Teatro y danza

CONVERSACIONES CULTURPLAZA

Ángeles González (MIM): "Los artistas nos regalan su trabajo y debemos corresponderles cuidándolos"

La directora artística del MIM de Sueca asegura que la reducción de un día de festival no afectará a la calidad de las propuestas

  • Ángeles González (der.), en la presentación del MIM 2025.
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

VALÈNCIA. Sueca volverá a transformarse este septiembre en un gran escenario al aire libre. La Mostra Internacional de MIM celebra su 35.ª edición del 18 al 21 de septiembre con un cartel de 18 espectáculos y tres actividades paralelas que reivindican la “poesía escénica” como motor de asombro. En un año marcado por la reducción de un día de programación debido a los ajustes presupuestarios municipales, el festival mantiene intacta su ambición artística. Ángeles González, directora artística del festival, desgrana para Culturplaza los retos de esta edición, la fidelidad del público y el vínculo especial con la creadora francesa Claire Ducreux, protagonista de la cita este año.

—¿Cómo encaráis esta 35º edición? ¿En qué punto está el festival, teniendo en cuenta su contexto histórico?
—Este año ha sido complicado. El Ayuntamiento de Sueca está en una situación económica compleja y ha sido difícil sacar adelante la edición. De hecho, hemos tenido que recortar un día de festival —en lugar de los cinco habituales, serán cuatro. Pero el objetivo estaba claro: que esos cuatro días fueran igual de intensos, potentes y sorprendentes para el público como cualquier otra edición.

—Con la reducción de un día, ¿se ha podido salvar que la falta de presupuesto no afectara al nivel artístico?
—Exacto. Y también hemos querido mantener la cantidad de espectáculos por día. Si por algo se caracteriza el MIM es porque durante esos días Sueca se transforma. Es un fenómeno cultural y social: las calles se llenan, hay ríos de gente y se enlaza una función con otra. Las salas también tienen el aforo prácticamente completo. Queríamos que eso continuara siendo así y que el nivel de los espectáculos se mantuviera con el mismo rigor y calidad que cualquier otro año. Por eso ha sido un poco más difícil encajarlo todo.

—¿Quién es el público del MIM? A veces, cuando hablamos de festivales fuera de la capital, se piensa que son propuestas enfocadas al público local, pero el MIM es mucho más.
—Es cierto que para la gente de Sueca es un fenómeno social. El MIM empieza justo cuando terminan las fiestas patronales y supone continuar la celebración, ahora con un festival de artes escénicas. Antes de que las entradas se pongan a la venta ya hay gente organizada para estar conectada a la hora precisa en la que se publican, porque los aforos más pequeños se agotan enseguida. 

El pueblo se vuelca, pero también vienen profesionales de las artes escénicas, direcciones de otros festivales, programadores, gestores culturales de la comarca y, en algunos casos, nacionales. Es un público muy exigente y muy fiel después de 35 años, y esa exigencia siempre la tengo presente a la hora de diseñar cada edición.

  • Le Poids des Nuages. -

—¿Cuál es el criterio central de programación del festival? ¿Se apuesta por lo inédito, por lo nuevo, por lenguajes que suelen quedar al margen en otros circuitos…?
—El punto de partida siempre es que hable el cuerpo, ni la voz ni el texto. A partir de ahí, es cierto que el teatro de gesto o el mimo más convencional ya casi no se hace. Los creadores tienden a proponer lenguajes multidisciplinares, con integración de danza, circo, clown… Son propuestas híbridas, con límites muy diluidos entre disciplinas. Pero sí es fundamental que haya un buen trabajo físico y de gesto, que la expresión se dé a través de todo menos de la palabra. De esa manera se llega al espectador de un modo más primitivo, de piel a piel, no tanto por la vía intelectual como por la emocional.

—El mercado de propuestas es limitado por la especificidad del festival. Muchos certámenes buscan un leitmotiv en cada edición, pero el MIM funciona más como un escaparate de lo que se está creando, más que como una reflexión en torno a un único tema.
—De hecho, más que plantear un contenido uniforme o un tipo de trabajo similar, intentamos justo lo contrario: ofrecer variedad y diversidad. Hay propuestas con un contenido más social, otras de puro entretenimiento —pero siempre de calidad— y con temáticas muy distintas. A veces encuentras trabajos muy similares, todos bien ejecutados, pero que terminan sonando a lo mismo. Yo busco lo contrario: diversidad y que cada propuesta sorprenda al espectador.

