta combinación de sabores nos dejó satisfechas y felices. El postre lo aportó Carmen, con dos exquisitos pasteles de manzana de la Panadería Blanch, también de la calle Zaragoza. Ayer tocamos el cielo. Pero acabamos tocadas de tristeza y mucho cabreo comentando qué cojones está pasando con tanta ignominia y tantos sinvergüenzas.