VALÈNCIA. En los años noventa los chicos no lloraban porque tenían que pelear. No se podían permitir que los lagrimones les arruinaran la carrera. Sentimientos fuera, valentía dentro: a pelear. La historia, lejos de cambiar, se ha repetido treinta años después. En pleno siglo XXI la masculinidad tóxica ha vuelto a subirse a la tarima y ha vuelto con sus modelos imposibles que buscan el poder, el dinero y el dominio sobre las mujeres, lo que muchos denominarían “ser un machote”.
El bailarín Àngel Duran es uno de los fieles testigos de este relato que se refleja sobre las tablas del Carme Teatre el próximo 6 y 7 de noviembre con Cowards, una pieza en la que junto a Renan Araujo le baila a la masculinidad tóxica. Con este movimiento, Duran se alzó el año 2024 con el Premio Max como Mejor intérprete masculino de danza, un premio que compartió ex aequo con Andrés Marín y Jon Maya por Yarin. Este galardón le ha servido para darle visibilidad a un relato que tristemente tiene que volver a contarse, y para llevar Cowards a las salas de toda España y poner a los hombres ante una realidad que si no es la suya, tal vez es la que les rodea.
En su pieza, Duran reflexiona sobre cómo en pleno siglo XXI los hombres han vuelto a ser viva imagen de ciertos valores que ya parecían totalmente anticuados. Contemplando con temor como ciertas personas retroceden como los cangrejos, Duran le baila a una sociedad que vuelve a un formato más tóxico: “Con el baile hablo de las generaciones jóvenes que consumen un modelo muy atrasado, mientras otras han ido avanzando y rompiendo muros, hay otras que intentan incorporar rituales que ya no deberían estar de moda”. Mirando a su alrededor, contempla perfiles como el de C. Tangana o el de raperos como Morad que representan o encarnan a esos “chicos duros” interesados por el dinero, las mujeres y el poder, ante todo.

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- Foto: JOSE MA PECCI
“Intento meterme a entender qué pasa y porque los jóvenes se basan en estos modelos. Intento comprender qué es lo que les interesa tanto de estos perfiles. A través de mi proceso veo que el problema está en que los jóvenes no tienen ninguna base sólida y que se retroalimentan entre sí constantemente”. Un pensamiento en el que le apoya su asesoramiento de contenido, Roberto Fratini, quien considera que la construcción masculina es una idea “totalmente enrrocada y que opera desde la competitividad constante”.
Ahora bien, ¿cómo se expresan todas estas ideas a través del baile? Para Duran este reto se supera gracias al excelente diseño escenográfico de Adrià Pina y la música de Joan Borràs. También se consigue a través de movimientos que mezclan baile con escenas de pelea para hablar de la virilidad y la identidad de los hombres. “Buscamos una imagen ruda acompañada por la teatralidad sobre el escenario. Hay escenas de lucha y otras de baile, investigamos para traducir nuestro relato de diferentes formas”, explica Duran. Una pluralidad de lenguajes que junto a la música y el juego escénico hace que los cuerpos hablen.

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- Foto: JOSE MA PECCI
La pieza nace con el objetivo de entender la construcción masculina, que para él es “una construcción que se basa en la negación de todo lo distinto y en una competición constante”. A través de Cowards los golpes se pueden convertir en caricias y los gritos en canto, todo juega constantemente con la perspectiva del espectador, del que se busca “remover la conciencia”. Tal y como lo anuncian desde su compañía homónima: “Esta obra hace referencia a la carga sociocultural adquirida para esconder la verdadera identidad detrás de conductas preestablecidas. La propuesta expone la dialéctica, generalmente tóxica, y el cautiverio del comportamiento contemporáneo”.
Lo hace mediante dos personajes “aparentemente definidos en la estética, pero no en su contenido”, y buscando siempre la reflexión del espectador, planteándole la pregunta de qué es un hombre. Una pregunta que igual toca rehacerse año tras año, espectáculo tras espectáculo y entre todos los modelos de “hombres perfectos” que se alzan pareciendo tener el poder. Cowards pretende que el espectador, sea del género que sea, mire a su entorno y contemplen a aquellos “machotes” que parecen directamente sacados del pasado para decirles que revisen sus actitudes, que merece la pena cambiar los golpes por caricias.

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- Foto: JOSE MA PECCI