VALÈNCIA. Ando nervioso. No es fácil reunir a mis apandadores para una quedada extrema y asomarnos a ver la que será la penúltima película de Tarantino, según él mismo dijo. Para mis adentros, este merengano es lo que más se parece al dios que otros me llevan años barruntando. Su mundo es violento, es estético y es catológico. Pasaremos un buen rato y la posterior tertulia será de nivelón. Así es como disfrutamos el trabajo de un auténtico V8 americano. Suavidad, potencia y progresión explosiva.
Me gusta entrar en un cine de los grandes de toda la vida. Algo tan especial como penetrar en una catedral o un acuario, donde el silencio absorbe tus sentidos. La perfección al acecho a leches.
Pero ese día no. Aburrido, wasapeé con mi madre, dormí, ronqué, salí al baño, hice un par de llamadas, volví a entrar y no me había perdido nada. Bueno, había perdido horas.
Como decía, me gusta entrar en un cine y hundirme en su atmósfera. Por lo general no me interesa lo que van a proyectar. Voy al cine con regularidad buscando esa paz que perdí, esa autoestima lastimada o el recuerdo primerizo de aquella teta desbordándose entre mis dedos. Soy consciente de que el cine es el cáncer de la cultura. Idiotiza. Solo observo a mi alrededor: botes, maíz rochetero, nachos, bolchas y chuches. Entretenimiento para vagos faltos de talento e imaginación. Todo estudiado y bien servido. La música, la imagen, los diálogos, las voces... todo asticadito y nada para tu cosecha. Siéntate y no pienses que yo me encargo, papichulo.
El cine ya no es lo que quiso. Tal vez la época digital no le ha sentado bien, donde todo es posible con una perfección que mejora la realidad... Tal vez ya no sea lo que fui y las mentiras ya no me sorprenden, pues prefiero cicatrices.
Las historias ya poco importan, suelen ser insoportables. Y si escapan del mainstream le llaman cine con toque europeo. O sea, un tostonazo. Para cine europeo el Súper8 de la boda de mis padres, que la he pasado a digital y dobla en acción a esta última de Tarantruño. Y en blanco y en negro que, por cierto, ¡es raro que Cuentin no la hubiera decolorado!, pues habría sido una panspermia interestelar maestra que dirían los repipis.Y para colmo, invasión de pelis de super héroes que están destrozando el mundo del cómic. Aunque hay que ser un lelotardo para seguir leyendo este tipo de aventuras pasada la adolescencia, José Cristo incluido.
A mí la gente que me gusta me gusta natural, limpia y con pocos artificios, pero ahora no están de moda. Ellos en cambio se arreglan exageradamente más, pero me gustan mucho menos. El otro día salí de caza, y cacé buena pieza. Hasta el despertar matinero no supe si era hombre o mujer, pero no me importó, pues lo pasé bien. Mira, son tiempos de no plantearse el sexo sino la amistad, aunque ya me pilla un poco amarchitado. Esto viene a que mi agenda amorosa actual es como una distribuidora de contenido audiovisual a través de una plataforma en línea o servicio por streaming. Lo que se dice el Movi-flix+. Paso tanto tiempo para elegir una película que cuando la tengo, lo que más tengo es sueño, así que ya si eso la veré cuando tenga nuevas ganas. Pues eso, con mi agenda de contactos me pasa lo mismo. Mientras elijo follamiga se me pasan las ganas. Me ajunto yo solo un ratito y oye, a dormir como un obispo.
A mis apandadores les gustó la peli. Obra maestra dicen los muy horteras. Me urge buscar nuevas amistades. Eso sí, ojalá mi mejor obra fuera como la peor del dios Tarantino.
* Este articulo se publicó originalmente en el número 60 de la revista Plaza