El teatro valenciano está de enhorabuena. Las numerosas nominaciones a los Premios Max así lo reconocen. Y tienen más valor después de una larga etapa de gestión pública para olvidar
Por primera vez en largo tiempo el teatro valenciano ha obtenido un importante número de nominaciones a los premios Max que concede la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). Aún habrá que superar una criba, aunque la cifra ya dice mucho. Es un éxito que la profesión debería de festejar a lo grande después de muchos años mirándose en algunas etapas al ombligo de la complacencia y la simple reclamación oportunista y solidaria de lo suyo.
Así que, Pinoxxio de Ananda Dansa, Cienfuegos, Albena y Centre Teatral Escalante, Wichita Co y La Teta Calva, además de Sol Picó, fija en el plantel cada convocatoria así como Carles Santos, de nuevo entre los candidatos, están en el guión. La gala de entrega será el 25 de abril. Hasta entonces tienen tiempo para soñar. Lo merecen. Porque además algunos vienen de festivales urbanos y alternativos sin haber sido regados por la pleitesía establecida y el dinero sencillo a repartir.
Los sueños son pasajeros hasta que la realidad despierta, y entonces el mundo observa. Iba siendo hora de que se mirara desde fuera el teatro de aquí eclipsado o barrido durante muchos años por una labor institucional empecinada en una política de tierra quemada, indiferencia sectaria, sometimiento y cierto clientelismo. Nunca en pro del teatro, el público y menos de una profesión joven que pisa, pisa, pisa y quiere realidades al margen de la ayuda oficial. Teatro sí, pero nunca secuestrado.
"EN TOTAL, SON MÁS DE UNA VEINTENA DE NOMINACIONES A LOS MAX. DIEZ SON PARA ANANDA, CINCO PARA CIENFUEGOS"
En total, son más de una veintena de nominaciones a los Max. Diez son para Ananda, cinco para Cienfuegos, al borde del colapso y la despedida. La Teta Calva opta con Penev a competir por el premio al mejor espectáculo revelación y autoría teatral, de Xavo Giménez. En la categoría revelación figura Nosotros no mataremos con pistolas, de Wichita Co, y su creador, Víctor Sánchez. En la categoría musical figura la nominación de L'aneguet lleig, de Albena, Centre Teatral Escalante y Diputación de Valencia, como mejor montaje de este género y Cristina Fernández por la coreografía.
Así que estamos de enhorabuena. Me alegro mucho por todos ellos. Aunque ahora piense en los bailarines de Pinotxxo, Toni Aparisi y Ana Luján y por el músico y autor de la partitura del espectáculo Pep Llopis por una cuestión sentimental y profesional.
Estos premios Max, sin entrar a valorar el resto, parecen un gran guiño a la realidad teatral valenciana. Lo privado, frente a un público casi ausente durante tantos años, sin contar al Centre Escalante que tanto nos costó criar en sus inicios.
Pero lo importante, insisto, es que el teatro valenciano o las artes escénicas diezmadas en su pasada historia –Manel Chaqués, Abel Guarinos y Roberto Lisart, entre otros, menuda faena os queda por delante para recuperar y normalizar esto – ha conseguido ser reconocido por la propia profesión de forma elocuente. Luego, no lo hacen tan mal.
Algo debió de haber pasado para que durante muchos años, pese a tener grandes compañías, grandes dramaturgos, actores, directores, escenógrafos… sucumbiera a los caprichos de un poder roto que casi logró, por no decir dejó arrinconada, a una profesión que supo buscar vías alternativas y seguir creyendo en el teatro pese a las zancadillas y presiones del nepotismo del sector público. Mejor no dar nombres aún. No vale la pena. El tiempo lo explicará todo. Sus supuestos protagonistas no quedarán ni como una nota a pie de página. Pasarán a la historia del lado oscuro. Pero lo importante es que esto se puede levantar.
"Las nominaciones son un ejemplo de que contamos con profesionales de nivel pese al miedo, envidia o autoritarismo en su propio territorio"
Las nominaciones son un ejemplo de que contamos con profesionales de nivel capaces de emocionar a los escenarios españoles pese a la escasez de oportunidades en su propio territorio por miedo, envidia o autoritarismo de quienes debían haber consolidado un sector privado defendido por el público y que han vivido los más tristes años de su historia reciente. Y con dinero dilapidado en caprichos circunstanciales y espectáculos que ya nadie recuerda y cuyas producciones no se sabe ni dónde están.
Las nominaciones a los Max son un buen ejemplo de que no todos estaban equivocados, quizás otros sí con el beneplácito de la indiferencia. Ananda Dansa, Ana Luján y Toni Aparisi, junto al resto de nominados, son ejemplos de constancia y profesionalidad en tiempo de sequía. Aprovechar a profesionales con experiencia es básico para normalizar una realidad que debería pasar por el intercambio de conocimiento, que es lo que cualquier profesional desea regalar a las nuevas generaciones.
Desde hace varios lustros tenemos una compañía de ballet público diezmado en su elenco -queda un pequeño puñado de bailarines, además del cuerpo técnico cuyo coste anual es de 400.000 euros- y que apenas baila. Sólo aparecen sus bailarines en intervenciones puntuales o como figurantes de algunas de las producciones operísticas de Les Arts.
Lo sencillo era producir disparates al estilo de algunos espectáculos de La Nau de Sagunt o multimillonarios montajes por decisión simplemente política al estilo de “Bienvenido Mr. Marshall!” o “Balansiya”, entre otros. O comprar espectáculos foráneos a precio de mercado internacional subidos de precios con los que contentar a quienes ocupaban los palcos o permitían las relaciones públicas, al estilo de Inmaculada Gil Lázaro, la exdirectora de Teatres de la Generalitat.
Lo complejo siempre es consolidar una estructura, si es que de verdad se cree en ella y en quienes trabajan en su desarrollo. Nunca fue el caso, aunque profesionales de calidad siempre han existido y existen. El presente/futuro hay que recuperarlo. Nos va en ello mucho. Y ha de servir para rearmar y enfatizar el futuro. Las nominaciones a los Max confirman que sí hay oficio y ganas de avanzar, aunque otros prefirieran en su día ocultarlo de la forma más preocupante y siniestra y, peor aún, al propio espectador, principal destinatario. No hay nada perdido. Sólo se han ido quienes nunca creyeron más que en sí mismo, aunque el futuro se llame rehabilitar y recuperar ilusiones. Y ya se sabe, cualquier “restauración” lleva aparejada tiempo de esfuerzo, dedicación y mucha reflexión sobre los objetivo a conquistar junto a equipos dispuestos a remar al mismo tiempo. Creo que ahora hay gente muy competente al frente de Teatres que lo conseguirá.
Por cierto, y ya que hablamos de teatro y de algunos teatreros, qué ha sido del Mercedes de gama alta que Teatres de la Generalitat compró por decisión de Gil Lázaro. ¿Dónde estará? ¿Alguien se lo ha preguntado? Sí, está, si no lo han sacado ya, en un parking de la plaza de Viriato. El coche se compró, según justificaron en su día, para desplazar actores y actrices. Ni que viviéramos en jollybú. Tiene apenas 15.000 kilómetros y va a salir a la venta a muy bajo precio. Buen negocio para quien lo pille. Con el coste de su compra se hubieran equilibrado muchas temporadas. Pero entonces gustaba más figurar.