—Existe un prejuicio hacia las propuestas más corporales, menos textuales, de que conectan más fácilmente con el público infantil que con los adultos. La programación del MIM viene a desmontarlo.
—De hecho, si revisamos los espectáculos programados a lo largo de su historia, hay más trabajos dirigidos a adultos o a jóvenes que a público infantil. Sí es cierto que muchas propuestas son para todos los públicos, pero en Sueca puedes encontrarte viendo espectáculos con códigos muy distintos. Siempre especificamos bien las edades recomendadas porque la manera de acercarse y las temáticas varían según el público. Al final, el MIM acoge espectadores de todas las edades: desde familias con niños pequeños hasta personas mayores. Y tenemos algo que nos encanta: mucha gente joven. Cuando se dice que las nuevas generaciones no se acercan a las artes escénicas, yo siempre respondo que aquí somos muy afortunados, porque tenemos los espacios llenos de jóvenes que han crecido con el festival y lo han interiorizado como parte de su manera de acercarse a la cultura.

—¿Qué supone el festival para la escena local?
—Siempre intentamos que haya una presencia significativa de propuestas valencianas. Este año, con la reducción de un día y las dificultades que hemos tenido, es verdad que se ha visto afectado el número. Pero busco dar espacio sobre todo a las propuestas más arriesgadas o a compañías emergentes que aún no han tenido la oportunidad de presentarse en una plataforma como el MIM. Es importante porque aquí hay un grupo de gestores culturales, tanto de la Comunitat Valenciana como de otros puntos de España e incluso internacionales, que vienen a ver espectáculos para después programarlos en sus municipios. Por eso, por la repercusión de público y por la visibilidad profesional, el MIM debe estar al servicio de la creación valenciana.

—¿Detectas particulares y puntos comunes en las propuestas valencianas?
—Hay diversidad, pero dentro del leitmotiv del MIM es verdad que cuesta más encontrar propuestas valencianas que se adapten a las características del festival. Tenemos una creación muy potente en danza; también empieza a surgir el circo con fuerza. Pero el MIM no es un festival de danza ni de circo, es otra cosa. Yo siempre busco que, cuando un lenguaje escénico predomina, haya algo más: quizá por la dramaturgia, quizá por el contenido. En ese sentido, la creación valenciana va por otros caminos, más centrados en el texto, la danza o el circo, y por ahí es por donde entran.

  • -

—En la programación de este año destaca especialmente la presencia de Claire Ducreux, muy vinculada a la historia del festival.
—Claire Ducreux es una creadora muy especial, tanto en escena como a nivel personal. Cada vez que ha estrenado una creación, ha estado presente en el MIM. Y justo ahora, con este último espectáculo, se despide de los escenarios como intérprete. Cuando lo vi le dije que tenía que aguantar en gira hasta ahora porque no puedes despedirse sin pasar por el MIM. Y ella respondió que, por supuesto, estaría aquí. Entre Claire y el festival hay una relación de amor y de cariño muy fuerte. Tiene una manera muy especial de relacionarse con el público, y al acabar su espectáculo la gente hace cola solo para abrazarla. Su universo es delicado y particular, y conecta de una manera única con los espectadores. Por eso también le dedicamos un espacio especial: impartirá la clase magistral y se proyectará la película Poèmes, que protagoniza y ha escrito junto a Héctor Fáver, siempre partiendo de su lenguaje y su manera de relacionarse con la vida y con las artes escénicas.

—¡Qué interesante cómo estas relaciones cercanas entre una creadora y un festival pueden ser tan nutritivas para ambas partes!
—Es que una cosa no funciona sin la otra. Un festival, como casi todo en la vida, depende de todas las personas que participan en él. Los artistas nos regalan su trabajo, pero nosotros debemos corresponderles cuidándolos, haciéndoles sentir como en casa, que no vengan a hacer un bolo más. Cuesta mucho levantar un espectáculo y también cuesta mucho organizar un festival, y al final todos queremos lo mismo: que todo salga bien y que el público disfrute. Para eso hace falta un equipo entregado como el del MIM: voluntariado, ayuntamiento, organización… todos poniendo de su parte para facilitar las cosas.

Los artistas lo perciben: cuando llegas y te reciben bien, se te cuida y tienes las condiciones de trabajo que has pedido —siempre dentro de los recursos disponibles—, la sensación final es que todos hemos hecho lo mejor posible. Y eso se nota en el público, que es el último receptor de un festival. Pero hay que ganárselo año a año, con trabajo, tiempo y mucho cariño, aunque no siempre sea fácil.

Recibe toda la actualidad
Valencia Plaza

Recibe toda la actualidad de Valencia Plaza en tu correo