VALÈNCIA. Una pareja se prepara para una escapada de fin de semana. Se han preparado para instalarse en su refugio de montaña para hablar sobre su relación y para establecer las bases de un futuro juntos entre tanto caos. Al entrar por las puertas de su cabaña descubren que sus amigos, a los que habitualmente les dejan la casa, y han dejado todo hecho un desastre: “No queda leña, ni gas, ni vino… solo ceniza y basura”, pero sí que queda una obra de teatro: El camino de la sal, en la que el dramaturgo -y en este caso también actor- Paco Zarzoso ahonda sobre el universo de una pareja sobre el escenario.
La compañía valenciana Hongaresa Teatre sopla las velas de su treinta cumpleaños con esta pieza que llega el sábado 13 de diciembre al Centro Cultural Mario Monreal en Sagunto y que en forma de tragicomedia habla sobre la fragilidad de las relaciones de pareja encerrando a Él y Ella en una sala sin escapatoria para enfrentarse a ellos mismos. Dentro de la cabaña, Zarzoso encuentra la manera de hablar de una pareja que está en crisis y desea reencontrarse en un refugio que acaba abriéndose a la imaginación: “La cabaña se abre a la humanidad y se enfrenta a unos personajes que están asentados en una relación más íntima y personal. Es una obra sobre un viaje interior en el que se recurre a un nuevo mundo”, explica el creador de la obra.

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- Foto: LAIA NOGUERES
Inspirándose en el Camino de la Sal de la Puebla de San Miguel, que servía -como su nombre bien indica- para intercambiar sal como mercancía, Zarzoso encuentra en el teatro y en esta obra una metáfora sobre el amor y los intercambios: “Pienso en cómo los vecinos intercambiaban lo que tenían por sal: el ganado por la sal, la lana, la miel… Me parece bonito pensar en la necesidad de los intercambios y como el amor es en sí mismo uno emocional que nace desde la necesidad y la sencillez. El refugio es un espacio que se abre al mundo en el que entran los nuevos intercambios. El camino se convierte en un lugar en el que se abrazan la verdad y la mentira en una encrucijada”.
En la obra también aparece Zarzoso haciendo de dramaturgo infiltrado. Aparecer en El camino de la sal le sirve para colarse como autor en un territorio en el que se dan la mano la ficción y la realidad de las relaciones. Jugando con la “poeturgia” -una mezcla de poesía y dramaturgia- navega entre lo racional y lo irracional para hablar del amor y “quitarle lógica” mientras la pareja se descubre en otros ámbitos. “La obra nos sirve para hablar de los grandes abandonos de la vida, de los espacios en los que el dolor se abre paso cuando desaparece la amistad. En este caso el refugio es la ética y la ética son los otros, la herida aparece cuando los personajes dejan de ser amigos de ellos mismos”.

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- Foto: PATRICIA VARGAS
“Creo que eso nos pasa de normal, muchas veces vivimos etapas en los que tenemos que ser tan productivos que dejamos de ser amigos de nosotros mismos. En la cabaña se genera este diálogo cuando los amigos que van antes que la pareja dejan todo hecho un desastre, ahí hay un descubrimiento sobre los cuidados y el quienes somos”. Centrado en la traición, las conversaciones pendientes y los puentes que se tejen en las relaciones a través de los intercambios, Zarzoso construye su propio Camino de la Sal en una sala de teatro en la que nada es lo que parece, y en la que pretende que el espectador se encuentre a sí mismo y, por qué no, se haga su propio amigo.
Lo hace con dos personajes cargados de complejidades: Él y Ella se enfrentan a su dramaturgo y creador -Paco Zarzoso con una peluca blanca- para batirse en duelo entre ellos mismos. Conforme se abren hueco en la cabaña parecen ir comprendiendo por qué estaba hecho todo un desastre, y le dan cada vez más importancia a la idea de prestar las llaves solo a quienes prometan cuidar su espacio. El teatro abre las puertas a un intercambio que traspasa el telón, que se desarrolla en un ámbito más emocional y que habla de quienes somos cuando se apaga el fuego de la chimenea y se cierran las puertas.

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- Foto: LAIA NOGUERES