Teatro y danza

A MANOS DE AINHOA AMESTOY

Entre títeres y enrejados: Sagunt a Escena le pone los cuernos a Valle Inclán

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VALÈNCIA. Las historias de amor nunca envejecen. Los celos, el amor, la pasión y las infidelidades parecen relatos impasibles al tiempo. De estas historias perdura el sentimiento que se queda entre las parejas, la emoción nunca se marchita y es lo que hace que, desde el presente, podamos escuchar una historia de amor antiquísima y conectar por completo con ella. 

Pasa con la tragedia de Romeo y Julieta, con desengaños como los de Orgullo y prejuicio y con infidelidades a la castellana como la que escribió Valle Inclán en Los cuernos de don Friolera (1925), una historia que este 2025 cumple cien años. Para celebrar este peculiar centenario esta pieza se sube el sábado 9 de agosto -a las 22:30 horas- al escenario del Teatro Romano de Sagunto dentro del programa del festival Sagunt a Escena. 

 

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Lo hace a través de la adaptación de la directora Ainhoa Amestoy, quien con sumo respeto y cuidado se rinde a los encantos de esta historia sobre infidelidad y le pone los cuernos a Valle Inclán frente al público valenciano. Lo hace con una producción de la Comunidad de Madrid para Teatros del Canal que aterriza ahora en València con una adaptación “muy respetuosa” del texto de Valle Inclán, jugando más bien con los personajes y su presencia, el escenario, las luces y el vestuario cuidando hasta los detalles que no se ven. “Nos acercamos a Los cuernos de don Friolera desde el siglo XXI, pero con mucho cariño y respeto y siempre respetando la esencia original de la obra. Mantenemos casi todos los textos y no desentona porque Valle Inclán era un escritor muy moderno en su época”.

 

Con esta adaptación tan sutil cuenta una historia -perteneciente a la trilogía Martes de Carnaval- en la que un militar entra en una espiral de locura al recibir un texto anónimo con información sobre su mujer. Jugando con el dolor del militar, los engaños de su pareja y el universo lleno de juicios que les rodea Amestoy se centra más en las sensaciones que en el relato en sí mismo para trasladar al público un siglo atrás. 

 

“Empleamos el teatro como herramienta para lanzar preguntas abiertas al espectador, hacer que se plantee como son los comportamientos de nuestros protagonistas y enfrentarlo ante una situación en la que puede que ninguno de los dos tenga razón”. Sobre el escenario cada personaje se ve condicionado por las miradas ajenas generando un tercer espacio, invisible para el espectador, que le lleva a una toma de decisiones claves para una historia que ya está escrita. 

 

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Una de las claves de Los cuernos de don Friolera es que la escritura de Valle Inclán es tan moderna para su momento que las temáticas que se abordan en la obra son de lo más actuales. Sobre el escenario se habla de una infidelidad, alguien que la desvela y un relato de una pareja desdibujado por quienes le rodean. Es una historia que, tal y como lo considera Amestoy, puede apelar a todo tipo de públicos: desde uno que quiera un planteamiento más intelectual sobre la obra de Valle Inclán a otro que quiera centrarse más en la historia del desengaño amoroso, que se vive más como un “salseo en sí mismo”.

 

“El amor y la familia son el conjunto de temas más empleados de la historia de la literatura. Valle Inclán sabe jugar perfectamente con estos relatos y lo que hacemos en escena es interpretar sus ideas desde el texto y las acotaciones que deja en las piezas, para apreciar la riqueza de su creación y comprender cómo avanzan los personajes en el relato”. Con la “enorme teatralidad” que proponía el autor en sus escritos, esta adaptación se sirve de todo tipo de lenguajes para contar la historia de Los cuernos de don Friolera. Sobre el escenario se pueden ver desde títeres hasta juegos de luces que generan dos espacios separados dividiendo las escenas por completo. 

 

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También hay personajes que transmutan en otros y se puede ver hasta un enrejado que sirve como cárcel y como pared dentro de la pieza. “Es una obra con una mezcolanza muy sugerente, que va desde el melodrama hasta el teatro de títeres. El escenario se transforma constantemente y pasa de ser un hogar a un escondite en cuestión de segundos”, explica la directora de escena de la pieza. Atendiendo también a los nuevos públicos, la obra se presenta en tres partes, como si de una serie se tratara. La misma historia se cuenta desde tres puntos de vista, poniendo a los personajes como héroes y villanos según quien los mire. “Cambiamos de espacio y de puntos de vista, cogemos varias perspectivas para contar la misma historia para que el espectador nos siga constantemente sin que se pierda la verdad de la historia. Es una obra en la que caben todo tipo de registros”.

 

Sobre el escenario esto se cuenta gracias a un público que se cede al juego y que viaja al interior y exterior de la vida de esta peculiar pareja sin moverse del asiento. Para Amestoy la gracia de este juego es que el espectador podría ver la obra varias veces y siempre descubrir algo nuevo. Lo hace con una historia que no caduca, aunque hayan pasado ya cien años desde que se escribió, con un relato de amor que permanece impasible al tiempo y que reaviva las llamas del amor por las obras de Valle Inclán, que supera con creces una historia de infidelidad que está a vista de todos. 

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