Con el verano he dado un giro radical a mi vida. Ha sido una decisión meditada. De nada me habían servido tantas horas de cultura y estudio. Ahora quiero ser un hombre de mi tiempo. Cuido y mimo mi cuerpo como nunca lo había hecho. Invierto mucho en él y le voy a sacar partido. Por eso me he inscrito en el casting de ‘First Dates’. Y no tengo dudas de que triunfaré junto a mi admirado Sobera
La otra tarde un policía casi me toca la carita cuando yo esperaba en la cola para presentarme al casting de Gran Hermano 18. Después de siete horas de espera, los organizadores nos comunicaron que no atenderían a más gente, y no veas cómo se puso el personal. Mis colegas y yo echábamos chispas. En aquella cola de cientos de personas nos habíamos reunido lo mejor de cada casa: ciclaos, chicas como neumáticos, pijos que aparentaban no serlo, poligoneros, asaltacunas, transexuales en paro, agentes del CNI, afectados por las preferentes y buenorros como yo. Allí estábamos todos, cada uno de su padre y de su madre, unidos por la rabia de ver roto nuestro sueño de ser concursantes de GH.
No se sabe quién llamo a los azules, pero el caso es que se presentaron para poner orden y evitar que nadie sacase los pies del plato. Al final todo quedó en algunos insultos contra la organización. Un conato de algarada. La cosa no fue a más. Por suerte no hicieron ningún control de alcoholemia y drogas porque si no…
Quienes me conocéis un poco no saldréis de vuestro asombro. ¡Que J. Carrasco quiere ser concursante de GH! ¡Eso es imposible!, me diréis, no sin antes recordarme que soy un chico serio y bastante mustio. Pues sí, sí se puede. Con la llegada del verano he dado un giro radical a mi vida, convencido de que cualquier sueño, por inalcanzable que parezca, puede ser hecho realidad. Es una decisión muy meditada. Camino de mi primer medio siglo, he hecho balance de los años gastados. Siendo generosos, el resultado es discreto. ¿De qué me ha servido leer tanto a Proust? ¿He ligado más por escuchar a Debussy? ¿La cultura y la educación me han hecho ganar más dinero? ¿Me han permitido progresar en esta sociedad? Evidentemente, no. Llegar a esta dolorosa conclusión me ha llevado tiempo, un largo proceso de desengaños y renuncias.
Ser un hombre nuevo significa aceptar los valores de este tiempo, es decir, la conveniencia de lo efímero, lo superficial, lo líquido y lo irracional
Pero ahora todo ha cambiado; deseo ser un hombre nuevo, distanciarme del anacronismo que fui, alcanzar la fama. Ser un hombre nuevo significa aceptar los valores de este tiempo, es decir, la conveniencia de lo efímero, lo superficial, lo líquido, lo emotivo, lo insustancial. Para triunfar en este siglo XXI hay que cuidar, en primer lugar, tu cuerpo, lo que para muchos es su única pertenencia. Y el cuerpo empieza por la piel, donde reside toda profundidad. Por eso mimo mi piel —como nunca lo había hecho— con toda clase de cremitas. Además me he dado rayos uva para disimular mi blancura enfermiza. Una peluquera de Paiporta, que echa las cartas por la noche en una tele local, también me ha depilado de arriba abajo. Con mi flamante aspecto me fui al desafortunado casting de Gran Hermano. No desentoné. Sólo me faltaron los tatoos y las chanclas. De ello tomé nota para la próxima vez.
¿Cuál será la próxima vez? Después del fracaso de GH, no podía cruzarme de brazos. Debía rentabilizar todo lo invertido en mi nuevo físico. Alguno ya habréis adivinado mi próximo reto.
En efecto, quiero ir a First Dates, entre otras razones porque deseo conocer a Carlos Sobera, uno de los mitos de mi primera juventud. Sé que no lo voy a tener fácil. Como dicen que la televisión engorda, me he puesto a dieta y sólo como verduras y legumbres al igual que los paquistaníes de mi barrio. También me he apuntado a clases de interpretación porque en esta clase de programas quien se lleva el gato al agua es el que finge mejor su autenticidad. Esto de buscar pareja se ha puesto muy difícil en el mercado de los afectos, sobre todo si tienes cierta edad.
Conozco mis puntos fuertes —mi graciosa desenvoltura, mi mirada turbia y azul y una voz seductora— y los débiles —mi edad, mi sueldo discreto y mi limitado voltaje—. Consciente de estos pros y contras, he pergeñado una estrategia para seducir a cualquier chica. Tengo una respuesta para cada perfil de mujer, sea esta una señora que busca seguridad por encima de todo; o pretenda una relación abierta; o los años la hayan hecho tan exigente que rechaza a todo ejemplar masculino, o sea sencillamente una liberal casquivana, que también las hay. Para todas, como decía, dispongo de una fórmula de fascinación.
Estos días no me despego del teléfono a la espera de que me llamen de la productora del programa. Ya les he enviado mi video de presentación. Mientras tanto, sigo yendo al gym y no me pierdo ninguna cena de cada pareja. Aprendo mucho y disfruto cuando el varón, humillado, se va con el rabo entre las piernas. “No he sentido feeling”, les dicen simulando falsa pena. A mí no me pasará, desde luego.
Cuando me canso de First Dates me conecto con Sálvame o Mujeres y hombres y viceversa. Yo, que siempre fui muy crítico con la telebasura, un diletante sólo dispuesto a ver documentales en canales de arte e historia, estoy enganchado a estos programas frívolos. En eso veo que soy cada vez más un hombre de mi tiempo. La gente sencilla ha vuelto a saludarme. Y del pobre Proust ni me acuerdo.