VALÈNCIA. El próximo domingo 9 de marzo a las 19:00 horas, Espai Inestable acogerá la representación de No.Nada.Que., una obra de teatro contemporáneo dirigida y escrita por Álvaro Octavio Moliner. La pieza, que fusiona poesía, danza y performance, se adentra en los universos de la poeta Alejandra Pizarnik y la fotógrafa Francesca Woodman. No se trata de una reconstrucción biográfica, sino de la materialización escénica de sus mundos estéticos, explorando el cuerpo y su relación con el espacio, la identidad y el vacío.
La obra presenta a una mujer que cada noche se acerca a la ventana para alimentar al pájaro que tiene enjaulado. Al otro lado de la calle, en una casa abandonada, se enciende una bombilla. En una esquina, casi imperceptible, otra mujer tiembla. A partir de estas imágenes, No.Nada.Que. construye un universo donde la poesía y el misterio conviven, desarrollándose a través de una narrativa fragmentada que prioriza la sensación sobre la comprensión lineal.
Desde el momento en que el público ingresa a la sala, la atmósfera tiene un papel clave. La escenografía minimalista, bañada en niebla y recorrida por haces de luz, genera una sensación de misterio y extrañamiento. Dos espacios diferenciados en escena, una silla junto a una jaula de pájaros y un rincón delimitado por paredes de papel pintado desgastado y una ventana, funcionan como ecos de la fragilidad y el aislamiento de los personajes. La obra no busca ser entendida desde lo racional, sino desde lo sensorial, con el cuerpo y la emoción antes que con la mente. Como trasfondo está la vida de Pizarnik y Woodman, dos mujeres cuya obra cobró trascendencia después de sus trágicos suicidios.
Uno de los ejes fundamentales de la propuesta es el trabajo con la máscara. La gestualidad de las intérpretes y el uso de máscaras superpuestas, que esconden y revelan simultáneamente, refuerzan la exploración de la identidad. Los cuerpos se retuercen, articulaciones que parecen romperse, miradas que se clavan en el vacío. No es butoh, pero lo recuerda. Son cuerpos que no hablan, pero gritan. La tensión crece cuando estos personajes finalmente se encuentran, como si en ese instante se abriera un abismo del que es imposible apartar la mirada.